viernes. 26.04.2024
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FIRMAN LAURA AYET Y ALEIX SALES

MEJOR DIRECTOR

 

Uno de los argumentos por los que se dejó sin premio en 2021 a la magistral dirección de Steven Spielberg en West Side Story fue la confianza de saber que al año siguiente estrenaría Los Fabelman, el trabajo donde vierte más experiencias personales de su carrera. Era el consuelo que quedaba a los académicos a la hora de votar, que se decantaron acertadamente por valorar a Jane Campion en El poder del perro (2021). Por esta razón, y tras el aclamado recibimiento en el Festival de Toronto, Steven Spielberg partía como favorito en la carrera. Un cineasta que suma nueve nominaciones al premio, a 3 del récord de William Wyler, y empatado con Martin Scorsese pero que, sin embargo, el tercer Oscar se le lleva años resistiendo. Lo cierto es que siempre ha ganado cuando se trataba de una victoria incontestable, con La lista de Schindler (1993) y Salvar al soldado Ryan (1998), pero los nuevos aires de la Academia pueden considerar que su trabajo en Los Fabelman no sea tan rotundo como para volverlo a reconocer, frente a voces más jóvenes y alternativas. Dejando a un lado las preferencias de cada uno, innegablemente Los Fabelman vuelve a ser una lección del maestro, una película sobre cine que es cine en su máximo esplendor, vehiculado a través de un ejercicio de desnudez maravilloso. No hay absolutamente nada que sobre en ella y, a lo largo de sus 2 horas y media, todos los elementos entran cuando deben para lograr esa emoción que Spielberg sabe conseguir, pero en una de las ocasiones más equilibradas y puras, confiando en la imagen. Lo que a priori iba a ser un barrido en los premios se ha convertido, de momento, en un triunfo en los Globos de Oro -que siempre tienden a premiar grandes nombres-, pero la ausencia en los BAFTA debilitó su trayectoria, así como las derrotas en los Critics’ Choice y el premio del sindicato de directores (DGA), que acostumbra a ser el precursor más fiable. Estaremos atentos a si se obra el milagro, pero cada vez hay menos fe en que la mágica labor de Spielberg sea distinguida.

 

Porque están ellos, Dan Kwan y Daniel Scheinert, los Daniels, que triunfaron en los Critics’ choice y el DGA. Todo a la vez en todas partes es intencionadamente abrumadora a todos los niveles: visual, sonoro y estructural. Combina argumentos tan variados como una auditoría de Hacienda, un romance entre mujeres con perritos calientes por dedos, la búsqueda de una supervillana nihilista para destruir el universo, motivada por una vendetta por mala relación madre-hija y unas rocas que son… rocas. Y para cada uno, hay estilos dispares que abarcan todo tipo de géneros pero que, sin embargo, casan sin chirriar el salto de uno al otro. Es en este trabajo conciliación donde se aprecia la función de los Daniels detrás de las cámaras. Ellos son las estrellas del momento, han tirado la casa por la ventana y podría ser la ocasión por parte de la Academia de premiar a los que están dispuestos a reinventar el cine y adaptarlo a los modelos narrativos del siglo XXI.

 

En el último momento, tras una carrera infalible, se le escapó la nominación a mejor director por Tres anuncios en las afueras (2017), pero con Almas en pena de Inisherin Martin McDonagh ha logrado quitarse la espinita. Se trata de la nominación por el trabajo menos virtuoso técnicamente de los cinco, pero que esto no engañe, ya que en ella hay muchísimo esfuerzo y mérito. Por un lado, a la hora de dirigir a los actores en una película psicológicamente compleja, que transita por distintos tonos de un modo arriesgado sin que la propuesta resulte antipática. Al contrario, uno puede empatizar muy fácilmente con esta historia de amigos que dejan de serlo en la Irlanda de 1923. Además de la armonización, está también el reposado trabajo de cámara que se detiene a capturar el pueblo y los paisajes de Inisherin, con ese verde lleno de vida teñido por el gris del cielo, aportándole ese aire deprimente que afecta a todos los personajes. Apostar por ella sería poner en valor las disciplinas más elementales de la ficción, como es la importancia del trabajo actoral como defensa del pilar: el texto. Pero, precisamente, creemos que McDonagh tendrá más suerte en la categoría de guion, donde siempre se ha sentido más aclamado.

 

Para que TÁR sea TÁR, más allá de Cate Blanchett, hace falta un demiurgo que establezca confianza con la actriz para trabajar codo a codo. Esto es una parte fundamental de la dirección de TÁR, pero es que también está la puesta en escena gélida de Todd Field, inspirada en el Stanley Kubrick tardío de Eyes wide shut (1999), donde trabajó como actor. El caldo lento que es TÁR, que desde una extrañeza inicial va hirviendo hasta estallar, obedece a un cineasta como Field. La inestabilidad, lejanía y amenaza de la quiebra están presentes todo el rato desde la mirada de Field, con la que consigue pegar al espectador en la butaca para descubrir quién es en realidad Lydia Tár. Field no ha sido un director prolífico -3 películas en 21 años, la anterior a Tár es de 2006-, pero siempre ha estado presente en las nominaciones como guionista. El galardón por TÁR, aparte de apoyo a una conjunción perfecta de estilo-intérpretes-guión, sería una validación para animarle a tomar las riendas de la dirección más frecuentemente, ya que el savoir faire está a la hora de capturar el alma humana, en sus luces y sombras.

