CRÍTICA DE CINE

Belfast: Esperanza y gloria

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Belfast

Cartelera España 28 de enero  

Título original

Belfast
Año
Duración
98 min.
País
 Reino Unido
Dirección

Kenneth Branagh

Guion

Kenneth Branagh

Música

Van Morrison

Fotografía

Haris Zambarloukos

Reparto

Jude HillLewis McAskieCaitriona BalfeJamie DornanJudi DenchCiarán HindsLara McDonnellGerard HoranTurlough ConverySid SagarJosie WalkerChris McCurryColin Morgan, ver 17 más

Productora

TKBC. Distribuidora: Focus Features

Género
Drama | Años 60InfanciaFamilia
Sinopsis
La película, un drama de madurez ambientado en los tumultos de la Irlanda del Norte de finales de los años 60, sigue al joven Buddy mientras navega por un paisaje de lucha obrera, cambios culturales radicales y violencia sectaria. Buddy sueña con un futuro glamuroso que lo aleje de los problemas, pero, mientras tanto, encuentra consuelo en su carismático padre y su madre, y en sus alegres abuelos.
 
CRÍTICA

En pleno auge de la autoficción cinematográfica, que tan buenos réditos de crítica ha dado a los autores de prestigio en los múltiples certámenes anuales, era de esperar que alguien tan polifacético como Kenneth Branagh se sumara al carro. Pero a diferencia de los casos como los de Almodóvar o Sorrentino, por citar ejemplos recientes, que han centrado parte de sus tramas en el despertar artístico o su consecución profesional, aquí el irlandés focaliza exclusivamente en su infancia transcurrida en una barriada de la Belfast de los 60, cuando aún no se le había despertado el gusanillo de la interpretación y el cine o el teatro eran meros entretenimientos. Desde el punto de vista de Buddy, el alter ego del director y guionista, somos testigos de un fresco cotidiano marcado por los Troubles, es decir, el conflicto norirlandés establecido entre católicos y protestantes, fijando en la orden del día enfrentamientos vecinales, coacciones económicas y amenazas.

Para ello, Belfast se construye en la sencillez de una sucesión de viñetas que, sin embargo, acaban trazando el camino del protagonista (y sus parientes) hasta un clímax deliberadamente emocional, pero sin caer en la impostura lacrimógena. En esta historia de vocación humanista –no esperen tampoco un análisis pormenorizado del conflicto-, Branagh logra equilibrar la simpatía y la gravedad, la ternura y la dureza, algunas veces de manera obvia y otras con mayor sutileza, ofreciendo un conjunto sólido que rezuma cine en su acepción más clásica.

El blanco y negro que sabiamente adopta el film conjuga el carácter claramente nostálgico de la historia, pero, al mismo tiempo, realza la convulsión del momento y la inestabilidad familiar con ciertas composiciones descentradas y desequilibradas, impidiendo así que todo se reduzca a la idealización de un tiempo y un lugar. Porque, pese a tratarse de una carta de amor a su ciudad y sus gentes (“a los que se quedaron, a los que se fueron y a los que se perdieron”), Belfast no pierde de vista el tumulto que inunda la vida de Buddy, conllevándole a un periodo de transición inevitable.

Belfast supura cariño por cada uno de sus fotogramas y Branagh ejecuta sus secuencias con aplomo, pero se echa de menos un poco más de impronta personal en su aproximación, sin desmerecer los pequeños riesgos que corre. Cuidadísima hasta el último detalle, sería injusto no alabar uno de los puntales del film como es su magnífico reparto, empezando por un Jude Hill que carga con el peso protagonista transmitiendo naturalmente una notable variedad de registros sin resultar repelente, y remarcando la excelente pareja de progenitores que conforman una deslumbrante Caitríona Balfe que exprime al máximo su presencia (no sería inmerecido grabar su nombre en el Oscar) y opera perfectamente como apoyo de Buddy –con una función de rol que recuerda a la Patricia Arquette de Boyhood-; y un Jamie Dornan redimido que firma un padre muy creíble, de estupenda química tanto con Hill como Balfe (sus escenas juntos marcan los picos de la película). Adecuadamente acompañan un carismático Ciarán Hinds y la cumplidora Judi Dench que posee un par de notables momentos.

La gran virtud de Belfast es que tiene claro qué película es y pone toda la carne en el asador para dar lo máximo de sí misma. A lo mejor no llega lo más lejos que podría, pero no se distrae de sus objetivos y consigue comprimir en 90 minutos –pura economía del lenguaje del Hollywood dorado- un relato en el que nada sobra y poquito le falta. Dentro del campo de la autoficción, está más cerca de lo que probablemente nos brindará la temporada que viene Spielberg –el responsable del otro gran film clásico del año con West Side Story-  con la relectura de su infancia en The Fabelmans (2022), que de la Roma (2018) de Alfonso Cuarón; pero también invocando a voces como la de John Boorman en Esperanza y gloria (1987), los momentos más amables de Jim Sheridan o, explícitamente, al maestro del clasicismo John Ford.

Cuando la tradición se factura con solvencia es bienvenida, y a Belfast hay que recibirla con los brazos abiertos, en unos momentos en los que esta clase de films se realizan con cuentagotas. Esperemos que tampoco se acaben perdiendo.