CRÓNICA DE LOS OSCARS 2020

LOS PARÁSITOS COREANOS CONQUISTAN HOLLYWOOD

Esta vez sí que podemos asegurar de que la pasada madrugada, en Hollywood, los Oscars han hecho historia. 

Crónica firmada por Laura Ayet y Aleix Sales

Esta vez sí que podemos asegurar de que la pasada madrugada, en Hollywood, los Oscars han hecho historia. Por primera vez en 92 años, la Academia ha premiado a una película de habla no inglesa como Mejor Película –The Artist (Michel Hazanavicius, 2011) era francesa, muda pero con una frase en inglés al final-. Hollywood, alérgico a los subtítulos, ha dado su estatuilla más preciada a un film de habla no inglesa, Gisaengchung. No sólo eso, Parásitos se ha coronado como absoluta ganadora de la noche en Hollywood, con otras 3 estatuillas, Mejor Director, Mejor Guión Original y Mejor Película Extranjera.

El éxito de Parásitos nos llena de orgullo por varias razones. Una de ellas es la originalidad, esa cualidad tan fresca que Hollywood siempre desea, y su capacidad de sorpresa. Otra es la naturalidad con la que el director Bong Joon Ho hace que los cambios de registro fluyan. También hay que recordar la crítica social de la película, que además la hace sin dejar de entretener, algo que hasta ahora parecía casi imposible. Parásitos parece que represente todo lo contrario a la rancia Academia. Una película que casualmente muestra la burbuja de los ricos y la bajada a la tierra (y a veces a los infiernos) de los más pobres, ha conseguido conectar con la élite de las estrellas. ¿Seguro que la han entendido? Su premio a mejor película era la alternativa renovadora a la pronosticada 1917 (Sam Mendes, 2019), de la cual nos dieron pistas cuando Bong Joon-Ho rompió los esquemas y se llevó el premio a mejor director ante el favorito Sam Mendes. Asimismo, el coreano trajo el primer premio para la cinematografía coreana en película internacional y supuso una vuelta al reconocimiento al guión extranjero, hecho que no sucedía desde que Almodóvar se llevara el Oscar por el libreto de Hable con ella (2002).

Las categorías interpretativas siguieron el patrón establecido. Al fin ya se puede decir que Joaquin Phoenix, uno de los mejores actores vivos, tiene ya estatuilla en su cuarto intento por Joker (Todd Phillips, 2019). En su discurso, Phoenix habló a favor del medio ambiente y no olvidó mencionar a su desaparecido hermano River. Político también fue el discurso de Pitt, mencionando la falta de transparencia en el Impeachment de Trump. Pitt recogió su segundo premio, el primero como actor, por su celebrado papel en Érase una vez… en Hollywood (Quentin Tarantino, 2019). Un reconocimiento oportuno a una de las estrellas más sólidas de la meca del cine. Renée Zellweger cumplió con la narrativa de la resucitada en su premio a la mejor actriz por Judy (Rupert Gold, 2019), que funcionó también como reconocimiento a Garland. Finalmente, una infatigable Laura Dern vio el cariño de la Academia hacia su persona materializado. Su discurso fue más personal, dedicado el premio a sus padres, Diane Ladd y Bruce Dern. Nos quedamos con su frase: “Te dicen que nunca conozcas a tus héroes. Pero yo los tengo como padres”. Bellas palabras de una figura imprescindible del cine de los últimos 30 años que al fin obtiene la medalla que le faltaba.

La gala empezó con un número musical de Janelle Monáe, homenajeando Fred Rogers y al actor que lo ha interpretado para la pantalla, uno de los más queridos de la Industria, Tom Hanks. Sorprendente también fue el homenaje en los ropajes a películas ignoradas como Midsommar (Ari Aster, 2019) o Yo soy Dolemite (Craig Brewer, 2019).

La música sigue fluyendo a lo largo de la Gala, unas veces más acertadas que otras. Nosotros tampoco sabemos qué hacía Eminem allí cantando Lose Yourself, canción del 2002, más allá de saldar una deuda con la Academia (en el año de su victoria no apareció por la gala para cantar) y ahogarse de un modo que esa misma noche no habría cruzado la pasarela, como otras personas de la gala sí que han hecho en su vida... Sí, seguimos hablando de la Gala de 2020. La joven Billie Eilish tampoco parecía ni comprenderlo ni conocerlo, quién versionó el clásico Yesterday para el emotivo In Memoriam, detrás de todo esto, por supuesto, la estrategia poco sutil de atraer al público más joven a ver la gala. Eilish estuvo algo dispersa y, realmente, no quedará como una de las interpretaciones más brillantes de la sección. Aunque nuestra parte musical de la Gala favorita fue, sin duda, la participación de Gisela en “Into the Unknown” de Frozen II, junto a intérpretes de diferentes países, todas cantando en diferentes idiomas y acompañando a Idina Menzel. ¿Todas? ¡Sí! La gala rotuló a Gisela como “Castilian” y la mexicana Carmen Sarahí canto en “Spanish”. Aún así, fue el momento musical más lucido –donde Gisela supo estar a la altura de las circunstancias, mostrar su rodaje en televisión y pasarlo mejor que bebiendo agua-, junto al de Mónae y una Cynthia Erivo bien metida en su papel. Un Randy Newman en piloto automático, Chrissy Metz defendiendo correctamente lo único defendible de Más allá de la esperanza (Roxann Dawson, 2019) y un Elton John con la alegría y festividad de alguien que se siente ganador –y ganó como todos los pronósticos auguraban por su “I’m gonna love again” para Rocketman (Dexter Fletcher, 2019)- completaron las actuaciones de una gala guiada por la música y con puntuales momentos cómicos, protagonizados por los múltiples presentadores que se repartieron las funciones de maestro de ceremonias.