 

Exceptuando los periodos de los años 60 y 70, ocasionalmente se colaban directores por películas foráneas en la categoría, pero la ampliación de votantes, con el ingreso de miembros de todo el mundo, ha favorecido que desde 2018 haya habido al menos la presencia de un autor europeo o asiático en mejor director. Para este año sonaba Park Chan-wook, uno de los cineastas que han revolucionado más el lenguaje audiovisual de los últimos 20 años, con una joyita admirable como es Decision to leave, pero al final ha sido Ruben Östlund quien ha pisado el acelerador y entrado. Lógico, teniendo en cuenta que El triángulo de la tristeza ha logrado acceder a mejor guión y mejor película, certificando que la Palma de Oro de Cannes y los Oscar pueden volver a converger tras el éxito de Parásitos (Bong Joon-ho, 2019). Östlund consigue situarse en el punto medio deseado de firmar una película autoral que sea accesible para un público de masas, en este destripamiento de las élites podridas de dinero, la condición humana y las estructuras de poder. Con una estructura episódica donde en una primera parte apreciamos una vertiente más íntima en la presentación de la pareja de modelos central, una segunda más descriptiva y coral de personajes con la que brindar un sinfín de gags, y una tercera con la que explorar las dinámicas de grupo jerárquicas, Östlund aprovecha para mostrar un virtuosismo como director que, al mismo tiempo, acompaña a la narración. Para muestra, esos planos torcidos y cámara tambaleante para reforzar la sensación de mareo durante una cena de gala en medio de un temporal. Su condición de nominada sorpresa la sitúa en desventaja, además de la fuerte competencia, de modo que creemos, otra vez, que a Östlund le tocará quedarse sentado en la butaca del Dolby Theatre sonriendo por cortesía. Como harían los pasajeros de su barco.

Daniels (directores) - Wikipedia, la enciclopedia libre

Ganará: Dan Kwan, Daniel Scheinert - Todo a la vez en todas partes

Debería ganar: Steven Spielberg - Los Fabelman

Echamos en falta: Baz Luhrmann - Elvis

 

MEJOR CORTOMETRAJE DE FICCIÓN

 

El furor por Irlanda este año prosigue en el terreno de los cortometrajes con An Irish goodbye, de Tom Berkeley y Ross White, que explica el reencuentro de dos hermanos separados tras la prematura muerte de su madre. El carácter irlandés queda plasmado en esta película entrañable, con dejes cómicos un tanto simples, pero que hace brotar la lágrima en el ojo. Estupendamente interpretada, el dúo de cineastas sintetiza en poco más de 20 minutos lo que podría ser una clásica dramedia indie efectiva, llevándose el BAFTA y otras menciones en festivales. Para paliar las probables derrotas de Almas en pena de Inisherin y The quiet girl, puede ser un buen remedio.

 

La rival más directa es Le pupille, sobre todo por los nombres que tiene detrás. A la dirección y el guion, una autora que ha despuntado esta última década en el panorama italiano como Alice Rohrwacher, responsable de Lazzaro feliz (2018) o El país de las maravillas (2014). En la producción, Alfonso Cuarón. El estatus de prestigio y popularidad de ambos pueden proporcionarles un buen puñado de votos, pero Le pupille acompaña mucho. Un cuento de navidad adorable, repleto de ternura pero sin ñoñerías banales, ambientado en un internado religioso en tiempos de guerra y penurias. Con una mirada a la opresión de la religión y del poder eclesiástico, el film es altamente disfrutable por todos los públicos y es el más célebre de los nominados, gracias a su distribución en Disney+.

 

La carga social queda representada en la luxemburguesa The red suitcase, de Cyrus Neshvad, acerca de una chica iraniana que lo pasa mal a la hora de recoger su maleta y cruzar la puerta de llegada en el aeropuerto. El impacto de la revolución de las mujeres en Irán puede llevar a dar la campanada a esta peripecia de empoderamiento femenino frente a la subyugación masculina planificada, contado con nervio y optimizando todos sus recursos.

 

Ivalu, del ya ganador por Helium (2013) Anders Walter y Pipaluk K. Jørgensen, también tiene ese poso perturbador en la búsqueda de su hermano que realiza una niña en Groenlandia. Los parajes favorecen a un cortometraje que, no obstante, únicamente ha tenido presencia en los Oscar, lo cual significa que no ha sido muy visto ni tampoco llame la atención al votante que elige según criterios de prestigio que aportan las trayectorias en festivales. Lo escueto de la trama y la evidencia de su giro hacen flojear el conjunto, que solamente cuenta como baza principal el exotismo de su ubicación.

 

De otro país gélido como Noruega llega Night ride, de Eirik Tveiten. Este relato de una mujer que protagoniza un aventuroso viaje en tranvía la noche de Navidad, ha tenido un paso discreto y es el más problemático de los cinco a nivel de exposición, ya que se recrea en la humillación de una chica transexual, ganándose el calificativo de transfóbico por algunos usuarios, aparte de ser efectista en una narración que acaba derivando a un feel-good algo impostado. Inverosímil por momentos, elevado por sus actriz principal,  hay dudas de su victoria, pero no olvidemos que la Academia ha sido capaz de premiar maniqueísmos pornográficos como Skin (Guy Nattiv & Jaime Ray Newman, 2018).

An Irish Goodbye (Short 2022) - IMDb

Ganará: Tom Berkeley & Ross White - An Irish Goodbye

Debería ganar: Alice Rohrwacher - Le pupille  

 

MEJOR BANDA SONORA

 

La carrera por el Oscar a la mejor banda sonora original es la más interesante y competitiva de los últimos años.

