CRÍTICA DE CINE

Okko, el hostal y sus fantasmas: En busca de la felicidad

Adaptación al anime de la novela juvenil escrita por Hiroko Reijō e ilustrada por Asami. Kitarô Kôsaka (Nasu: A Migratory Bird with Suitcase) dirige esta película escrita por Reiko Yoshida (Gekijo-ban Non Non Biyori: Vacation).

Animación| 94 min. | Japón | 2018

Título: Okko, el hostal y sus fantasmas.
Título original: Waka Okami wa Shōgakusei!
Director: Kitaro Kosaka.
Guión: Reiko Yoshida (Libros: Asami, Hiroko Reijo)
Voces: Nana Mizuki, Rina Endo, Yoko Asagami, Kana Hanazawa. 

Estreno en España: 31/05/2019 
Productora: Madhouse / DLE

Distribuidora: Cinemaran

 

Sinopsis

Después de perder a sus padres en un accidente de coche, Okko, una niña de diez años, se muda a vivir al campo con su abuela que dirige una posada tradicional japonesa de aguas termales. Mientras se prepara para ser la próxima dueña de la posada, Okko crece con la ayuda del fantasma Uri-bō y otros amigos misteriosos.

Crítica 

Aunque no estéis familiarizados con el estudio de anime Madhouse, es probable que hayáis visto algunos de sus recomendables trabajos: suyos son la hilarante y satírica adaptación del manga One-Punch Man, Batman: Gotham Knight; La chica que saltaba a través del tiempo; Nasu: Summer in Andalusia; Summer Wars; Paprika y muchos más.

 La trama argumental es de las de tener el pañuelo a mano a poco que se sea un poco sensible.

Su último éxito que podemos ver en cines a partir de este viernes es Okko. El Hostal y sus fantasmas (Waka okami wa shôgakusei!, 2018), adaptación de las novelas juveniles del escritor Hiroko Reijo ilustradas por Asami de mismo titulo. Okko es una película que se tiene que disfrutar en compañía de otros espectadores, sobre todo si se quiere experimentar la magia y el encanto que envuelve a una producción que destila cariño por todos sus poros.

La trama argumental es de las de tener el pañuelo a mano a poco que se sea un poco sensible: Después de disfrutar del festival anual en honor a las aguas termales que recorren el campo japonés, Oriko Seki, llamada Okko por sus amigos y familiares, sufre una gran tragedia durante su viaje de regreso a casa situada en la ciudad. Falleciendo sus padres debido a un brutal accidente de trafico, Sin ninguna otra familia que la acoja, Okko acaba mudándose con su abuela Mineko Seki, propietaria de una posada en la localidad de Hananoyu, que descansa sobre una antigua fuente termal conocida por sus propiedades curativas. Allí, nuestra heroína no solo aprenderá las tradiciones que mantienen el funcionamiento de la posada, sino que, con la ayuda de dos espíritus un pelín inquietos, se dará cuenta de lo valioso que puede llegar a ser ayudar a las persones que lo necesitan.

Estamos ante otro ejemplo claro y diáfano de que la animación es un medio ideal para contar historias importantes que calan, y de qué manera. Con frecuencia se ridiculiza por pensar que sólo está dirigida a las plateas más menudas o por estar consideradas como vehículos menores y débiles si se comparan con las producciones de acción en vivo. Si eres de ese tipo de personas, ni te acerques a este estreno ni revises títulos recientes tan fundamentales como Your Name o la nominada al Oscar Mi Hermana Mirai. Se puede afirmar sin rubor alguno que Okko tiene la capacidad de hechizar a su audiencia, debido en gran parte por su capacidad de tratar temas complicados con una delicadeza apabullante.

Al fin y al cabo nos encontramos ante una historia de dolor que nos habla de la aceptación de la pérdida de los seres queridos, pero está tratado de tal manera que se convierte en una eficaz exploración  del propio sentimiento de tristeza. Ya sea a través de la historia contada por el joven Uribo, el primer espíritu con el que se encuentra Okko, cuyos lazos con la posada trascienden el tiempo y el espacio; por Miyo, una niña que parece proteger al compañero de Okko; por Akane, un joven iracundo que viaja por el campo con su padre; o por otros personajes que van apareciendo a lo largo de la trama, cada persona con la que Okko se compromete ofrece una nueva perspectiva sobre su propia experiencia vital. Nunca la disminuye, ni se inclina hacia la condescendencia, sino que permite que Okko procese su dolor abriéndose a sí misma.

Ojo a la escena de compras en la ciudad. ¡Un autentico disfrute!. En definitiva, una auténtica joya que no debería pasar desapercibida.