CRÍTICA DE CINE

Nunca es tarde: Camino a la redención

Al Pacino, el actor que nos brindó grandes trabajos como Tarde de Perros, A la caza o El precio del poder se ha apuntado al carro de las viejas glorias que no paran de rodar, y en los últimos años va a una media de dos o tres películas al año. 

Comedia | 106 min. | USA 2015

Título: Nunca es tarde. 
Título original: Danny Collins.
Director: Dan Fogelman.
Guión: Dan Fogelman.
Actores: Al Pacino, Annette Bening, Jennifer Garner, Christopher Plummer
Estreno en España: 04/03/2016 
Productora: Inimitable Pictures, Big Indie Pictures.

Distribuidora: VerCine.

 

 

Sinopsis

Inspirada en una historia real, Al Pacino interpreta al envejecido rockero de los 70 Danny Collins, que a pesar de su edad no puede renunciar a su vida llena de excesos. Pero cuando su manager le descubre una carta sin entregar que le escribió John Lennon 40 años atrás, decide cambiar de rumbo y embarcarse en un inspirador viaje para redescubrir a su familia, encontrar el amor verdadero y comenzar un segundo acto.

Crítica

Lo primero que sorprende al acercarnos a la ficha técnica de Nunca es tarde es ver el nombre del director. Dan Fogelman era conocido hasta la fecha por ser el guionista de películas animadas para la Disney como Enredados y Cars, aunque también había hecho sus pinitos de realizador en un cortometraje titulado Shit Happens.

Ahora se atreve con su debut en el terreno del largometraje en una película puesta y dispuesta al servicio de uno de los más grandes actores de cine de todos los tiempos que aún pulula por las pantallas.

Nos referimos a Al Pacino, quien de un tiempo a esta parte parece estar haciendo bueno aquello que dijo Picasso de que “la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”. El actor que nos brindó grandes trabajos como Tarde de Perros, A la caza o El precio del poder se ha apuntado al carro de las viejas glorias que no paran de rodar, y en los últimos años va a una media de dos o tres películas al año. 

La sola presencia de Al Pacino hace que el interés por lo contado suba muchos enteros.

El problema surge cuando de todas esas producciones que va acumulando tan sólo existe un mínimo tanto por ciento que se pueda salvar de la quema de la indiferencia, y es que la mayoría de sus últimas interpretaciones dejan bastante que desear: Jack y su gemela, Tipos legales, Señor Manglehorn, La sombra del actor, Salomé

Pero resulta que de vez en cuando el actor pone su empeño en reverdecer viejos laureles, y demuestra que todavía posee ese duende delante de la cámara que le permite hacer crecer cualquier guion que en manos de otro actor menos sublime estaría destinado al fracaso más rotundo. Esto es precisamente lo que ocurre en Nunca es tarde, cuyo título original coincide con el nombre de su personaje: Danny Collins.

El formato estructural de la propuesta podría pasar perfectamente por una tv movie familiar de domingo por la tarde, pero su sola presencia hace que el interés por lo contado suba muchos enteros. De ahí que, de manera sorpresiva, el actor fuera nominado como mejor actor la última edición de los Globos de Oro, algo que el de Nueva York no conseguía (refiriéndonos a películas estrenadas en cines) desde 1993, cuando dio vida al malhumorado Coronel ciego de Esencia de mujer. 

En Nunca es tarde Pacino se pone en la piel de una reconocida estrella de la canción que da sus últimos coletazos de ballena en una gira final donde repasa sus éxitos musicales más laureados. El cantante, en franca decadencia tanto física como moral, lleva una vida bastante desaconsejable para alguien de su edad, abusando del alcohol y las drogas y llevando un tren de vida difícil de soportar.

Un hombre que lo ha conseguido todo en la vida a base de traicionar su propia esencia.

Es entonces cuando gracias a un regalo inesperado que le llega a través de su manáger (un bastante desaprovechado Christopher Plummer) se replanteará tanto su vida como su obra, fruto de lo cual tomará una serie de drásticas decisiones con el único fin de remendar los errores cometidos en el pasado. 

El punto de partida es cuanto menos atractivo. Un hombre que lo ha conseguido todo en la vida a base de traicionar su propia esencia podía haber constituido un auténtico vehículo de lujo para que el experimentado intérprete hubiera dado una lección de peso, pero en este caso el edulcorado, empalagoso y predecible guion no ayuda para nada. Navegamos entre sentimentalismos baratos y escenas que se contradicen unas a otras, y al final la sensación de vacío se adueña del conjunto.

Tampoco ayuda las elevadas dosis de histrionismo (y a veces de histerismo) que acompañan muchos de los momentos “cumbres” de la trama. 

La película es una suerte de  melodrama sin encanto, un mero esbozo de lo que podría haber sido ejecutado de manera medianamente eficiente,  con una imagen rudimentaria y monótona, y una composición tosca de los planos que dan la impresión de estar diseñados sin demasiada reflexión sobre lo que narra. Incluso las elecciones sobre los emplazamientos son extrañas, como si el director no supiera dónde poner la cámara.

Ninguno de los actores que aparecen en el transcurso de la película osa hacerle sombra al gran divo de la actuación, y así las presencias de Anette Benning, Jennifer Garner, Bobby Cannavale o el ya citado Christopher Plummer no pasan de ser anecdóticas. Mención aparte merece la niña hiperactiva que ejerce de nieta de Collins. Su constante inquietud y desparpajo parece pertenecer a otra película distinta, insuflando un ritmo frenético a los momentos en los que está en escena que contradice lo apático de lo que se muestra a su alrededor.

En definitiva, un bienintencionado intento con moraleja incluida de insuflar algo de vitalidad a la carrera de un actor que ya hace algunos años va camino del ocaso. Habrá que seguir esperando, porque Al Pacino puede que aún tenga un par de ases guardados en la manga.