CRÍTICA DE CINE DE ESTRENO

Rabiye Kurnaz contra George W. Bush: Descafeinado pleito para incidente ignominioso

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Rabiye Kurnaz contra George W. Bush

Cartelera España 3 de febrero

Título original

Rabiye Kurnaz gegen George W. Bushaka 
Año
Duración
119 min.
País
 Alemania
Dirección

Andreas Dresen

Guion

Laila Stieler

Música

Johannes Repka, Cenk Erdogan

Fotografía

Andreas Höfer

Reparto

Meltem KaptanAlexander ScheerCharly HübnerNazmî KirikAbak Safaei-RadAlexander HörbeSevda PolatAbdullah Emre ÖztürkCornell Adams

Compañías
Coproducción Alemania-Francia; 

Pandora Film, Iskremas Filmproduktion, Cinéma Defacto

Género
Drama | Basado en hechos reales
Sinopsis
Rabiye Kurnaz es una mujer aparentemente corriente, excepto porque es un terremoto. Cuidando de sus hijos y mucho más, es la que lleva la batuta en su casa de Bremen. Poco después de los ataques del 11-S, en 2001, su hijo Murat es acusado de terrorismo y es uno de los primeros enviados a la cárcel de Guantánamo. Esto marca el inicio de un viaje hacia el corazón de la política mundial para esta decidida mujer alemana-turca. Acompañada del abogado de derechos humanos Bernhard Docke, luchará por la liberación de su hijo.
 
CRÍTICA

Desde hace prácticamente 100 años, el cine ha servido como medio ampliado de la crónica histórica y las denuncias sociales, donde exponer mediante la dramaturgia sucesos emblemáticos, gestas increíbles o vergüenzas antológicas. El poder cinematográfico puede revivir el hecho cuando este se encuentra prescrito, enterrado desde hace tiempo en las montañas de la actualidad, con lo cual supone un valioso ejercicio de memoria que impide que muchas proezas o atrocidades caigan en el olvido colectivamente.

¿Tendríamos tan presente a Oskar Schindler y su labor de no ser por la magistral obra de Spielberg? ¿Alguien ajeno a la dictadura chilena tomaría la misma conciencia del dolor de las víctimas sin la ayuda de films como Missing (Desaparecido) (Costa-Gavras, 1982)? ¿Acaso tendríamos una visión tan inmersiva de la Guerra de Independencia de Argelia en el otro lado del Mediterráneo si no fuera por el retrato que hizo Gilo Pontecorvo en La batalla de Argel (1966)? Historia y cine siempre han ido de la mano por la potencia del contenido de la primera y la difusión popular del segundo. Es inevitable, pues, que el hecho que ha definido y transformado el mundo en el siglo XXI como es el 11-S y sus consecuencias protagonicen toda clase de películas.

En este caso, a raíz de la paranoia desatada y la ejecución imperialista estadounidense se ocasionaron múltiples encarcelamientos arbitrarios en Guantánamo de jóvenes sospechosos de radicalización o vínculos con Al-Qaeda, faltos de evidencias suficientes y sin posibilidad de juicio justo. Partiendo de esta coyuntura, Andreas Dresen regresa a los terrenos de las vidas reales tras Gundermann (2018) para narrar la epopeya de Rabiye Kurnaz, una mujer turca residente en Bremen que un día de octubre llamó a su hijo Murat, que se encontraba en Paquistán educándose para su futuro matrimonio, y no recibió respuesta alguna. Le notificaron que se encontraba recluso en Guantánamo de terrorismo, cosa que emprendió un largo proceso judicial para sacarlo de allí y volver a Alemania que duró 1586 días.

El caso de Kurnaz, semejante a muchos otros por contar, por sí solo es capaz de sostener un largometraje por la cadena de dificultades que comportó y la barbaridad fuera de medida que supuso, pero Dresen se acaba perdiendo en los tonos y el resultado es más endeble de lo esperado. Acomodado en los cánones del drama procedimental o de la película de investigación, el cineasta adopta un estilo transparente para dar protagonismo al contenido, navegando en todo momento entre el proceso legal y la vida cotidiana de Rabiye conformándose con la corrección, pero falto de imaginación en su rutinaria puesta en escena.

Cuando Dresen ahonda en la figura materna es donde saltan los botones y se desajusta el film porque su personalidad acaba comiendo terreno al tema central y, por otro, la comedia ligera con toques costumbristas cercanos a la “feel-good movie” que aporta su excesivamente ingenuo personaje principal resiente la gravedad de la situación. La denuncia furiosa que debería ser pierde contundencia y se descafeína, quedándose en tierra de nadie al no aprovechar la sátira a fondo por un lado ni, por el otro, resaltar la indignación que suscita el material de salida.

Narrativamente, se contagia del convencionalismo y el desapasionamiento, cayendo por momentos en la reiteración, alargándose algunos minutos de más y generando ocasionalmente secuencias que sobresalen de la medianía.

Allí donde los giros tienen que sorprender, el tedio empaña sus intenciones por la intensidad irregular con la que está construida. Si Rabiye Kurnaz contra George Bush logra singularizarse de alguna manera es gracias al carisma de Meltem Kaptan, el alma viva del film, y su aceptable dupla con Alexander Scheer, pero cierto es que la sensación de desaprovechamiento sobrevuela durante su visionado y palidece ante otros ejemplos recientes como The Mauritanian (Kevin McDonald, 2021), confeccionado en forma y fondo a la misma usanza, pero más centrada en su objetivo e incendiariamente superior. A la cinta de Dresen, pero, le quedará el honor y el crédito de ser la primera en plasmar esta historia real concreta y dejarla como testimonio para generaciones posteriores, que ya es algo, pero no suficiente para acceder a otro tipo de memoria: la cinematográfica.