CRÍTICA DE CINE

Colossal: Un monstruo viene a verme

Si nos fijamos en el afiche con el que se promociona la última película del director español Nacho Vigalondo vemos a una mujer y a una especie de monstruo rascándose la cabeza al unísono. Aquí no desvelaremos el significado de tal gesto en el devenir de la trama, pero sí que podemos afirmar con rotundidad que muchos de los espectadores que acudan a ver el film en algún momento del mismo acabarán por emular a ambos protagonistas de la historia, dado el nivel de incomprensión y extrañeza a la que se verán abocados sin remisión.

Ciencia ficción | 109 min. | USA 2016

Título: Colossal.
Título original: Colossal.
Director: Nacho Vigalondo.
Guión: Nacho Vigalondo.
Intérpretes: Anne Hathaway, Dan Stevens, Jason Sudeikis, Austin Stowell.

Estreno en España: 30/06/2017 
Productora: Voltage Pictures / Sayaka Producciones / Brightlight Pictures

Distribuidora: Tripictures

Sinopsis

Gloria (Anne Hathaway) decide dejar Nueva York y regresar a su ciudad natal tras haber perdido su trabajo y su novio. Pero, cuando en las noticias informan de que un monstruo gigantesco está destruyendo la ciudad de Seúl, Gloria se va dando cuenta poco a poco de que, a través de su mente, está conectada de forma extraña con estos acontecimientos. Para evitar que la destrucción vaya a más tendrá que averiguar el papel de su insignificante existencia en un evento colosal que podría cambiar el destino del mundo. 

Crítica

Si nos fijamos en el afiche con el que se promociona la última película del director español Nacho Vigalondo vemos a una mujer y a una especie de monstruo rascándose la cabeza al unísono. Aquí no desvelaremos el significado de tal gesto en el devenir de la trama, pero sí que podemos afirmar con rotundidad que muchos de los espectadores que acudan a ver el film en algún momento del mismo acabarán por emular a ambos protagonistas de la historia, dado el nivel de incomprensión y extrañeza a la que se verán abocados sin remisión.

Si existen cineastas a los que les gusta ir mezclando géneros a Vigalondo le encanta, y cuanto más distantes se encuentren esos géneros  entre sí pues mucho mejor.

Si existen cineastas a los que les gusta ir mezclando géneros a Vigalondo le encanta, y cuanto más distantes se encuentren esos géneros  entre sí pues mucho mejor: En Los cronocrímenes (2007) y Extraterrestre (2011) se atrevió con la comedia romántica y la ciencia ficción, y en Open Windows (2014) con el thriller psicológico y la ciencia y la tecnología. Ahora riza el rizo y no sólo osa mezclar géneros dispares sino que los localiza geográficamente, y así combina con resultado desigual los patrones propios de una cinta indie norteamericana de esas que se estrenan a puñados en Festivales de Cine como Sundance y un “kaiju eiga” (películas de monstruos) japonés. 

El argumento no tiene desperdicio, y leído de corrido te entran unas ganas locas de ver cómo se las han apañado para trabajar con elementos tan antagónicos y haber salido bien parados: una chica con serios problemas de alcohol que le afectan a la hora de cometer tonterías cada vez más trascendentales, se traslada al pueblecito donde creció para reiniciar su maltrecha vida. Allí con ayuda de los viejos amigos de la infancia, empezará a encontrar el orden vital que anhelaba, aunque una serie de increíbles acontecimientos la llevarán a abrazar el caos más absoluto. Y es que en Seúl un monstruo y un robot han aparecido después de un montón de años y amenazan con destruir todo lo que se les ponga por delante. 

Con el apoyo inestimable de aparatos tecnológicos domésticos como la televisión, el móvil o la Tablet, ambos continentes (América y Asia) conectarán su destino desde lo más mínimo hasta lo más trascendental. No sabemos si el objetivo marcado es el de criticar algunos aspectos de la globalización actual en la que nos movemos, o si tan singular peripecia es fruto de un guion hilvanado tras una estimulante ingesta de alcohol, pero lo cierto es que el desarrollo argumental se mueve en unos parámetros que van desde lo enigmático hasta lo bizarro sin haber término medio. Bueno sí que lo hay, una suerte de eternas y aburridas conversaciones a trago limpio en la que se habla de lo divino y humano sin quenada de lo que se diga pueda llegar a importar.

Lo que sí está claro es que Nacho Vigalondo no deja indiferente. Tiene una legión de seguidores que celebran cada uno de sus trabajos como si no hubiera un mañana mientras otros lo destripan sin piedad. Colossal gana enteros cuando nos explica todo lo que está sucediendo en Corea, con esas peleas épicas entre seres monstruosos que nos retrotraen a las míticos films de la productora Toho sobre Godzilla; pero se desinfla de forma alarmante en cuanto pisa terreno yanqui y nos sumerge en ese acartonado melodrama en el que actores de solvencia contrastada como la guapa Anne Hathaway (2016 no fue un buen año para ella, ya que su otro estreno fue la infumable Alicia a través del espejo) o Jason Sudekis (mucho más efectivo y creíble en las comedias alocadas que suele protagonizar) se pierden en diálogos inoperantes que quieren resultar relevantes y no pasan de intrascendentes.​