CRÍTICA DE CINE

El último Blockbuster: Sé amable y rebobina

El último Blockbuster

 
Título original
The Last Blockbuster
Año
Duración
86 min.
País
 Estados Unidos
Dirección
Guion
Zeke Kamm
Fotografía
Gary Eidsmoe, Noah Mucci
Reparto
Productora
Popmotion Pictures, September Club
Género
Documental | Documental sobre cine
Sinopsis
Documental sobre la última tienda de videoclub 'Blockbuster' en Bend (Oregon). La cadena de videoclubs llegó a tener hasta 9.000 locales repartidos por todo el mundo, algunos con un catálogo físico de VHS de decenas de miles de películas, mucho mayor que la mayoría de las plataformas actuales de streaming. Pero varios errores empresariales y la irrupción del consumo del cine por formaro digital acabó finalmente con su negocio.
 
CRÍTICA

¿Cómo hablar de ese documental sin apelar a la nostalgia y sin explicar las propias experiencias vividas por uno en cuanto a su relación con los videoclubs se refiere?. Los que crecimos en los ochenta y nos convertimos en adultos en los noventa podemos dar fe que nuestros espacios religiosos de peregrinación semanal no eran precisamente las iglesias, sino estos templos de almacenamiento cinematográfico cuya progresiva desaparición supuso un auténtico shock para todos nosotros. Pero los tiempos cambiaron, y al igual que los frikis de entonces eramos tratados como bichos raros y ahora somos vistos como el paradigma de lo cool los servicios de streaming ofrecidos por las mil y una plataformas actualmente existentes acabaron por dar la puntilla a un negocio que ya venía dando bandazos desde hacía tiempo.

Los que vivíamos en pueblos teníamos nuestro videoclub del barrio, pero en las grandes urbes lo que se llevaba era el Blockbuster de turno, una franquicia estadounidense de videoclubes, especializada en alquiler de cine y videojuegos a través de tiendas físicas, servicios por correo y video bajo demanda. Fue fundada en 1985 por David Cook, tuvo un gran crecimiento en los años 1990, y tras ser adquirida por Viacom llegó a controlar el 25% de la cuota de mercado mundial de videoclubes. En 2004 contaba con más de 9000 establecimientos a nivel mundial. Aquí se nos explica que en la actualidad todavía queda uno de estos locales en pie, un foco de resistencia que cada año parece que va a desaparecer pero que sobrevive ante la incredulidad de quienes no le daban más que algunos meses de vida. Este milagro de militancia antidiluviana tiene lugar en una pequeña ciudad de Oregón llamada Bend. Allí parece que el tiempo se ha detenido, con todos esos clientes buscando la última novedad videográfica mientras pasean por los interminables pasillos llenos de estantes.

Por el documental van pululando diversos personajes, algunos muy conocidos y otros no tanto, que nos cuentan sus experiencias vitales que tuvieron que ver con este tipo de negocio de entretenimiento. Por supuesto no podía faltar el inefable Kevin Smith, quien alcanzara cielo y gloria con aquellas descacharrantes propuestas minimalistas tituladas Clerks y Clerks II en las que la acción se centraba en la interactuación entre clientes y encargados de un videoclub.No sale Tarantino, aunque algunos de los entrevistados se refieren a él como elemento seminal a la hora de glorificar estos espacios. Todos ellos tienen en común una suerte de idolatría hacia el elemento físico de las cintas que contienen las películas, en algunos casos rayando lo surrealista, como aquel momento en el que uno de los personajes que aparecen en pantalla alcanza el éxtasis con el sonido de apertura de una cartuchera, como si fuera uno de los sonidos más hermosos de la naturaleza.

Pero si alguien destaca sobremanera a lo largo y ancho de esta valiosa filmación es la delegada de la franquicia que lleva media vida atendiendo el local, una persona anónima quien de la noche a la mañana, y ante la avalancha de cierres del sector se sorprendió como la última mohicana de Blockbuster, alguien que alcanzó visibilidad gracias a que, como último reducto de la marca, su tienda se convirtió en centro de peregrinación obligada para todos los que aún quieren reverdecer viejos laureles. En realidad quedaban dos tiendas abiertas, pero la penúltima, que precismanete había recibido un tesoro en forma de donación por parte de un conocido late night, no pudo mantenerse viva, y acabó claudicando ante la realidad. La condición de exclusividad quedaba en manos del negocio que da título al documental, y suponemos que este punto diferencial tiene buena parte de culpa de que, a día de hoy, todavía pueda seguir sosteniéndose. Y, como no, también sale un compatriota nuestro que trabajó en uno de estos monstruos con pies de barro y que no dudó en recorrer cuantos kilómetros de pusieran en su camino con tal de hacerse un selfie en el santuario del “cine de culto".

Os estaréis preguntando si el documental, aparte de teorizar sobre las causas y consecuencias de la desaparición de este tipo de negocio, se plantea como puede ser que aún permanezca inalterable esta especie de Galia que se niega a rendirse a los tótems del streaming. Pues sí lo hace, y la respuesta es de aquellas que nos invita a la reflexión. Muchos se preguntan si es que en esta pequeña ciudad norteamericana el acceso a internet es muy limitado, o si es que la mayoría de vecinos son de avanzada edad y ya no están para avances tecnológicos…pero la respuesta es mucho más simple: la gente sigue alquilando películas en el videoclub porque son personas clamadas, individuos que saborean el placer de pasear, bien sea por el campo o por el local, sin necesidad alguna de que el implacable algoritmo acabe decidiendo que es lo que más nos conviene ver a cada momento. A estas alturas de la película debe de resultar hermoso tener la sensación de que finalmente eres tu el que toma la decisión de algo, y no que los demás la toman por ti, y solo por eso ya vale la pena hacer todo lo posible para que este ultimísimo espacio de socialización donde se puede comentar con tu vecino de consulta qué película es mejor o peor no desparezca.

En definitiva, nos hallamos ante un documental fascinante y atractivo que muestra el ascenso y la caída de la compañía como si fiera una especie de episodio de telerealidad sobre el funcionamiento diario de esta rama restante. Cuenta una historia que es a la vez una mirada cálida a una época en la que alquilar un video para el fin de semana era prácticamente un rito de iniciación para una generación y, por otro lado, un relato deprimente de pura codicia corporativa y pésima toma de decisiones. Todo salpicado de comentarios de celebridades como el citado Kevin Smith, Adam Brody, Jamie Kennedy y Lloyd Kaufman.

Como revela la película, Blockbuster tuvo la oportunidad de comprar Netflix en un momento dado, pero se negó. Ironías del destino...