La banda de rock Son Lux (Ryan Lott, Rafiq Bhatia e Ian Chang) impresionó con su primera banda sonora para una película en Todo a la vez en todas partes. Es un sonido con mucha instrumentación troceada y procesada para captar a la perfección las vibraciones del multiverso, esencial para ayudar a la audiencia a diferenciar los muchos mundos por los que salta Evelyn. La primera secuencia filmada y para la que prepararon la pieza fue una de las del universo con manos de hot dogs, y el lado ridículo ayudó al grupo a perder el miedo a experimentar con lo extravagante. La Academia en general ya es conservadora y más aún en esta categoría, no es fan de partituras de varios compositores y de dar reconocimiento al rock, ya que llevan una relación de tira y afloja desde la última década. Trent Reznor y Atticus Ross de Nine Inch Nails ganaron por la banda sonora de La red social (2010) de David Fincher , pero luego fueron rechazados por su trabajo igualmente inquietante en Millenium: Los hombres que no amaban a las mujeres (2011) y Perdida (2014), ambas también de Fincher. Aunque en 2020 ganó Jon Batiste con Soul, por cada Arcade Fire que es nominado por Her (Spike Jonze, 2013), hay un Junkie XL o Jonny Greenwood que quedan fuera por Mad Max: Fury Road (George Miller, 2015) y The Master (Paul Thomas Anderson, 2012), respectivamente. Es el pez que se muerde la cola, la película es muy apreciada y puede llevarse este Oscar por beneficio del efecto arrastre y a la vez, si Son Lux gana, esto demuestra que a la gente realmente le gusta el film y es un buen augurio para sus posibilidades entre los votantes en la categoría a Mejor Película.

Son Lux se enfrenta a veteranos muy célebres. Williams tiene cinco Oscar y un récord de 53 nominaciones. La partitura se compone de solos para piano (inspirados en el vínculo materno filial), arpa, guitarra y celesta. Williams explora musicalmente la historia del origen de Spielberg con la ventaja de haber conocido a su difunta madre, Leah Adler, una concertista de piano, y la amistad con el director desde sus comienzos. Anunciada como la última colaboración con Spielberg, tiene el voto sentimental y la ocasión para dar un sexto que hace 30 años que espera a una leyenda viva. Sin embargo, Los Fabelman puede resultar demasiado intimista y breve para los estándares del votante, así que podría pasar desapercibida.

Para Volker Bertelmann, la música influye fuertemente en la percepción de los espectadores y para el mal de la guerra debía romper las imágenes; no endulzar nada, y lo entendió de inmediato como lo quería hacer, lo llama “el sonido de Led Zeppelin” y se sustenta en tres acordes. Toda la banda sonora de Sin novedad en el frente está basada en ellos. Suenan muy modernos, pero fueron grabados en un instrumento de 100 años: un armonio que Volker heredó de su bisabuela, usado a modo de sintetizador, inyectando el aire, así es se escucha la maquinaria de este instrumento, se agrieta y cruje. Es una partitura casi atonal para ceñirse en la perspectiva emocional protagonista, pero sin abrumar al espectador y así poder destacar su desgarrador viaje, su desesperación e inutilidad delante de la situación en la que él mismo se metió, una guerra a la que fue con entusiasmo inicial. Sin novedad en el frente ganó el BAFTA inesperadamente y la acerca a la estatuilla, pero la partitura en global no destaca tanto como las otras nominadas, a pesar de su grato shock inicial.

 

A cuanta más música haya en la película, mayores serán las posibilidades, es evidente, por eso nadie se extrañó la noche en que Justin Hurwitz se llevó a casa el trofeo por componer una película musical original en 2016 por La La Land (Damien Chazelle), o que Ludovic Bource triunfara por escribir la partitura de pared a pared para una película muda en 2011 como The Artist (Michel Hazanavicius). Hurwitz dota a Babylon de un universo musical estridente para complementar la visión de Chazelle de la vida extrema durante el cambio sísmico de Hollywood del cine mudo al sonoro. Justin Hurwitz y Chazelle han trabajado juntos durante años desde la película debut del director, Guy and Madeline on a Park Bench (2009), hasta la que nos ocupa. Hurwitz quería asegurarse de que las instrumentaciones se basaran en música de jazz, que fuera apropiada para la época, pero evitando reproducir el sonido del jazz de la década de 1920. Mezcla ritmos de swing con música de baile contemporáneo, para mostrar el carácter de la película. Como el propio compositor reconoce, “estaba tratando de ser elaborado y un completo desastre al mismo tiempo”. Es un trabajo de 3 años con forma de 48 piezas. Aunque la potencia musical del film es innegable, a Hollywood sólo le gustan los autorretratos bonitos, siempre necesita verse guapo en el espejo, y esta ha sido la película más controvertida de la temporada de premios, una apuesta kamikaze que se ve reflejada en la tibia reacción de la taquilla americana, factores que podrían alejarlo de un triunfo que ya se dio en los Globos de Oro. En realidad, el inicio de Babylon, con la fiesta inicial, se asemeja al cine de Baz Luhrmann y su anarquismo trash. Es, sin duda, la obra más completa y relevante, pero su reconocimiento está por ver.

 

Carter Burwell dió en el clavo al adaptar un relato celta en forma de una composición con aire de cuento de hadas en Almas en pena de Inisherin. Esta elección juega con la naturaleza infantil del protagonista. Además, pone énfasis sobre la melancolía que lleva al abrupto final de una amistad de toda la vida que acarrea consecuencias nefastas, hace que la violencia física sea más alegórica e impregna de misticismo a la Isla de Inisherin. Mucho más original que el fácil cliché del sabor musical irlandés, sustituyendo los típicos violines por instrumentos de viento graves, como la flauta baja y el clarinete, clave para transmitir el viento que agita la Isla y, según las leyendas, el hábitat de las banshee. Nadie reconocía este longevo colaborador de los Coen hasta que firmó la delicada música de Carol (Todd Haynes, 2015), desde entonces se ha ido haciendo un hueco en las nominaciones, llegando a esta tercera. Su único inconveniente es que su competencia es más cantona y no ha sido reconocido en una carrera muy dividida.

