CRÍTICA DE CINE

Touch Me Not (No Me Toques): Más allá de la carne

El filme, escrito y dirigido por Alina Pintilie, reflexiona sobre cómo experimentar la intimidad de una manera inesperada y cómo amar a otra persona sin perderse en ella.

Drama| 123 min. | Francia | 2018

Título: Touch Me Not (No Me Toques).
Título original: Touch Me Not.
Director: Adina Pintilie.
Guión: Adina Pintilie.
Actores: Laura Benson, Tómas Lemarquis, Dirk Lange, Hermann Mueller.

Estreno: 14/06/2019 
Productora: Manekino Film / 4 Proof Film / Agitprop / Les films de l'etranger.

Distribuidora: Good Films.

 

Sinopsis

La película aborda el viaje emocional en el que se sumergen Laura (Laura Benson), Tomás (Tómas Lemarquis) y Christian (Christian Bayerlein) en su afán por buscar cómo formalizar su intimidad y su sexualidad. Esto les atrae al igual que les asusta, aunque sus ganas por liberarse de sus ataduras y de lo impuesto por la sociedad como correcto es mas fuerte. 

Crítica de Marcial Moreno

¿De qué trata esta película? Esa es la pregunta que plantea la directora, haciéndose eco de una de las actrices, al comienzo del filme. En las postrimerías la pregunta reaparece, y como al principio queda sin respuesta. ¿No se ha progresado nada? ¿No hemos descubierto su razón de ser? ¿Qué sabemos de ella?

Esta producción del cine rumano, en colaboración con otros países, primer largo de la directora Adina Pintilie, ganadora del Oso de Oro a la mejor película en el Festival de Berlín del pasado año, ha sido objeto de entusiastas elogios y desaforados ataques. No es una obra que se ajuste a moldes preestablecidos, y se tiene la sensación de que la intención no es en ningún momento provocar un determinado efecto en el espectador, sino que se mueve en una lógica interna que se ofrece a la mirada pero que no hace concesiones que la desnaturalicen.

Así las cosas es difícil quedar indiferente ante ella. A partir de ahí cuestionar su naturaleza no es un gesto retórico ni una añagaza para jugar con el espectador. Es más. Es en esa pregunta donde reside la esencia de la película. La obsesión por las respuestas impide conceder el valor que tienen a las preguntas, y esta obra es eso, una pregunta, una búsqueda, un cuestionamiento. En primer lugar sobre lo que la pantalla recoge, y, dando un salto metalingüístico, sobre el artefacto cinematográfico mismo.

Cuerpos y almas. Indagación de lo que hay más allá del cuerpo pero sin negarlo, recorriéndolo, tomándolo como el único camino posible que permite trascenderlo. Ya no es la materia corruptora que veda el acceso a lo más noble, sino su única puerta de entrada.

Cuerpos y almas. Indagación de lo que hay más allá del cuerpo pero sin negarlo, recorriéndolo, tomándolo como el único camino posible que permite trascenderlo. Ya no es la materia corruptora que veda el acceso a lo más noble, sino su única puerta de entrada.

En el primer encuentro de Laura con el prostituto descubre un texto escrito en su cuerpo. Y de eso se trata, de leer el texto que el cuerpo contiene, de interpretarlo y capturar su significado. La tarea es ardua por cuando el lenguaje es extraño, desconocido, y por lo tanto habrá que observarlo, examinar sus peculiaridades, intentar ver a través de él. Y eso es a lo que se apresta Laura sentada ante el cuerpo desnudo del hombre. Y eso es lo que hacemos todos a través de su mirada.

La película no ofrece por tanto una solución al enigma, ni revela, en consecuencia, su naturaleza. No está construida desde la mirada omnisciente de quien dirige al espectador por los caminos previamente trazados. En un gesto de honestidad extrema invita a recorrer trayectos aún desconocidos, se pregunta una y otra vez qué hay detrás de lo inmediato, de la superficie, y penetra en esa superficie con el propósito de trascenderla afirmándola.

El hecho de que la película se haga presente y la directora se involucre a sí misma en lo filmado, y con ella todos los que estamos al otro lado de la cámara, confiere al relato la veracidad que la mera ficción excluye. Todos nosotros acompañamos a los personajes, compartimos la misma búsqueda que ellos, experimentamos las mismas dificultades con las que se encuentran. En un momento dado Tomas y Adina intercambian sus posiciones, pero la película sigue su curso, porque en este juego de mirar y ser mirado todos somos agentes activos y sujetos pasivos, porque no hay nada más allá de la acción de mirar, porque la mirada es la razón de ser de esta película, como lo es del cine en sí mismo, y es en ese sentido en el que esta película nos habla del cine.

