CRÍTICA DE CINE

Un amor de verano: El entusiasmo del corazón

El aroma a esas viejas canciones francesas de finales de los sesenta y principios de los setenta impregna cada fotograma de Un amor de verano (La belle saison, 2015) el último trabajo de la directora gala Catherine Corsini, conocida por títulos como El ensayo (2001) o Partir (2009).

Drama | 105 min | Francia 2015

Título: Un amor de verano. 
Título original: La belle saison
Director: Catherine Corsini.
Guión: Catherine Corsini, Laurette Polmanss.
Actores: Cécile de France, Izïa Higelin, Kevin Azaïs, Patrice Tepasso.
Estreno en España: 01/07/2016 
Productora: Chaz Productions / France 3 Cinéma 

Distribuidora: Golem Distribución

 

Sinopsis

La historia comienza en París en 1971. Delphine conoce a Carole. La primera, hija de campesinos, se muda a la capital para ganarse su independencia financiera y sueña con estar al mando de su propia vida, algo impensable en la época. La segunda, pareja de Alexandre, vive felizmente los comienzos de la revuelta feminista. Una es misteriosa, reservada, pero sabe que le gustan las mujeres. La segunda ignora totalmente que pueda sentir tal atracción. Su encuentro desequilibra sus vidas, pero su historia de amor naciente va a tropezarse con la realidad. 

Crítica

Cantaba François Hardy allá por los años setenta con su voz aterciopelada y suave aquello de que El tiempo del amor llegará y nuestro corazón latirá más deprisa, sin preocuparnos por las heridas venideras. El aroma a esas viejas canciones francesas de finales de los sesenta y principios de los setenta impregna cada fotograma de Un amor de verano (La belle saison, 2015) el último trabajo de la directora gala Catherine Corsini, conocida por títulos como El ensayo (2001) o Partir (2009).

La historia comienza en París en 1971. Delphine conoce a Carole. La primera, hija de campesinos, se muda a la capital para ganarse su independencia financiera y sueña con estar al mando de su propia vida, algo impensable en la época. La segunda, pareja de Alexandre, vive felizmente los comienzos de la revuelta feminista. Una es misteriosa, reservada, pero sabe que le gustan las mujeres. La segunda ignora totalmente que pueda sentir tal atracción. Su encuentro desequilibra sus vidas, pero su historia de amor naciente va a tropezarse con la realidad. 

El telón de fondo, la lucha feminista en Francia a principios de los setenta. 

El telón de fondo, la lucha feminista en Francia a principios de los setenta. En primer plano, la apasionada y prohibitiva historia de amor entre dos mujeres, una criada en un entorno rural y la otra en la París más cosmopolita. Su lucha por desnudar su amor tanto física como emocionalmente da pie a momentos de muy buen cine, como aquel en que la madre de la primera asiste impávida a la confirmación de las inclinaciones sexuales de su hija. Tan solo un gesto y la escena se entiende por sí misma. Puro cine, sin necesidad de subrayados verborreicos ni parlamentos aclaratorios. A fin de cuentas esto no es cine norteamericano, sino francés, una cinematografía donde los sentimientos filmados todavía tienen mucho que decir.

Las dos actrices protagonistas están estupendas en sus respectivos roles.

Las dos actrices protagonistas (la más veterana Cecile de France y la emergente Izïa Higelin) están estupendas en sus respectivos roles, y se entregan sin pudor alguno (existe una cantidad importante de secuencias de encuentros amatorios entre ambas con sexo explícito añadido aunque no se llegue a los límites de escándalo insuperables de La vida de Adéle, de Abdellatif Kechiche) a un juego amoroso en el que las barreras y obstáculos propios del momento no podrán detener lo torrencial de su ardorosa relación. Se suele decir que el amor mueve montañas, y aquí las dos heroínas de la función batallarán contra viento y marea por su libertad sexual. 

El problema es que si todavía a principios del siglo XXI aspectos como los que se plantean aquí no han sido superados mucho menos lo eran hace cuarenta años (hace tan sólo tres años se armó un revuelo formidable cuando en Francia se decidió permitir el matrimonio gay), por lo que la sociedad machista esgrimirá todas sus armas represoras para acabar con un amor considerado a contracorriente o mejor dicho “contra natura”.

La trama se mueve entre la necesidad y la realidad, entre el desfogue y la contención, en un constante tour de forcé de las protagonistas por alcanzar la normalidad dentro de lo imposible de las convenciones morales de la época. Al final, la lógica se impone, y aunque aquí no desvelaremos como se acaba resolviendo el meollo de la cuestión, tan sólo diremos que el romanticismo cobra toda su fuerza en una sucesión de imágenes evocadoras tan bellas como dolorosas.

El único problema que acaba por apelmazar el desarrollo argumental es la sensación de que todo el rato se está dando vueltas alrededor del planteamiento inicial, como si la película después de un arranque muy prometedor se quedara atascada en su propio entramado. Los continuos viajes del campo a la ciudad y viceversa por parte de las dos mujeres no hacen más que acentuar esa reiteración, aunque en cada situación se intente introducir un elemento nuevo en forma de subtrama amorosa o crítica social.

La directora plantea un relato luminoso y lleno de optimismo, no exento de puntuales momentos dramáticos, que ofrece sobre todo dos potentes interpretaciones. No en vano, las dos actrices de Un amor de verano obtuvieron sendas nominaciones a los Premios César.