CRÍTICA DE CINE

Habitación 212: Retales de una vida

Película dirigida por Christophe Honoré y producida por Philippe Martin y David Thion.

Habitación 212

Cartelera España 3 de julio  

Título original

Chambre 212
Año
Duración
86 min.
País
 Francia
Dirección

Christophe Honoré

Guion

Christophe Honoré

Fotografía

Rémy Chevrin

Reparto

Chiara MastroianniBenjamin BiolayVincent LacosteCamille CottinCarole BouquetHarrison ArevaloKolia AbiteboulMarie-Christine Adam

Productora

Les Films Pelléas

Género
ComediaRomanceDrama | Comedia dramáticaComedia romántica
Sinopsis
Tras 20 años de matrimonio, Maria decide dejarlo todo atrás y empezar una nueva vida. El primer paso es hospedarse en la habitación 212 del hotel que se encuentra enfrente a la casa en la que vive con su marido. Con el paso de las horas, se pregunta si ha tomado la decisión correcta. 
Distribuidora: Noucinemart
 
CRÍTICA

Nos hallamos ante el último trabajo hasta la fecha del cineasta francés Christophe Honoré, de quien hace bastante poco también se estrenó en nuestros cines la muy estimable Vivir deprisa, amar despacio. En esta ocasión nos brinda un trasunto de pieza teatral que acontece a lo largo de una noche.

Honoré aborda temas que, aunque puedan parecer reiterativos, siguen siendo de los más efectivo para entusiasmar al espectador: el amor y la traición. Maria ( Chiara Mastroianni, reconocida por su papel con el premio a la mejor interpretación en la sección Un Certain Regard del último Festival de Cannes) es una atractiva profesora universitaria que, sin escrúpulos, seduce a muchos de los hombres que conoce, especialmente a sus estudiantes. El único inconveniente que María no parece considerar es Richard ( Benjamin Biolay ), su esposo durante más de 25 años.

El problema que tienen los dos protagonistas (y qué por esas casualidades de la vida también tuvieron en la vida real) es que no viajan en la misma onda: después de haber descubierto la traición, Richard no puede creerlo y está decepcionado. Para Maria, en cambio, no hay nada anormal, pues se trata de la única forma pausible y necesaria para que un matrimonio perdure en el tiempo. Ahora que su equilibrio como pareja se ha desvanecido, María cree que podría ser la oportunidad correcta para probar su matrimonio y comprender sobre todo si, además de la rutina y la monotonía de una pareja, todavía hay un atisbo de amor.

La Habitación 212 a la que hace referencia el titulo se encuentra ubicada en el Hotel Lenox Montparnasse, justo en frente del edificio donde vive. María huye de su casa por la noche y toma una habitación de hotel, desde donde podrá ver qué le sucede a Richard en la casa de enfrente. A partir de este momento, la película abre la puerta a una historia coral, donde los personajes principales serán el tiempo, los sentimientos, los recuerdos, los deseos y los remordimientos.

María se encuentra reviviendo una noche mágica, donde tendrá la oportunidad de verse a sí misma y a su matrimonio con otros ojos, para encontrarse cara a cara con sus errores y su voluntad. Verá a Richard ( Vincent Lacoste ) de quien se enamoró hace veinte años y su amada profesora de piano Irène ( Camille Cottin ), todos sus amantes y sus elecciones pasadas, revivirán la pasión de la relación con Richard a los veinte y verá la vida que pudo haber tenido con Irène.

Otros fantasmas que parecen confrontar a María sobre su supuesta imprudencia en los asuntos románticos incluyen, inexplicablemente, un imitador de Charles Aznavour y, más predeciblemente, su difunta madre (Marie-Christine Adam), quien trajo los proverbiales recibos de la aversión de María a la monogamia. Es decir, una lista de los nombres de todos los tipos con los que alguna vez se conectó, incluido uno de los primos de María, y todos los cuales eventualmente se unieron a ella en la habitación del hotel para un juicio.

El director crea una puesta en escena teatral que profundiza en los sentimientos del alma humana en un momento tan delicado como la traición o el final de una larga historia de "amor", y para ello se vale de una serie de recursos estructurales muy válidos  que nunca cae en lágrimas fáciles, drama o lástima. Honoré quiere que el espectador entienda que la historia que está a punto de ver es ficción, es lo que sucede cuando nos dejamos envolver por la imaginación que solo una historia cinematográfica puede brindarnos.

Si hay que poner algun pero, es el de que el desarrollo argumental va perdiendo fuelle a medida que avanza el metraje, y así pasamos de una magnífica escena inicial, donde el uso del voyeurismo y los diálogos dan la base para una película carismática y brillante, a un meollo atrayente y muy simpático, y a posteriori a un clímax final un tanto predecible. Pero es pecata minuta y hay que rendirse a los parabienes de la interpretación de la hija del gran Marcello, que aquí demuestra una vez más aquello que se suele decir de "de casta le viene al galgo".