CRÍTICA DE CINE

Guardián y Verdugo: El factor humano

Avalada por el Premio del Público dentro de la sección Panorama en el Festival de Cine de Berlín de 2016 aterriza en nuestra cartelera este intenso drama judicial basado en hechos reales contextualizado en la Sudáfrica de hace tres décadas. 

Drama | 92 min. | USA-Alemania-Sudáfrica 2016

Título: Guardián y Verdugo.
Título original: Seoul Station.
Director: Oliver Schmitz.
Guión: Brian Cox.
Intérpretes: Steve Coogan, Garion Dowds, Andrea Riseborough, Robert Hobbs.

Estreno en España: 12/05/2017 
Productora: Distant Horizon / Videovision Entertainment

Distribuidora: Filmax.

Sinopsis

En 1987, 164 personas fueron ejecutadas en el corredor de la muerte de Pretoria, Sudáfrica. Jon Weber es el abogado encargado de defender ante un juez a Leon, un joven guardia de la prisión de máxima seguridad de Pretoria traumatizado por todas las ejecuciones que ha presenciado. Basada en hechos reales, esta es la historia que puso la pena de muerte en duda y cambió la historia.

Crítica

Avalada por el Premio del Público dentro de la sección Panorama en el Festival de Cine de Berlín de 2016 aterriza en nuestra cartelera este intenso drama judicial basado en hechos reales contextualizado en la Sudáfrica de hace tres décadas, un periodo en donde todavía existía la pena de muerte (fue abolida años más tarde con la llegada de Nelson Mandela al poder). El film ahonda en las tropelías que tenían lugar en las cárceles de máxima seguridad de Pretoria, lugar donde se ajusticiaba de manera harto violenta a todo aquel que osaba retar al poder.

Aquí lo importante es el desencadenante de la tragedia y no la tragedia en sí misma.

La acción arranca de manera tajante. Asistimos horrorizados a la raíz de los hechos que se desarrollarán a lo largo del metraje. Un joven guarda asesina a sangre fría a un grupo de deportistas negros que viajan en autobús. El homicidio múltiple a sangre fría no admite dudas, pero hete aquí que el perspicaz abogado defensor del culpable se las ingeniará para darle la vuelta a la tortilla y llevar el caso al terreno de la crítica del sistema judicial imperante.  Aunque se admitan los hechos lo importante es el desencadenante de la tragedia y no la tragedia en sí mismo. El debate estará servido, y la intriga judicial también, con una fiscalía enrocada en aplicar la ley pura y dura, y un valedor de las causas imposibles intentando conmutar la pena de muerte del procesado por una sentencia menor.

El drama se divide en dos segmentos alternativos  bastante desequilibrados. El primero es el que acontece en la corte judicial, bastante poco original en un marco visto una y mil veces en obras de este corte. Mil y un “protesto mi señoría”; testigos y pruebas de última hora para favorecer el factor sorpresa, y rifirrafes técnicos entre los agentes dictaminantes. Todo este tirar de vademécum debilita un conjunto que se salva gracias a esos momentos en los que se pone imagen a la barbarie. Lo que se hacía en aquellas cárceles era de auténtico juzgado de guardia (chiste fácil), y los encargados de llevar a buen puerto la trama no escatiman en imágenes duras que dejarán impresionado al espectador. Para que nos hagamos una idea es como si estuviéramos viendo La Milla Verde en versión hardcore.  

En cuanto al apartado artístico se refiere, aunque se trate de una coproducción entre tres países: Alemania, Estados Unidos y Sudáfrica, el elenco actoral principal está formado por intérpretes británicos de solvencia contrastada, destacando el protagónico de Steve Coogan (hay muchas ganas de ver por aquí la tercera parte de su serie para televisión The Trip, rodada íntegramente en España) y la participación de Andrea Riseborough, vista en films como Birdman u Oblivion. La dirección corre a cargo del realizador sudafricano de ascendencia germana Oliver Schmidt, quien alcanzó buenas críticas con su anterior trabajo Le secret de Chanda, que no disfrutó de estreno por aquí. 

En cuanto al apartado artístico se refiere, aunque se trate de una coproducción entre tres países: Alemania, Estados Unidos y Sudáfrica, el elenco actoral principal está formado por intérpretes británicos de solvencia contrastada, destacando el protagónico de Steve Coogan (hay muchas ganas de ver por aquí la tercera parte de su serie para televisión The Trip, rodada íntegramente en España) y la participación de Andrea Riseborough, vista en films como Birdman u Oblivion. La dirección corre a cargo del realizador sudafricano de ascendencia germana Oliver Schmidt, quien alcanzó buenas críticas con su anterior trabajo Le secret de Chanda, que no disfrutó de estreno por aquí. 

Schmidt, apoyado por el apasionado guion firmado por Brian Cox (no confundir con el actor) se apega a una fórmula segura y lenta pero refinada que sólo funciona en contra de la historia cuando el cineasta cree que está descubriendo nuevos conocimientos sobre la pena de muerte. De todas formas es incuestionable su talento para traer grandes temas a la gran pantalla de forma microcósmica y significativa, tal y como ya había demostrado en algunos de sus primeros trabajos para la gran pantalla, caso de Mapantsula (donde mezclaba de manera atinada gangsters y apartheid) o Joburg Stories.