Estamos ante la eterna dialéctica entre lo material y lo inmaterial, el ser y el parecer, el fondo y la forma. Pero, aun aceptándola, la propuesta que aquí se nos presenta no opta por soluciones integradoras que la lleven a la síntesis definitiva, tampoco por la negación de uno de sus extremos y la consiguiente reducción a su opuesto. Su posición es mucho más modesta. Se trata de admitir la polaridad y aceptarla en sus términos, preguntándose cómo se articula. Es la búsqueda del alma a través del cuerpo, celebrando su presencia y a la vez su transparencia. Un cuerpo que no puede mantener su opacidad en la misma medida en que no puede desaparecer. En última instancia todo consiste en hacer de la oposición el verdadero campo de acción, sin aspirar a reconciliaciones que invaliden sus elementos constitutivos.

En lugar de optar por cuerpos bellos y jóvenes, la directora presenta la carne ajena a cualquier pulsión erótica. Lo contrario habría sido conferir a lo material una pujanza que rompería el equilibrio buscado, la necesidad de la convivencia de ambos órdenes. La imagen de la carne no atrapa al observador, sino que facilita el tránsito a lo que esconde, lo demanda incluso. Desvía la mirada, la remite a lo oculto. Pero al mismo tiempo reafirma su existencia. La disociación entre ambos mundos nunca rompe la conexión que entre ellos existe.

La directora recorre minuciosamente los cuerpos mientas escuchamos las confesiones de sus dueños; hace hablar a Tomas de la pérdida del vello corporal como una liberación, pero sin apartarse de sus rasgos; observa la materia e introduce unos diálogos que no están sincronizados con ella; hace a los personajes explorarse con las yemas de sus dedos para llegar a lo más íntimo, que no es lo inmediato; propicia el grito liberador de Laura, su exposición más honda, a través del contacto físico; anuda la sensibilidad musical del travesti con su cuerpo equívoco.

Pero aun así, lo realmente brillante de la película no es tanto el planteamiento, con lo fascinante que resulta, sino la espléndida puesta en escena con la que lo envuelve, lo que en realidad no es sino, plena de coherencia, otra forma de reintroducir la tensión necesaria entre ambos polos en conflicto, lo que el ojo ofrece y lo que a él se esconde, lo que la cámara capta y lo que persigue. La necesidad constitutiva del parecer en la construcción del ser.

Ya hemos hablado de la elección de los cuerpos, de la presencia del hecho fílmico, de la introducción del narrador en lo narrado. Y podemos añadir la presencia constante de cristales tras los que en muchas ocasiones se sitúan los personajes, jugando un papel, a la vez, de un escaparate que deja atisbar lo que contiene y una prisión de la que no se puede escapar, una prisión con apariencia frágil, aunque insoslayable.

Juega también la directora con la ausencia de la profundidad de campo. Los planos abiertos siempre constan de un término enfocado frente a otro difuminado, y muchas veces de personajes que transitan entre uno y otro, ofreciendo esa sensación de descubrimiento siempre inacabado, de aparecer a la luz y sumirse en la indefinición, constatando por tanto la dificultad de aprehender con plenitud lo oculto.

Una película que indaga en los sentimientos de sus personajes adopta sin embargo una mira fría y distante. La abundancia de trazos geométricos que los envuelven o la preminencia hasta la asfixia del color blanco diseñan ese ambiente aséptico, racional, desangelado con el que está construida. Pero lejos de significar una contradicción ratifica su planteamiento, pues distingue una vez más la búsqueda de lo buscado. La calidez de los sentimientos que se persiguen, las lágrimas derramadas, la implicación emocional de los protagonistas, no contradicen el trabajo sistemático, meticuloso y preciso mediante el cual se puede acceder a ellos.

Como el cirujano que secciona la carne con toda la destreza, profesionalidad y distanciamiento de los que es capaz para llegar a su objetivo, así lo hace esta película en la persecución de las almas. Cierto es que el cirujano no puede operarse a sí mismo, pero sí que puede ponerse en manos de otros cuando lo necesita, y de ellos esperará el mismo trato profesional que es capaz de ofrecer. Así lo hace la directora cuando opta por ponerse delante de la cámara y ser también cuestionada.

Y al final todo queda más o menos igual. Cuerpos que esconden sentimientos, prisiones que no acaban de ser derribadas, muros que hay que franquear, insistencia, reconocimiento, distancia. Cine que indaga, preguntas sin respuesta. Preguntas que son respuestas. Revista Encadenados.