Sin novedad en el frente': dónde ver, crítica, reparto, Oscar...

Ganará: Volker Bertelmann - Sin novedad en el frente

Debería ganar: Justin Hurwitz - Babylon

Echamos en falta: Hildur Guðnadóttir - Ellas hablan

 

MEJOR CANCIÓN

 

Que esta categoría suele ser un buen pretexto para reconocer a grandes figuras de la música es algo apreciable en la lista de nominados de este año, donde Lady Gaga y Rihanna figuran como candidatas, de la cual se perdió a Taylor Swift por el camino. Demasiada diva donde elegir, incluso para los Oscar. Hasta enero todo parecía que la estatuilla se la disputarían estas dos estrellas, dándole un voto de confianza mayor a Stefani Joanne Angelina Germanotta por haber filmado un baladón que puede sonar perfectamente en la radio (la prueba del algodón de cualquier canción), “Hold my hand”, para una de las grandes películas del año: Top Gun: Maverick. La de Gaga es un tema a la antigua usanza, al estilo de baladas románticas como “Up where we belong”, que tanto encandilaron a la Academia en los 80, la misma década en que la primera entrega de la saga de Tom Cruise piloto lo petó. “Hold my hand” es una canción de fácil escucha, sin demasiada sorpresa, aunque permite a Gaga hacer una entrega de su derroche de voz sin despeinarse y con suficiente potencia. Es una buena apuesta, pero el hecho de que la cantante de “Alejandro” ya ganara por un tema más icónico, “Shallow” de Ha nacido una estrella (Bradley Cooper, 2018), hace escasamente cuatro años le resta puntos. Por no hablar de la tormenta que ha descolocado a todo el planeta.

 

El fenómeno se llama “Naatu Naatu”, una composición made in Bollywood para la película RRR de S.S. Rajamouli, la cual se ha convertido en uno de los más grandes éxitos de la temporada. Para mucha gente, RRR ha sido una puerta de entrada a los cánones de Bollywood, es decir, mastodónticas películas de 3 horas, épicas, llenas de batallas y bailes, en una obra divertida, alocada de marcado discurso anticolonialista. La decisión de India de no escogerla como representante del país en la categoría de mejor película internacional mermó la única robusta posibilidad de dar batalla a Sin novedad en el frente, dejando la sensación de impotencia de muchos académicos al no poder votarla en esta categoría. “Naatu Naatu” parece la manera de recompensar esta ausencia forzada, pero es que además es una propuesta sólida por sí misma. La canción es pegadiza, original para el oyente occidental y, especialmente, la mejor integrada en la narrativa de las nominadas, resultando uno de los momentos cumbres de RRR. El triunfo por sorpresa en los Globos de Oro, siempre más dados a premiar a estrellas, y el amor que ha despertado la película hacen de ella la favorita. Únicamente el pase de su momentum, que se empieza a notar, y el hecho de competir contra otras cintas más nominadas podrían aguarle la fiesta. Pero, la verdad, la única ganadora a la que se parece “Naatu Naatu” es a “Jai Ho” de Slumdog Millionaire, mientras que “Hold my hand” tiene bastantes homólogas.

 

Rihanna llegó a tener un estatus de favorita por distintas razones: las expectativas al sacar nueva música después de años sin producir nada y el hecho de que sea para Black Panther: Wakanda Forever, celebración del orgullo afroamericano desde el cine de superhéroes, que ya hizo historia con su primera parte al colarse entre las nominadas a mejor película en 2018. “Lift me up” es una tierna canción de cuna que acompaña a uno de los momentos más emotivos de la película, el recordatorio al fallecido Chadwick Boseman, de modo que realza aún más el valor del tema. Sumado a que RiRi no tiene estatuilla, tenía todo bastante de cara para figurar en el palmarés, pero la canción no ha terminado de calar en el público, Black Panther: Wakanda Forever ha pinchado un poco en nominaciones ante su ausencia en Mejor Película -donde sí está la película de Lady Gaga-, y “Naatu Naatu” se trata del tema más viralizado y comentado de los nominados. Sombras que dificultan el camino de “Lift me up” a alzarse con el Oscar.

 

Quien sí que ha salido reforzada es “This is a life”, la sorpresa en la categoría, que acompaña a la máxima favorita de la noche: Todo a la vez en todas partes. Escrita por David Byrne, una de las cabezas de Talking Heads, junto a Ryan Lott y la japonesa Mitski, “This is a life” recoge la cuota indie -a falta de “New body rhumba” de LCD Soundsystem para Ruido de fondo- que interpela a muchos votantes en un tema progresivo, que reúne las temáticas del film, y de agradable escucha. Con su encanto particular, puede ser que entre menos que “Hold my hand”, “Naatu Naatu” o “Lift me up”, que van por delante de ella en la carrera, pero mejor canción es una categoría dada a triunfos imprevisibles, muchos de ellos apostando por un estilo alternativo en el que “This is a life” se inscribe perfectamente. El más reciente: “Fight for you” de la rapera H.E.R. para Judas y el Mesías Negro (Shaka King, 2020).

 

Finalmente, tenemos a la habitual inclusión de Diane Warren -la sexta consecutiva-, que ya se debe tomar como un running gag de la Academia, por “Applause” de la película Tell it like a woman, filmada por siete realizadoras distintas y que prácticamente nadie ha visto. Se trata de una nominación por nombre más que por contenido, ya que “Applause” es una convencionalísima balada pop hecha por Warren, que ni siquiera se cuenta entre sus mejores composiciones. Habiendo recibido el Oscar honorífico el año pasado -con el que se apacigua el sentimiento de deuda- y con un trabajo del montón para un film irrelevante, tremendamente irregular y por momentos bochornoso,, todo apunta a que Warren verá por decimocuarta vez como se le escapa un Oscar competitivo, en una tradición que solo se romperá cuando firme algo incontestable. Dudamos que este año rompa su racha, pero a veces los Oscar quieren llamar al caos.

