jueves. 25.04.2024
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Un año, una noche

Festival de San Sebastián: Perlas

Un año, una noche

Título original

Un año, una noche
Año
Duración
120 min.
País
España España
Dirección

Guion

Isa Campo, Isaki Lacuesta, Fran Araújo. Libro: Ramón González

Música

Raül Refree

Fotografía

Irina Lubtchansky

Reparto

Compañías
Coproducción España-Francia; 

Mr. Fields and Friends, Bambú Producciones, La Termita Films, Noodles Production

Género
Drama | TerrorismoBasado en hechos reales
Sinopsis
Ramón y Céline son una joven pareja que se encuentra en el local Bataclan de París la noche del 13 de noviembre de 2015. Durante el asalto terrorista, ambos logran, cada uno por su lado, entrar en el camerino de los músicos y refugiarse allí. Al salir ya no son los mismos. Y no saben si podrán volver a serlo... Adaptación cinematográfica basada en el libro “Paz, amor y Death metal”, de Ramón González, superviviente del atentado terrorista en la sala de conciertos Bataclan de París.
 
CRÍTICA

A los asesinos nunca se les ve el rostro en Un año, una noche, pero su presencia recorre buena parte del largometraje de Isaki Lacuesta, que no es tanto un filme sobre los atentados de París de noviembre de 2015, que tuvieron como epicentro la matanza de la sala de conciertos Bataclan, sino una notabilísima creación sobre cómo las personas intentan recomponer su vida tras haber sobrevivido a la barbarie. Cómo seguir viviendo cuando han visto la muerte tan de cerca, cuando la tragedia ha impregnado de miedo múltiples aspectos de una vida que sigue su curso, aunque el horror presenciado ha modificado su manera de estar en el mundo, transformándose asimismo su día a día en el trabajo, en el hogar, en las relaciones sentimentales.

La obra de Lacuesta se basa en la adaptación fílmica del relato autobiográfico Paz, amor y death metal, de Ramón González, un superviviente del tiroteo de Bataclan. La verosimilitud de la historia, su autenticidad, están, por lo tanto, aseguradas. A Ramón le encarna en la pantalla el actor argentino Nahuel Pérez Biscayart. A su novia, Céline, la actriz gala Noémie Merlant. Ambos, Merlant y Pérez Biscayart, realizan una extraordinaria labor interpretativa en dos papeles muy complejos, pues cada uno, desde su personalidad, reacciona de distinta forma a la supervivencia tras la masacre. No solo se tambalea su noviazgo, también el sentido de su propia existencia.

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Un año, una noche no es una película moralista, tampoco abunda en disquisiciones filosóficas. Al contrario, con humanismo y sencillez se acerca a la cotidianeidad de una pareja que debe intentar recomponer el puzle de la vida, a sabiendas de que hay que piezas que ya nunca les cuadrarán.

Los protagonistas, Céline y Ramón, encaran de manera diferente la vida luego de haber tenido la muerte tan cercana. La joven prefiere no recordar, incluso se niega a contar a sus padres que había estado en Bataclan la fatídica noche del 13 de noviembre de 2015. También lo oculta a sus compañeras de trabajo. Intenta no pensar para vivir. Él, afectado por ataques de pánico, encuentra en la escritura una terapia para continuar adelante. Escribe sobre la matanza desde su condición de superviviente. Para escribir debe recordar. Él, a menudo, se muestra frágil. Ella, con frecuencia, parece más fuerte.

La evolución de ambos personajes a lo largo de la obra constituye otro de los aciertos del largometraje de Lacuesta. El cineasta hilvana con bastante acierto la combinación de tiempos: el presente de la pareja, los doce meses después del atentado, y el recuerdo de la noche atroz. A veces, las transiciones temporales resultan algo forzadas y el espectador puede dudar si están en una coordenada presente o pretérita.

Dentro de la evocación de la matanza, hay un uso muy relevante de los efectos acústicos (disparos, gritos, ruido de pasos, diversos sonidos). El hecho de invisibilizar a los asesinos otorga más dramatismo al filme, pues podemos sentir su presencia en la mirada atemorizada de Ramón, en el llanto desconsolado de Céline durante una de las secuencias climáticas de la película.

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A través de sus testimonios, nos damos cuenta de la magnitud de la tragedia: «No paraban de disparar a la gente», afirma Ramón. «Caminaba hacia delante, pero no pude evitar mirar abajo, al suelo, repleto de cadáveres», dice Céline.  La abundante ingesta de alcohol de ambos enfatiza no tanto su deseo de vivir, sino el frágil recurso de una efímera evasión. El consumo alcohólico desembocará en las discusiones, en la falta de comprensión del prójimo, en una exaltación del egoísmo individual.

Si la pareja protagónica nos ofrece un recital interpretativo, no podemos decir lo mismo de los secundarios. Tanto Quim Gutiérrez como Alba Guilera resultan algo desdibujados como Carlos y Lucie. Tampoco aportan demasiado los familiares de Céline y Ramón. Las secuencias colectivas son bastante esquemáticas, carecen de interés.

Sí considero bien tratado el marco laboral de Céline, su trabajo con jóvenes árabes, porque sigo pensando que una sólida educación es el mejor antídoto contra la violencia y un trampolín para un empleo digno. Al educar, intentamos aportar nuestro granito de arena para que haya ciudadanos pacíficos y tolerantes.

En los atentados de París de noviembre de 2015 murieron 131 personas y hubo más de 400 heridos. El final de Un año, una noche posee luminosidad. Me acordé de unas palabras que leí en un libro de entrevistas a Jaime Gil de Biedma. Afirmaba el poeta catalán, en plenos años 80, con múltiples atentados de ETA, con numerosas víctimas mortales, que el terrorismo podía atacar bastantes días, pero que la vida trabaja siempre, todos los días que vivimos la vida triunfa. Por eso, a la larga, la vida se impondrá al terror.

Algo así decía Gil de Biedma. La belleza de los cuerpos, el cántico del amor, la magia de la música, un baño en la playa son formas de afirmar el triunfo de la existencia, la búsqueda de la felicidad.  Javier Herreros  Revista Encadenados

 

Un Año, Una Noche: Vivir después de la tragedia.