CRÍTICA DE CINE

La Última Primavera: Alma y verdad

La última primavera

Título original
La última primavera
Año
Duración
77 min.
País
 España
Dirección
Guion
Isabel Lamberti, Lenina Ungari
Música
Miguel Hernández Muñoz
Fotografía
Jeroen Kiers
Reparto
Productora
Co-production España-Países Bajos (Holanda);
Ijswater Film & Television, Tourmalet Films
Género
Drama
Sinopsis
La familia Gabarre-Mendoza celebra el cumpleaños de su nieto cuando una inspección policial interrumpe el festejo. En la Cañada Real, un barrio de chabolas a las afueras de Madrid, surgen tensiones entre las autoridades y los vecinos, ya que los terrenos han sido vendidos y las familias son obligadas a abandonar las casas que ellos mismos han construido. Mientras, la madre, Agustina, pasa de ser una mujer muy alegre a vivir atormentada por el miedo; el padre, David, un chatarrero muy trabajador, intenta encontrar una solución, pero la burocracia del sistema les falla. Entretanto, los miembros más jóvenes de la familia -David hijo, la nuera y madre adolescente María y el joven Alejandro- luchan a su manera con sus vidas en la cuerda floja.
 
CRÍTICA DE DANIEL BERNAL

Pasó por el Festival de San Sebastián con buena acogida; tanto es así que se consagró con el Premio Nuevos Directores, y no es para menos, pues Isabel Lamberti es una prometedora cineasta que le gusta la fluidez y la veracidad en sus proyectos. Después de formar parte de la dirección de la serie Skam Holanda, famosa por su verismo y sus actuaciones noveles, se embarca en el mundo del largometraje con La última primavera, un primerizo trabajo tan real como la vida misma.

Para plasmar ese realismo que impone a la hora de filmar, la directora neerlandesa decide que sus protagonistas sean personajes no ficcionales y que la historia se centre exclusivamente en sus vidas. Esta cinta, que abraza al formato documental, se sitúa en la Cañada Real, un áspero, recóndito y hogareño lugar de las afueras de Madrid donde la familia protagonista, junto con otras familias, tendrá que verse en la obligación de mudarse tras haberles vendidos sus casas. Hay aspectos secundarios de la obra que la autora no ha querido detallar en profundidad y ha preferido centrar su mirada en los que realmente lo merecen.

Lejos de buscar un forzado dramatismo, Lamberti deja que la cámara capte la pureza de los protagonistas ahondando en las necesidades y motivaciones de cada uno de ellos. No hay que olvidar que lo que acaece en la pantalla es un tema cercano a nosotros y del que, desgraciadamente, apartamos la vista hacia otro lado; y es ese cruel realismo por el que tienen que pasar numerosas familias en este país, que aquí se ve reflejado, lo que más asusta y atemoriza.

Para afrontar los temores y problemáticas que nos golpea la vida, no necesitamos más que nuestro propio bote salvavidas para seguir hacia delante. Y es esa vía de escape la que consigue hacer más llevadero el día a día de las personas grabadas en cámara, ya sea el cariño mutuo de una pareja, el afecto familiar de un padre en busca de su bienestar o el deseo de un hijo de trabajar sea donde sea para encontrar su felicidad. Todos ellos afrontan un duro camino de aprendizaje personal donde hallan el refugio en sí mismos.

En definitiva, para el que escribe estas líneas, La última primavera  es un honesto docu-retrato sobre el valor de la amistad, la familia y el amor incondicional de una comunidad humilde y sin apegos. En su ópera prima, Isabel Lamberti narra con alma y verdad, proyecta una brillante luz en medio de una inevitable oscuridad y saca una sonrisa en los momentos más funestos. Recuerden, queridos lectores, que no se necesitan grandes cosas en esta vida para poder vivirla; la felicidad se puede encontrar en cualquier lugar. Hasta en un McDonald´s.