RRR's Naatu Naatu wins historic Golden Globe for best original song - BBC  News

Ganará: “Naatu Naatu” - RRR

Debería ganar: “Hold my hand” - Top Gun: Maverick

Echamos en falta: LCD Soundsystem - “New Body Rhumba” - Ruido de fondo

 

MEJOR FOTOGRAFÍA

 

Este es el primer grupo de nominados sin ningún estadounidense desde 2013, lo que podría ser un signo de la creciente globalización de los votantes de la Academia, en lo que parece una carrera entre la australiana Mandy Walker y el británico James Friend.

Como predicción, el ganador de la ASC ha ganado el Oscar a la mejor fotografía en siete de los últimos 11 años, aunque todavía existe la posibilidad de sorpresas. Ya ha habido más de un chasco en la elección de las nominadas, sin Top Gun: Maverick o The Batman (Matt Reeves). La omisión de Claudio Miranda sorprende ya que es una de las mejores bazas de la película, teniendo en cuenta su innovador trabajo gracias al sistema de extensión de cámara Rialto de Sony, y el haber dominado en los premios de la crítica y los Critics’ Choice. Pero no son las únicas grandes ausencias. Otras omisiones notables incluyen al ganador de dos Oscar por La lista de Schindler (1993) y Salvar al soldado Ryan (1998), Janusz Kamiński por su colorido trabajo otra vez para Spielberg en Los Fabelman, o Hoyte van Hoytema, con la importancia de filmar en formato IMAX para sus innovadoras secuencias tanto diurnas como nocturnas y el dominio de acción en Nop, de Jordan Peele.

En seis de los últimos 10 premios Oscar, a mejor fotografía le gusta ir de la mano de mejor director; Claudio Miranda y Ang Lee por La vida de Pi (2012); Emmanuel Lubezki y Alfonso Cuarón por Gravity (2013); Lubezki y Alejandro G. Inarritu por Birdman (2014) y El Renacido (2015); Linus Sandgren  y  Damien Chazelle  por La La Land (2016); y Cuarón en ambos roles por Roma (2018). ¿Se mantendrá esta tendencia un año más?

La victoria de Mandy Walker supondría hacer finalmente historia en la categoría, y romper el techo de cristal, ya que es la tercera mujer nominada al Oscar a la mejor fotografía, tras Ari Wegner a lo John Ford en El poder del perro (Jane Campion) el año pasado y Rachel Morrison para Mudbound (Dee Rees, 2017). Walker tuvo la suerte de ver incluso la audición del actor principal para concebir sus ángulos y poder empezar desde el principio la transformación en el Rey del Rock. Utilizó dos tipos de lentes para resaltar el antes y el después de Las Vegas. Muchos ensayos en el escenario con Austin Butler eran realizados con el equipo de fotografía, para que mientras él practicaba la coreografía (también con el vestuario), el equipo aprendiera a bailar con la cámara con Elvis, familiarizándose con sus movimientos y cómo enfocarlos. La unión de los diferentes departamentos consiguiendo una especie de armonía se nota en la cohesión completa de toda la película, mediante esos planos en movimiento frenético made in Luhhrmann. Un ejemplo es aquí, ya que las pruebas de vestuario y maquillaje ya eran realizadas con las iluminaciones del futuro rodaje, y la meticulosidad en la mezcla de iluminación de la época con formas modernas, dan el vistoso resultado en las escenas del show del ‘68 y Las Vegas. La paleta de colores quiere simbolizar las diferentes etapas de Elvis y de América de manera paralela. Aunque esta cohesión puede ser una arma de doble filo, debido a que gran parte de la estética de la película se logra también a través del conjunto de la edición, el vestuario, el diseño de producción, los votantes pueden tener problemas para distinguir las contribuciones de Walker de las de los otros oficios. Como decíamos, el ganador del ASC suele coincidir con el Oscar, y Walker es quien se lo ha llevado este año.

 

La mayor competencia para Mandy Walker es la epopeya de la Primera Guerra Mundial filmada poéticamente, pero ninguna de las dos películas tiene aún el gato al agua. Por parte de Sin novedad en el frente, quizás la Academia no comparte el entusiasmo de otra obra antibelicista, 1917, que ganó cómodamente en esta categoría hace apenas unos años por sus dos falsos planos secuencia que la construyen. Si bien se podría argumentar que las imágenes de la alemana son mejores, la película en sí ofrece poco nuevo, ya que la sensación de guiar a los espectadores a través de una zona de batalla, como un soldado más ya ha sido recientemente explotada, también en la retirada de Dunkerque de Christophher Nolan. Es evidente que siempre supieron qué fotografiar, la importancia de encontrar una forma cinematográfica propia de crear el mayor horror para los soldados, intercalando ocasionalmente con algunos planos aterradoramente preciosos de naturaleza. Los planos comparando el lujo de los altos comandos con la miseria del soldado de a pie nunca habían sido tan descarados, pero poco más. Además, James Friend no ha sido nominado por la ASC, hecho que pondría teóricamente a Walker por delante. No obstante, de haber estado Friend, no sabemos si la directora de fotografía de Elvis habría ganado. Solo dos películas, Tiempos de gloria (Edward Zwick) en 1989 y El laberinto del fauno (Guillermo del Toro) en 2006, han reclamado el trono al Oscar sin una nominación del gremio. Con Miranda KO y sin una clara favorita, el triunfo en los BAFTA le da energía para un más que probable triunfo.

