CRÏTICA DE CINE

Francofonia: El arte de los vencedores

Transcurridos 13 años de la exquisita El arca Rusa, ese prodigio de técnica y poesía visual en el museo Hermitage de San Petesburgo, el realizador Alexander Sokurov emplea el recurso de la fragmentación para desarrollar su film ensayo Francofonia, donde entre otras cosas teje relaciones entre el Arte y la Historia, el Arte y el Tiempo, el Arte y el Poder, con el pretexto de un recorrido muy acotado en las instalaciones del museo del Louvre.

 

Drama | 87 min. | Francia-Alemania 2015

Título: Francofonia. 
Título original: Francofonia, le Louvre sous l’Occupation. 
Director: Alexandr Sokurov.
Guión: Alexandr Sokurov.
Actores: Vincent Nemeth, Benjamin Utzerath, Johanna Korthals Altes, Andrey Chelpanov.  
Estreno en España: 03/06/2016 
Productora: Idéale Audience / Musée du Louvre.

Distribuidora: Wanda Visión.

 

Sinopsis

En la Francia ocupada de la II Guerra Mundial, las autoridades nazis decidieron proteger, pese a las circunstancias, la mayor y más valiosa colección de pintura del mundo: el Museo del Louvre. A través de la historia de Jacques Jaujard y el conde Franz Wolff-Metternich, en el París de 1940, Sokurov explora la relación entre el arte y el poder, siendo el Louvre el principal lugar de la civilización viva. Ambos hombres protegieron los tesoros de dicho museo al mismo tiempo que los grandes ejércitos arrasaban el corazón de la civilización dejando muchas víctimas por delante.

Crítica

Transcurridos 13 años de la exquisita El arca Rusa, ese prodigio de técnica y poesía visual en el museo Hermitage de San Petesburgo, el realizador Alexander Sokurov emplea el recurso de la fragmentación para desarrollar su film ensayo Francofonia, donde entre otras cosas teje relaciones entre el Arte y la Historia, el Arte y el Tiempo, el Arte y el Poder, con el pretexto de un recorrido muy acotado en las instalaciones del museo del Louvre.

Si tal vez la idea del cineasta ruso se concentrara en una reflexión profunda sobre Europa durante y post Segunda Guerra en relación a la perdurabilidad del patrimonio artístico parisino, queda a medio camino al utilizar la dialéctica de contrastes con la trágica suerte que corriera el derrotado pueblo ruso y la destrucción total de su patrimonio artístico cultural por un ejército Nazi que no preservó absolutamente nada cuando la realidad en Francia fue exactamente todo lo contrario.

¿Derrota total de la idea del Arte como el salvador de la humanidad? 

La metáfora que Sokurov expone no es otra que la de un buque carguero con destino a la preservación de obras artísticas del Louvre en un mar embravecido que no respeta ni siquiera la historia. ¿Signo de los tiempos modernos? ¿Derrota total de la idea del Arte como el salvador de la humanidad?.

Parece que la historia siempre la escriben aquellos que vencen.

Parece que la historia siempre la escriben aquellos que vencen y entonces reflota otra idea concentrada en el Arte desde su faz exhibicionista o fetichista como botín de guerra; como expresión del colonialismo europeo que surge desde otra capa narrativa en este ensayo a partir de la incorporación de la figura fantasmática de Napoleón Bonaparte, personaje -no casual- que acompaña a Sokurov en su tour por los pasillos del Louvre donde se hace foco no sólo en cuadros sino en esculturas.

Los cuerpos esculpidos sobreviven al paso del tiempo y de las guerras y la cámara se aproxima con tal precisión que parece tocarlos en ese letargo eterno que evoca al proceso en que fueron concebidos.

También la evocación es otro elemento que se conecta con este collage desde la ficcionalización de dos personajes históricos claves en la historia del museo del Louvre, el aristocrático militar enviado por el fuhrer,  Franz Wolff-Metterniche,  encargado de preservar el museo y su antagonista el burócrata francés Jaques Jaujard en aquel momento director del museo. Ambos, en bandos opuestos, con un objetivo común: que la luz de la Ciudad Luz no se extinga a pesar de la penumbra y el oscurantismo de los conquistadores.

Francofonia no es una obra maestra y tampoco representa dentro de la extensa carrera del director Alexander Sokurov un cambio de rumbo, sino la continuidad de algo que comenzara con El Arca Rusa y que tomara al Arte como el reflejo de la historia, con la férrea convicción de que allí se concentra lo mejor de la humanidad a pesar de la humanidad. http://cinefreaks.net/