Hildur Guðnadóttir cumplió y sumó un premio más a su palmarés por la banda sonora de Joker, empatando a 2 en el palmarés con Érase una vez… en Hollywood, quien añadió mejor diseño de producción a la estatuilla de Brad Pitt, y Le Mans’66 (James Mangold, 2019). La película de Mangold se hizo con efectos sonoros –impidiendo una dupla de 1917- y montaje, siguiendo con los pronósticos y añadiendo tensión a la batalla Parásitos vs 1917 al ver como la coreana se le escapaba un premio decisivo. La gloria de hace una semana en los BAFTA para Mendes se diluyó y se quedó con 3: sonido, el esperable y merecido premio para la dirección de fotografía de Roger Deakins y mejores efectos visuales, en un año muy divisivo para la categoría en el que la opción de Mendes era la de más consenso.

Pero si a Mendes la noche le supo a poco, Martin Scorsese volvió a repetir lo que es irse de vacío con 10 nominaciones, recordando ese cero de 2002 por Gangs of New York. Aunque tal vez no lo pasara tan mal como viendo la actuación de Eminem, suerte que el bueno de Bong estuvo allí para alabarlo a él y su obra. El irlandés se convierte así, en la tercera mayor perdedora de la historia junto a Valor de ley (Joel & Ethan Coen, 2010), La gran estafa americana (David O’Russell, 2013) y la citada Gangs of New York. Para nosotros resulta más triste esta perdedora que las comentadas, ya que era evidente que Scorsese quería dejar en una sola cinta todo su legado. Sentimentalismos a parte, ha sido la película más cara de todas las nominadas. Suponemos que Netflix también estará apenado, ya que le ha salido el tiro por la culata…

Afortunadamente, Mujercitas (Greta Gerwig, 2019) consiguió salvar los muebles y llevarse, como tenía que ser, el premio a mejor vestuario. Pero para mejor vestuario, los disfraces de gato en los que se enfundaron James Corden y Rebel Wilson, con una especial capacidad de autocrítica, al entregar el premio de efectos visuales, defendiendo que ellos saben bien de su necesidad al haber formado parte de Cats (Tom Hooper, 2019). Por otro lado, Taika Waititi batió a Gerwig y repitió gesta con el premio a mejor guión adaptado por la satírica  Jojo Rabbit. No sólo fue premiado ese tipo de humor esa noche, sino que en algún momento pareció ser la guía a seguir en la gala. Así pues, Steve Martin y Chris Rock hicieron una versión condensada del monólogo punzante, mientras que Kristen Wiig y Maya Rudolph salieron a hacer su habitual dueto de humor o Keanu Reeves y Diane Keaton dieron lugar al surrealismo controlado.

Completó el palmarés técnico el obvio galardón a mejor maquillaje para El escándalo (Jay Roach, 2018). No tan obvio, pero muy probable, fue el triunfo del documental producido por el matrimonio Obama American Factory (Steven Bognar, Julia Reichert). Era irresistible no reconocer algo en el que el posiblemente más apreciado Presidente de los Estados Unidos de la historia por Hollywood había participado, y así fue, imponiéndose a trabajos más aclamados por la crítica como Honeyland (Tamara Kotevska, Ljubomir Stefanov) o Para Sama (Waad al-Kateab, Edward Watts).

Uno de los shocks de la noche fue el sabor amargo que nos dejó que Sergio Pablos no subieran al escenario para agarrar el premio a mejor largometraje de animación por Klaus, tras arrasar en los Annie y llevarse el BAFTA. En su lugar, otra vez Pixar hizo el paseíllo, tal como apuntamos en nuestra porra, en calidad de opción de consenso. Y es que Toy Story no falla nunca. Finalmente, Hair Love (Matthew A. Cherry) y Learning to skateboard in a warzone (if you’re a girl (Carol Dysinger) cumplieron con los pronósticos de cortometraje de animación y documental, respectívamente, mientras que Marshall Curry, en su cuarta nominación, dio la campanada en cortometraje de ficción con la notable The Neigbor’s Window, pasando por delante de otras mejor posicionadas como Nefta Footbal Club (Yves Piat) o Fraternidad (Meryam Joobeur).

Estábamos muy pendientes de en qué categorías Parásitos sería el tapado, y ha resultado ser el “dark horse” de la noche. La Industria ha dejado de sonreír a películas más clásicas como 1917. El año pasado otorgó su premio a Green Book y sigue teniendo predilección por el verde del dinero, ya que Parásitos ha recaudado 38 Millones sólo en Estados Unidos, un milagro por el tipo de película que es, extranjera en muchos sentidos. Esperamos que este logro no sea una excepción y abra un mundo de oportunidades a un nuevo tipo de películas. Para finalizar, decir que la gala de este año ha perdido 6 millones de espectadores y que algunos de los comentarios más escuchados eran lo aburrida que ha sido la gala, como el año anterior. Pero, como suele pasar en este tipo de ceremonias, eso es un clásico que (por ahora) no pierde fuerza.