 

La Academia es el grupo más inclinado a apreciar una película sobre la majestuosidad de las salas de cine, especialmente cuando el paquete es tan dolorosamente hermoso a la vista y ensamblado por uno de los directores de fotografía más venerados de la industria. El imperio de la luz es la decimosexta nominación del legendario Deakins, ganador del Oscar por 1917 y Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017), por captar con exquisitez la costa inglesa, con sus hermosos cielos y mares de tonos agrisados, en la postal de amor al cine en los 80 de Sam Mendes. La dirección de Mendes y la fotografía de Deakins vuelven a maridar en una película que, aunque temáticamente diferente, reúne algunos paralelismos visuales, como la secuencia de los fuegos artificiales, equiparable a la caída de bombas en 1917. Ha estado en todos los precedentes que tenía que estar, pero no ha ganado nada, fruto de la poca pasión que ha despertado El imperio de la luz, una película que hace meses parecía una seria contrincante y, al final, no ha seducido.

 

Alejandro González Iñárritu difumina realidad y memoria en viaje semiautobiográfico a México. Iñárritu buscó en Bardo una sensación de movimiento perpetuo con su propia gramática visual, capaz de fluir entre primeros planos, planos medios y planos generales de forma líquida. Esta supone la primera nominación de Darius Khondji desde Evita (Alan Parker, 1996) y su primera colaboración con el director, quien esta vez no ha contado con Emmanuel Lubezki. El dúo se inspiró en la fotógrafa Vivian Maier y las pinturas de Paul Delvaux y Giorgio de Chirico, intentando alcanzar el lenguaje visual de grandes cineastas, como Roy Andersson. Aunque bebe de Federico Fellini, a Iñárritu se le ve el plumero hasta en el cartel y Bardo peca mucho de delirio onanista para su propio ego. El film no cuenta con un amplio apoyo dentro de la carrera, ya que ni siquiera consiguió la nominación a mejor película internacional, como muchos creían, pero la rama de directores de fotografía la ha salvado en el último minuto, reconociendo su aspecto más impresionante. Al igual que Deakins, Khondji es la única nominación de su película, hecho que la sitúa en desventaja. Pese a que los miembros de la Academia aprecian la pompa visual en un film, posiblemente prefieran dar su voto a competidores más queridos este año y con más categorías nominadas. Además, un detalle a recordar ahora que Iñárritu sólo ha conseguido una nominación: rememorando las palabras del director de hace 5 años, cuando tenía el respaldo de la Academia y lucía con orgullo El Renacido, Iñárritu rechazaba que los films fueran vistos en algo que no fuera una gran pantalla de cine, comparándolo a ver arte a través de una postal. Siendo Bardo otro intento de Netflix de intentar conseguir prestigio y atraer a directores de renombre a través de proyectos con cheque en blanco, la maldita hemeroteca le puede haber salido cara.

 

La percepción de que Tár es ante todo un escaparate de actuación para Cate Blanchett afianza la estatuilla para la intérprete, pero cómo otro lado de la moneda está el hecho que demerita el resultado de las otras categorías a las que la película está nominada. Tár es el logro más puro por lo que respecta en fotografía; desprovista de efectos digitales, pirotecnia o detalles de época, la película emplea composiciones elementales y movimientos de cámara limpios y quirúrgicamente precisos, con un estilo frío al servicio del carácter de su protagonista en la gélida Berlín. Si este premio se otorgará a escenas individuales, Hoffmeister fácilmente se lo llevaría a casa, pero la sorpresa en las nominaciones ya supo a bastante premio, y los otros trabajos saltan más a la vista a ojos del académico medio

Crítica de “Sin Novedad en el Frente”, un poderoso e importante relato  antibélico - La Estatuilla

Ganará: James Friend - Sin novedad en el frente

Debería ganar: Darius Khondji - Bardo

Echamos en falta: Janusz Kaminski - Los Fabelman

 

MEJOR ACTOR

 

A los Oscar les chifla cuando se interpreta a una persona real, el arte de contar historias a través del cine no deja de ser un pequeño acto de fe y un reto mayor para el espectador ver a ese actor y reconocerlo como un personaje real. No digamos si ya se trata de un icono como Abraham Lincoln, Stephen Hawking, Winston Churchill o Freddie Mercury. Para Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, 2018) mezclaron tres voces: la de Freddie, la de Malek y la de Marc Martel, considerado doble vocal de Queen y la voz más parecida a Mercury en toda la faz de la tierra. Con Austin Butler en Elvis, han mezclado sólo la del propio actor y la del Rey del Rock. El elogio de Butler es casi unánime, ganándose incluso el favor de los críticos a los que no les gustó la película, ya que emula los gestos, movimientos y voz sin caer en una imitación forzada, abordándolo de un modo muy natural. El arco del personaje también le acompaña, desde su ascenso juvenil hasta su decadencia más madura, pasando por el resurgimiento en Las Vegas que supuso el inicio de su final. Como el propio Butler comenta en las entrevistas, conectó con el Rey del Rock a través del dolor del luto, ya que ambos perdieron a su madre con la misma edad. Durante los últimos ocho años consecutivos, los BAFTA y los Oscar han coincidido en el premio al mejor actor. Eso incluye años en los que la carrera por el Oscar parecía reñida como en 2020, cuando Anthony Hopkins ganó por El padre (Florian Zeller, 2020) a pesar de que Chadwick Boseman era ampliamente favorito para ganar a título póstumo en los Oscar por La madre del blues (George C. Wolfe, 2020). Además, el reciente fallecimiento de la hija de Elvis, Lisa Marie Presley, podría activar el voto homenaje, acercándose más a la victoria.

