CRÍTICA DE CINE

Heidi: La niña que susurraba a las cabras

A los encargados de llevar a la pantalla esta nueva versión en imagen real se les ha de reconocer el esmero puesto a la hora de ambientar de la forma más realista posible tanto la novela como la posterior serie televisiva. 

Drama | 106 min | Suiza-Alemania 2015

Título: Heidi. 
Título original: Heidi.
Director: Alain Gsponer.
Guión: Petra Biondina Volpe.
Actores: Bruno Ganz, Katharina Shuttler, Jella Haase, Anuk Steffen, 
Estreno en España: 26/08/2016 
Productora: Claussen Wöbke Putz Filmproduktion. 

Distribuidora: Emon.

 

Sinopsis

Heidi es una huérfana de cinco años, criada por su abuelo en las montañas suizas. Junto a su amigo, Pedro el cabrero, cuida de las cabras del abuelo y disfruta de la libertad en las montañas. Pero un día su tía Dete decide llevársela a la ciudad de Frankfurt para educarla y cuidar de Klara, una niña inválida de familia adinerada. La simpatía de Heidi y su inocencia hará que viva nuevas aventuras en compañía de Klara. 

Crítica

Pues sí, aunque parezca mentira aquí tenemos la enésima adaptación al cine del clásico infantil escrito por Johanna Spiry a finales del siglo XIX. ¿Era necesario volver a explicar la historia de la niña que se crió entre cabras? Pues seguramente no, porque en el imaginario colectivo de los que ya tenemos cierta edad, recordamos la gloriosa serie japonesa dirigida por el maestro de la animación Isao Takahata (La tumba de las luciérnagas) y que en España se emitió hace ya un buen puñado de años.

De todas formas a los encargados de llevar a la pantalla esta nueva versión en imagen real se les ha de reconocer el esmero puesto a la hora de ambientar de la forma más realista posible tanto la novela como la posterior serie televisiva. El riesgo de sacar adelante una producción de este estilo es alto, ya que el guión circula por terrenos conocidos y en ningún momento puede llegar a sorprender con giros inesperados.

Conscientes de que pocos desconocen una trama que se podría recitar de memoria, se centran más en lograr un diseño de producción creíble y de dotar al conjunto de una veracidad formal que en manos de cualquier otro podría haber resultado un descalabro.

El riesgo de sacar adelante una producción de este estilo es alto.

Así, en el polo positivo se han de destacar las espectaculares localizaciones donde transcurre la primera y última parte del film (por supuesto, nos referimos a las estampas localizadas en los impresionantes Alpes suizos), así como la contagiosa música que acompaña durante todo el metraje. Mientras que en el lado negativo hay que hacer constar la poca pericia demostrada para ofrecer un acabado que pudiera captar de alguna manera a las plateas más menudas.

En muchos momentos de la película parece que el objetivo sea más provocar una sensación de añoranza hacia el público adulto, que pudo disfrutar en sus días mozos de las obras seminales en vez de adaptarse a las nuevas generaciones hablándoles de tú a tú.

En el polo positivo se han de destacar las espectaculares localizaciones donde transcurre el film.

En este sentido, se podría poner la mano en el fuego a la hora de afirmar que si se toma el clásico de 1937, interpretado por la repelente aunque famosísima Shirley Temple, y efectuáramos un ejercicio de mimetismo con la versión más moderna que ahora se estrena, las diferencias serían mínimas. A la propuesta le falta punch, aunque algún malpensado pueda ver cierto paralelismo entre la sonrisa perenne de la niña protagonista y El Jóker de Batman o Escuadrón Suicida.  Pero la pobre huérfana no tiene ni de lejos tan malas intenciones y es todo bondad y corazón.

Para los que gusten de profundizar un poco en las películas y en sus acotaciones se puede hablar de que los temas más importantes tratados sean tanto el del menosprecio de la gran ciudad y la continua alabanza a la vida rural y sobre todo el de la diferencia de clases, plasmado de forma harto elocuente en la relación que mantienen señores y criados en la gran mansión alemana, donde se recluye a Heidi para que haga compañía a Clara.

Se nota que los actores se lo han pasado muy bien interpretando sus respectivos roles, empezando por un Bruno Ganz, quien aquí dispone de la oportunidad pintiparada de componer un personaje duro, de pocas palabras, pero con un gran corazón, muy alejado de aquellos encargos tan trascendentales como fueran interpretar a Hitler en la magistral El hundimiento o al polémico ensayista italiano Tiziano Terzani en El fin es mi principio (2010).

Le acompañan, a parte de la debutante y ya citada Anuk Steffen como Heidi, una pléyade de actores alemanes y holandeses bastante experimentados pero que no han conocido el éxito más allá de sus fronteras (nombres que no suenan mucho como Lilian Naef, Christoph Gaugler, Peter Jecklin o Marietta Jemmi).

El encargado de dirigir esta colorista aunque algo aséptica adaptación ha sido el realizador suizo Alain Gsponer, quien ya había hecho sus pinitos al principio de su carrera con la historia que al final acabaría convirtiendo en largometraje con un corto de tres minutos de duración llamado simple y llanamente Heidi, y en el que se preguntaba si la imagen de Suiza como Heidiland, que tantos autóctonos han contribuido a difundir a todos los rincones de la Tierra, correspondía a algún tipo de realidad. Pues se ve que sí, porque el Heidi de 2016 está trufada de tópicos por todos lados.