CRÍTICA DE CINE

L'immensità: Luces y sombras en la Roma de los 70

L-immensita

L'immensità

Cartelera España 28 de octubre

Título original

L'immensità
Año
Duración
98 min.
País
 Italia
Dirección

Emanuele Crialese

Guion

Emanuele Crialese, Francesca Manieri, Vittorio Moroni

Música

Rauelsson

Fotografía

Gergely Pohárnok

Reparto

Penélope CruzLuana GiulianiVincenzo AmatoAurora QuattrocchiGiuseppe PattavinaFilippo PucilloElena ArvigoLaura NardiAlvia RealeCarlo GalloRita De DonatoPatrizio Francioni

Productora
Coproducción Italia-Francia; 

Chapter 2, Wildside, France 3 Cinéma, Pathé, Canal+

Género
Drama | Años 70
Sinopsis
Roma, años 70. Clara y Felice acaban de mudarse a un piso nuevo. Su matrimonio está acabado: ya no se aman, pero son incapaces de separarse. Lo único que los mantiene unidos son sus hijos, en los que Clara vuelca su deseo de libertad. Adriana, la mayor, acaba de cumplir 12 años y presencia muy de cerca los estados de ánimo de Clara y las tensiones cada vez mayores entre sus padres. Adriana rechaza su nombre y su identidad, quiere convencer a todo el mundo de que es un chico, y su obstinación hace que el ya frágil equilibrio familiar alcance un punto de ruptura. Mientras los niños esperan una señal que los guíe, todo cambia a su alrededor y en su interior.
 
CRÍTICA

La nueva película de Emanuele Crialese, L’immensità, se caracteriza por su irregularidad. Tenemos la sensación de que el largometraje podía habernos ofrecido mucho más, pues existe un notable trabajo en el guion, a cargo del propio director, Francesca Manieri y Vittorio Moroni.

Es la historia de un drama familiar, de una familia italiana en la Roma de los 70. Clara y Felice atraviesan una tremenda crisis en su matrimonio. Apenas hay comunicación entre ellos. Solo silencio y reproches. Tienen tres hijos. La primogénita, Adriana, una adolescente en plena busca de su identidad de género. La problemática matrimonial cae en un excesivo esquematismo, carece de gancho, por previsible. El personaje de Felice, el marido, encarnado por Vincenzo Amato, es demasiado plano. Por su parte, la búsqueda que emprende Adriana, que anhela ser un chico, Andrea, está tratada con sinceridad, con el valor de lo auténtico.

El espectador puede intentar resolver la cuestión de si el sueño de Adriana de convertirse en chico, Andrea, responde más a una necesidad íntima, personal, o si ha sido propiciado por las desavenencias domésticas entre sus progenitores. Un espléndido Filippo Pucillo se mete en la piel de Andrea, que en su camino identitario descubre el universo marginal de los gitanos, en la periferia de una Roma inmersa en una vorágine urbanística al inicio de la década de los 70.

Allí conoce a una amiga, Sara, divertida, sensual, que potenciará su vitalismo y la ayudará a conocerse y conocer el mundo. En este sentido, las secuencias rodadas en los juncos son magníficas, ya que reflejan el entusiasmo de la adolescencia, la luz del deseo, las maravillas que la vida ofrece.

Con todo, la obra se asienta en la sublime interpretación de Penélope Cruz como madre de familia: Clara. Recuerda un tanto a la Loren de los papeles maduros, tan esplendorosa, la Loren de películas inolvidables como Una jornada particular (1977), de Ettore Scola. Clara es cariñosa, alegre, con sus tres hijos. Por el contrario, se muestra taciturna, indiferente con el marido, sabedora de que la engaña.

Los primeros planos, muy logrados, captan las diversas emociones que siente Clara, ya alegres, ya dolorosas. La superficialidad de las secuencias entre Felice y Clara se transforma cuando Clara y Andrea aparecen en la pantalla. Ahí el amor, el respeto, la comprensión. Ahí la conexión entre dos seres que afrontan una época compleja de cambios.

L'immensità alberga una extraordinaria ambientación setentera, con un meritorio trabajo en el vestuario y en los espacios, y una genial banda sonora, con canciones de Raffaella Carrà, Adriano Celentano, Fausto Leali y Patty Bravo, que, además de ayudar a su contextualización, enfatizan la sentimentalidad del filme.

Asimismo, sobresale el encanto de las secuencias corales, sobre todo las de los niños, repletas de ingenio, con la ascendencia del maestro Fellini. Crialese, al igual que Sorrentino, herederos de Fellini, manejan con tino la coralidad (en España sucedió algo parecido con el cine de José Luis Cuerda, que tuvo como modelo a Berlanga).

El laberinto subterráneo donde se pierden los pequeños se vincula, en una esfera simbólica, muy a lo Bergman, a las encrucijadas existenciales que tenemos que superar desde nuestra infancia. Uno piensa que L’immesità toma altura en los momentos protagonizados por los intérpretes infantiles y juveniles, y decae cuando quiere abordar las dificultades de los adultos.

Durante el visionado se percibe el poso biográfico del largometraje, como en Amarcord (1973), de Fellini. A este respecto, Crialese ha dicho: «Esta es una película que llevo toda la vida queriendo hacer; siempre era “mi próxima película”, pero acababa dejando paso a otra historia, como si todavía no hubiera alcanzado la madurez necesaria y no me sintiese suficientemente preparado. Es mi película más personal, un viaje en la memoria a través de recuerdos, a veces nítidos, y otras veces nebulosos, e impresiones de un tiempo pasado, revisitadas y reelaboradas desde la experiencia de hoy».

En conclusión, una película interesante, que se deja ver, con instantes luminosos, pero que, desde nuestra perspectiva, posee una discontinuidad que la ensombrece en varias partes del desarrollo fílmico.

Escribe Javier Herreros Revista Encadenados