 

Virtualmente, hace unos meses Brendan Fraser era el favorito para ganar el Oscar. No obstante, la Copa Volpi al mejor actor en Venecia para Colin Farrell empezó a sembrar dudas, que se han incrementado con los constantes triunfos de Butler. Pero alguien que ha resurgido puede volver resurgir y el triunfo de Fraser, quien solo contaba con el Critics’ Choice, en los SAG supone un chute de energía. La narrativa del regreso de Fraser, estrella a finales de los noventa cuyo acoso a mediados de los 2000 supuso una bajona en su carrera, lo cual le llevó a la depresión, tiene una carga emotiva potente y ha avanzado a toda máquina. El ave fénix que vuelve a la cima de la mano de un trabajazo que encandila siempre a la Academia, pero muchas veces no acaba de llegar hasta el final, véase Michael Keaton en Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2014) o Mickey Rourke en El luchador (2008), también de Daniel Aronofksy.  A la Academia no le suelen molestar las transformaciones de los actores a personajes obesos, pero la película no despierta el mismo nivel de simpatía por el personaje de Fraser y su trastorno, es un hombre incapaz de aceptar todos los cambios que se producen en su vida. La ballena no ha terminado de convencer a la Academia, quedándose fuera de mejor película o mejor guion adaptado, que habrían supuesto un fuerte empujón para subir al escenario. Su rival directo, Butler, parece contar con mayor apoyo en una película más del gusto de todo el mundo. Sin embargo, Fraser tiene mucha historia, y amigos también.

 

El veterano británico Bill Nighy consiguió por fin su primera nominación tras décadas de celebrados trabajos en cine y teatro, robando escenas por cada proyecto que pasa y dando matices hasta a los personajes más planos. Su conmovedor trabajo en Living (Oliver Hermanus), un retrato de un burócrata rígido y emocionalmente reprimido que se enfrenta a los últimos meses de su vida tras ser diagnosticado repentinamente con una enfermedad terminal, ha sido el definitivo para hacer justicia con esta bomba de carisma que es. La devastadora noticia lo inspira a dejar Londres para comenzar a vivir el momento y perseguir sus pasiones antes de que sea demasiado tarde, en una interpretación contenida y más seria de lo normal en él, con la que dar una faceta distinta y muy crepuscular. Puede leerse como un cambio de registro al servicio de un elegante melodrama inglés que respira prestigio en cada uno de sus apartados. Aunque por edad y trayectoria podría ganarlo sin problemas, no creemos que los académicos se desvíen de la hoja de ruta trazada entre Butler, Fraser o Colin Farrell.

 

El ascenso de Paul Mescal desde la escena teatral de Dublín hasta el reconocimiento mundial en los últimos 32 meses ha sido poco menos que meteórico. Mescal irrumpió en escena en abril de 2020 con su papel protagonista en la serie Normal People, una actuación que le valió numerosas legiones de fans y múltiples nominaciones a premios. Los papeles cinematográficos para Mescal no se hicieron esperar, incluido un secundario en La hija oscura del año pasado, dirigida por Maggie Gyllenhaal, y no ha tardado en encontrar un rol en la gran pantalla que ha dejado a los espectadores y a los compañeros de la industria una vez más maravillados con su talento. En Aftersun, Mescal interpreta a Calum, un joven padre con problemas que emprende lo que se convertirá en un fatídico viaje con su hija de 11 años. En la actuación más sutil y reservada de todas, Mescal crea una entrañable química con su descendiente en la ficción, Frankie Corio, otra revelación. La nominación ya sabe a premio y es un guiño de la Academia no sólo a jóvenes promesas de la Industria como Mescal -quién estará en las nueva versión de Carmen (Benjamin Milepied, 2022) o la secuela de Gladiator (Ridley Scott, 2024)-, sino al público más joven que lo proclama como el nuevo novio de Twitter.

 

Y otro irlandés, más veterano, consigue su primera nominación: Colin Farrell en Almas en pena de Inisherin. Farrell también tiene una historia como actor muy atractiva. Empezando como estrella de Hollywood rebelde a la que quisieron moldear, pero sin terminar de cuajar, fue alejándose paulatinamente y abrazando colaboraciones con autores como Woody Allen, Terry Gilliam o el mismo Martin McDonagh, que encontró su cénit en sus asociaciones con Yorgos Lanthimos en Langosta (2015) o El sacrificio de un ciervo sagrado (2017). Esta transición le ha ganado el respeto de la crítica que no tuvo en sus inicios. En medio de tan positivo cambio, era cuestión de tiempo que acabara figurando entre los finalistas de los Oscar. La nominación le llega en un buen momento, por uno de los films más celebrados del año. En una película de actores como Almas en pena de Inisherin, Farrell brilla como Pádraic Súilleabháin, un granjero incapaz de comprender por qué su mejor amigo, encarnado por Brendan Gleeson, ha decidido cortar lazos con él. Farrell interpreta un personaje bonachón y simplón aportándole un sinfín de matices, propiciados por el excelente guión de McDonagh, fundamentándose en una gestualidad controlada -en ningún segundo toca la sobreactuación-, en el que sus caras y expresiones acaban resultando más elocuentes que la verborrea infinita de Pádraic. El actor transita por todo tipo de tonos, desde la comedia absurda hasta la tristeza más deprimente promovida por la soledad, pasando por momentos lúcidos como la defensa de su hermana en la taberna. Comedia y drama se mezclan en la composición de Farrell, probablemente la más completa de las nominadas, siendo uno de las razones que hacen que Almas en pena de Inisherin sea el gran film que es. La Copa Volpi o el Globo de Oro a mejor actor de comedia son munición, pero que se le escapara el BAFTA jugando en casa es un duro golpe que le sitúa en desventaja.

