CRÍTICA DE CINE ARGENTINO

La Guarida del Lobo: El hombre de los perros

La vida tranquila de un hombre de montaña, Toco, se ve alterada luego de encontrarse a un hombre tirado en la vera del camino (Gaston Pauls) a quién ayudará a recuperarse.

Thriller| 94 min. |Argentina| 2019

Título: La Guarida del Lobo.
Título original: La Guarida del Lobo.

Director: Alex Tossenberger.
Guión: Alex Tossenberger.

Intérpretes: Gastón Pauls, José Luis Gioia, Víctor Laplace, Adriano Giannini.

Estreno: 5 de abril.
Productora: 

Distribuidora: 3C Films Group

 

Sinopsis

En un valle nevado, Toco, un viejo montañés, viaja con su trineo tirado por perros. Durante la travesía se encuentra con un hombre tirado a la vera del camino. Preocupado, lo lleva a su casa. Se trata de Vicente, de aspecto citadino. Cuando recupera su conciencia, se deslumbra con los trineos y con la destreza de Toco con su íntima relación con esos animales casi lobos. Le pide que le enseñe a manejar trineos. Toco acepta, y en medio de la convivencia, aparece un hombre interesado en comprar su propiedad. Toco no quiere vender, el hombre insiste, la compra se convierte en una obsesión. Crece la tensión, y los hombres al igual que los lobos mostrarán toda su naturaleza salvaje.

Crítica 

La panorámica de la Patagonia nevada al comienzo de este opus de Alex Tossenberger nos transmite desolación pero también una sensación de inmensa tranquilidad. No es tanta la soledad cuando se está acompañado de valles majestuosos, vegetación y naturaleza en su estado salvaje. Pareciera que sobran los hombres en ese territorio para muchos desconocido y para otros refugio de cualquier irrupción del otro mundo, ese del vértigo sin sentido, el de las redes que atrapan más que comunicar, que vive de prisa y sin entender hacia dónde se corre, contra qué enemigo se pelea. 

Es destacable que el director de Gigantes de Valdes no caiga en la tentación de revelar el pasado de ambos personajes porque el presente de la trama es lo que prevalece aún cuando se introduce la llegada de un tercero (Víctor Laplace).

De repente, un hombre y su trineo, sus perros, su existencia interrumpida porque debe atender a un herido, un extraño al costado de una ruta con un auto tapado por el hielo. En el intercambio de palabras, en la primera impresión tanto uno como el otro se libran al azar del vínculo. La primera sensación es que el herido (Gastón Pauls) no puede continuar su viaje y necesita curar sus heridas para volver a caminar en óptimas condiciones. El hombre de los perros (José Luis Gioia)lo lleva a su hogar y desde allí comenzará un doble camino iniciático.

La guarida del lobo es una película atípica en sus primeros tercios y algo predecible en su tercer acto. La singularidad de este relato de una simpleza admirable es la forma de construir el vínculo entre Toco (Gioia) y Vicente (Pauls), ambos con pasado oculto tanto para la historia como para el espectador, pero sobre todo con rasgos de humanidad entre la hostilidad del paisaje y la presencia salvaje desde lo animal. Hay una referencia a la vida del samurai desde la literatura de Mishima y algo de ese camino del samurai se traspola en el viaje de Vicente, una vez curada su herida con la dilatación de su partida, mientras aprende de los perros, de la convivencia con Toco y así se prepara para manejar el trineo en ese terreno absolutamente desconocido y peligroso para quien no respeta las leyes no escritas de la naturaleza y del trato con el semejante.

Es destacable que el director de Gigantes de Valdes no caiga en la tentación de revelar el pasado de ambos personajes porque el presente de la trama es lo que prevalece aún cuando se introduce la llegada de un tercero (Víctor Laplace), hombre oscuro que pretende hacerse de las miles de hectáreas y destrozar el paisaje para emprendimientos capitalistas, a pesar de las insistentes negativas de Toco y su expresa renuncia a los millones ofrecidos.

Mentor y aprendiz quizás es uno de los modelos que sostienen la relación y empatía entre el hombre de los perros y el hombre en fuga. La soledad de aquel que escapa de algo o alguien y la de aquel que elige quedarse en compañía de animales, con quienes se conecta desde la animalidad más que en su carácter de hombre solitario.

José Luis Giogia en su rol de ermitaño podría tranquilamente ser un personaje literario pensado por  Anton Chejov, con sus perros, su trineo, sus borracheras, papel soñado para muchos actores secundarios que necesitan oportunidades como ésta para lucirse y así edificar un rumbo distinto en sus carreras como le pasara a Guillermo Francella una vez estrenada El secreto de sus ojos. Pero ese lucimiento también tiene como responsables a Gastón Pauls y al propio Alex Tossenberger.

No obstante, con La guarida del lobo sucede algo similar que con otras producciones argentinas con valores diferentes en lo que hace a la propuesta cinematográfica per sé pero que comparten el defecto de las resoluciones apresuradas o los cambios abruptos con intenciones de sorprender cuando muchas veces no es necesario hacerlo. Ese desequilibrio sin embargo no opaca el resultado positivo y tampoco somete al film a un largo cuestionario sobre la toma de decisiones durante el desarrollo de la trama.

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