sábado. 27.04.2024
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Úrsula San Frutos | @_suula_

Los amantes del engaño, dirigida por Nicolas Bedos (La belle époque, Sr. y Sra. Adelman) es una historia sobre la traición y, como dice el título, sobre el engaño. Sobre la ambición y la fuerza de la maternidad. A través de una enrevesada trama marcada por el interés y la sed de riqueza, Los amantes del engaño propone un drama repleto de giros casi imposibles de seguir.

Adrien (Pierre Niney) tiene una aventura con la actriz Martha Duval (Isabelle Adjani), una mujer mayor que él y dueña de una gran fortuna. Bajo el pretexto de escribir un libro sobre ella, Adrien pasa el verano en su casa, cobrando un generoso sueldo. En una fiesta que Martha celebra, conoce a Margot (Marine Vacth) y queda cautivado por ella. Más adelante descubre que ella, al igual que él, también mantiene relaciones con hombres mayores. La diferencia entra ambos es que ella lo hace por su hija pequeña, porque quiere darle una buena vida. Adrien y Margot urden un plan junto a una antigua amante de él, Giulia (Laura Morante), para enredar a un famoso promotor, Simon (François Cluzet, protagonista de Intocables) de la zona y a su mujer.

Engatusar a Simon es sencillo y, pronto, Margot le tiene comiendo de la palma de su mano. Tanto que compran un piso juntos y ella le convence que está embarazada de él. Simon, sin embargo, decide romper la relación, poniendo en peligro el plan de Adrien y Margot. Para evitarlo, Margot le emborracha y le denuncia por pegarle. Un hombre con el que estuvo Margot la destapa, y ambos son llevados ante los tribunales.

Aunque la película podría perfectamente acabar aquí y, es más, debería hacerlo, Bedos no se conforma con este final y da una vuelta de tuerca tras otra para terminar desvelando que todo era un plan de Margot y Giulia para conseguir dinero y que Adrien ha sido un simple peón que va a cargar con toda la culpa.

El montaje de la primera parte del film es muy interesante. El flash forward, ese anticipar el desenlace sin revelar piezas clave del rompecabezas, está ejecutado de una forma brillante. Genera la confusión justa para dejar al espectador al borde del asiento, pensando: pero, ¿qué está pasando? El paralelismo entre la historia principal y el juicio resulta muy llamativo y está muy bien planteado. Una nueva declaración de un personaje en el momento justo, nunca fuera de lugar y siempre al hilo de lo que está pasando. Este es, quizás, el mejor elemento de la película.

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No lo es, por otro lado, el enrevesado final. El tramo desde que Margot y Adrien fingen la paliza con la que van a denunciar a Simon hasta que dejan de pasar cosas es prescindible. Digo “pasar cosas” porque no resulta nada más, solo cosas que realmente no tienen sentido y que solo sirven para rizar el rizo, para volverlo todo más rocambolesco y poco creíble.

Bedos también se ha atrevido en esta película a jugar con la cuarta pared, y es algo muy peligroso. Hay que ser un auténtico maestro para que romper la cuarta pared resulte un recurso inteligente. Sobre todo, tiene que haber un motivo válido y de peso para hacerlo. La escena final de Los amantes del engaño no tiene una razón ni es ningún tipo de deleite para el espectador. Para romper la cuarta pared hay que mantener un equilibrio muy delicado entre el actor y el personaje, interpelar al espectador sin que se sienta acusado de ser un mirón.

Margot rompe la cuarta pared en la última escena del film, mirando directamente a cámara y regalándole una sonrisa ladina, triunfante. Ha conseguido lo que quería: darle una buena vida a su hija. Estos dos gestos pueden resultar violentos para quien está viendo la película: no es una llamada de atención sutil, no es un hacernos partícipes de la trama. Es un acto violento. Es destapar que somos espectadores.

Los amantes del engaño: cómo retorcer la trama hasta destrozarla