CRÍTICA DE CINE

Últimos días en el desierto: La reflexión lejos de la civilización

Los últimos días en el desierto se aleja de todo el despliegue necesario para representar las civilizaciones de la época de Cristo, y nos traslada a un lugar igual de impactante que insospechado.

Drama | 95 min. | USA 2015

Título: Últimos días en el desierto.
Título original: Last Days in the Desert.
Director: Rodrigo García.
Guión: Rodrigo García.
Actores: Ewan McGregor, Tye Sheridan, Ayelet Zurer, Ciarán Hinds.

Estreno en España: 31/03/2017 
Productora: Mockingbird Pictures.

Distribuidora: VerCine.

 

Sinopsis

En medio de un árido paisaje, ante la fatiga y alucinaciones, Jesús tiene un encuentro con el Diablo, quien está más que ansioso de tentar al exhausto viajero. 

Crítica

Estamos acostumbrados, y más durante la Semana Santa, a esas epopeyas cinematográficas protagonizadas por Jesucristo, o relacionadas con su vida y su tiempo, en las que la influencia del péplum se hace presente en una ambientación impactante, con hordas de romanos que acompañan historias siempre épicas. Los últimos días en el desierto, sin embargo, se aleja de todo el despliegue necesario para representar las civilizaciones de la época de Cristo, y nos traslada a un lugar igual de impactante que insospechado.

En la película observamos una historia no basada en lo estrictamente señalado en la Biblia.

En la película observamos una historia no basada en lo estrictamente señalado en la Biblia, donde se aprovecha una trama sencilla para abordar la reflexión de temas de gran importancia, y siempre relacionados con el propio Jesucristo, al que da vida Ewan Mcgregor, sus conflictos internos y reflexiones.

El desdoblamiento del actor

El elemento fundamental, reseñado siempre que se hablaba de los 40 días de Jesús en el desierto, son las tentaciones del diablo. Una serie de pruebas que el hijo de Dios debía superar en su soledad y durante el largo ayuno que experimentó. 

Aquí, llama la atención cómo el diablo se hace presente en la figura del propio Mcgregor, que se desdobla para interpretar a ambos personajes. Esta decisión no hace sino ahondar en la idea de que la verdadera lucha que se presenta de Jesús es consigo mismo, y sus conflictos internos a la hora de afrontar su destino. El actor hace así un interesante ejercicio donde no dudamos en ningún momento, y sólo viendo las expresiones de los rostros, quién es Jesucristo y quién el diablo.

Entre ellos se presenta además una interesante relación, más allá de una simple rivalidad, donde el propio diablo teoriza junto a Cristo sobre la obra de su padre, y pone sobre la mesa una de las temáticas presentes a lo largo de toda la historia: la muerte. 

Un desierto para la eternidad

Se suele abusar del concepto del paisaje como personaje de la película, especialmente cuando éste cobra importancia en los planos a través de su espacio en el cuadro y el tiempo. En este caso el desierto no funciona como un personaje más, pero se configura como un marco que diferencia la obra de otras muchas adaptaciones y, en general, de la mayoría de las películas.

Ese escenario sin vida cobra especial protagonismo a la hora de embellecer cada plano y dar gran veracidad a todo el conjunto, sin duda gracias a ser al completo una localización natural. Este embellecimiento se refuerza con la maravillosa banda sonora original. Lejos de ser un alarde musical que desentone con el resto de la película, se configura igual que el desierto mismo: un fondo sencillo que cobra importancia en momentos clave, otorgando una fuerza imposible de conseguir de otra manera.

Temáticas subyacentes

Nos encontramos ante una película tranquila, quizás incluso lenta en su superficie. Pero al igual que muchos ríos que parecen tranquilos, esconde un gran número de turbulencias en el fondo. Se tratan temas capitales para Jesús y, en general, para el Nuevo Testamento, especialmente a través de la familia ficticia que aparece junto a Cristo. La relación de un hijo con el padre, y, sobre todo, la elección de seguir o no sus pasos y dictados. También la muerte, alrededor de la cual todos los personajes reflexionan, y que remarca su importancia gracias a una elipsis inesperada.

En definitiva, una obra bella en su factura y difícil de asimilar y quizás disfrutar por la elevada subtextualidad de las tramas que, en realidad, son las principales.