How to Watch Oscar-Nominated Film 'Elvis' Online for Free – The Hollywood  Reporter

Ganará: Austin Butler - Elvis

Debería ganar: Austin Butler - Elvis

Echamos en falta: Hugh Jackman - El hijo

 

MEJOR ACTRIZ

 

Lo cierto es que Cate Blanchett estaba arrasado en esta carrera de premios y parecía que su ingreso en el club de los actores con 3 Oscars interpretativos era clara, junto a Meryl Streep, Frances McDormand, Jack Nicholson, Daniel Day-Lewis, Ingrid Bergman y Walter Brennan. Hasta que llegaron los SAG, que entregaron el premio a Michelle Yeoh por Todo a la vez en todas partes. Los premios SAG y BAFTA suelen coincidir con dos de cuatro ganadores, pero esta vez ninguno de los intérpretes no ha repetido victoria, proeza que no sucedía desde 1997. Blanchett parte con la ventaja de realizar un trabajo de una maestría incontestable, posiblemente la cima de su carrera, como la perturbadora y ególatra directora de orquestra Lydia Tár, un personaje ya icónico en los círculos cinéfilos que cuenta hasta con cuentas en Twitter o Letterbox. Blanchett es altiva, falsamente simpática, amenazante, desorientada y frágil cuando todo se va desmoronando, un tour de force que hace que TÁR sea lo que es. El hecho de que vaya a ser su tercer Oscar podría ser un motivo de rechazo por los académicos, pero no deberíamos olvidar el caso del tercero de McDormand, recibido escasamente 3 años después del segundo por Tres anuncios en las afueras (Martin McDonagh, 2017), en una carrera aún más abierta y dividida. Sin embargo, McDormand estaba en la película ganadora, Nomadland, mientras que TÁR, pese a haber recibido amor con dos nominaciones técnicas sorpresa, no es la previsible ganadora a mejor película. A ello, pero, cabe mencionar que si se quiere evitar un 0 en el palmarés de TÁR, actriz es el lugar más fácil donde proceder a ello.

 

Pero frente a un tercer Oscar a Blanchett casi por inercia, los votantes podrían decantarse por Michelle Yeoh, que cuenta con mucha narrativa a sus espaldas. No podemos ignorar el hecho de que Yeoh haría historia al convertirse en la primera mujer asiática en recibir el Oscar a la mejor actriz, así que la Academia le mostraría al mundo que el arte del cine es verdaderamente un fenómeno global y que no pone límites a nadie de ningún lugar. Asimismo, recompensaría una de las almas de Todo a la vez en todas partes, donde Yeoh asume múltiples personalidades para cada uno de los universos en los que deambula, aportando matices ricos en cuestión de minutos que ayudan a caracterizar. Sería, a la vez, un reconocimiento interpretativo para una película de fantasía y ciencia ficción, géneros nada valorados en términos actorales, desmarcándose de otro tipo de interpretaciones más habituales en sus palmarés y abrazando la diversidad de historias. Los SAG pueden acabar siendo muy influyentes porque son otorgados por el gremio de actores, que también votan en los Oscar, así que no es nada descabellado pensar en un sorpasso de Michelle Yeoh, quien ha prestado desde hace décadas numerosos servicios en éxitos de Hollywood y, a sus 60 años, sería un bonito homenaje a años de trabajo competente.

 

Luego está la otra Michelle, Michelle Williams, quien por número de nominaciones sería la más “debida” de la terna. Consigue ya su quinta nominación, tras dos como actriz secundaria, después de Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005) y Manchester by the Sea (Kenneth Lonergan, 2016), y dos más como principal por Blue Valentine (Derek Cianfrance, 2010) y Mi semana con Marilyn (Simon Curtis, 2011), aportando siempre una vulnerabilidad y ternura irresistibles para los votantes. Mitzi es la madre del personaje principal y está basada en la madre de la vida real de Spielberg, mientras que también es una pianista convertida en ama de casa por circunstancias vitales. Williams aporta una gran luz a un personaje complejo que transita desde la ilusión y la proactividad hasta la infelicidad de una rutina que coarta sus anhelos, entregando numerosas secuencias memorables como el baile en el campamento o el visionado de una película que su hijo ha editado, uno de los múltiples grandes instantes que comparte junto a Gabriel LaBelle. El peso de su maternal personaje se asemeja en presencia a aquella Patricia Arquette de Boyhood (Richard Linklater, 2014), quien se llevó la estatuilla de actriz de reparto por esa composición. De competir Williams en reparto, seguro que habría barrido la temporada porque es un caramelo de personaje plagado de secuencias para lucirse, así como la posibilidad de saldar la deuda con la intérprete. No obstante, Williams prefirió figurar como principal, teniendo a pesos pesados como Cate Blanchett o Michelle Yeoh, de manera que la cosa se le pone negra. Solamente cabe observar las notorias ausencias en los SAG o los BAFTA, evidenciando la debilidad de su posición en la carrera. No les ha temblado el pulso en dejar sentadas a Glenn Close o Amy Adams -por mencionar a una actriz con la que tiene mucho en común- 8 y 6 veces respectivamente, así que con Michelle tememos lo mismo.

 

Aunque Marilyn Monroe nunca tuvo la oportunidad de lograr el reconocimiento de ni siquiera una nominación al Oscar, su recuerdo es eterno y su legado ha sido honrado por la Academia en forma de múltiples nominaciones de mejor actriz para las valientes que se han atrevido a intentar encarnarla en la pantalla grande. Otro ejemplo, con vulnerabilidad totalmente diferente a la Marilyn de Michelle Williams, es Ana De Armas con Blonde (Andrew Dominik). A lo largo de la película, la actriz que nació como Norma Jeane Mortenson, experimenta una fama cada vez mayor, lo que no hace más que exacerbar sus intensos sentimientos de soledad e infelicidad. A medida que su atractivo sexual se antepone continuamente a su talento y humanidad, se acerca cada vez más a su trágico destino. Blonde polarizó desde su estrenó en Venecia, tanto desde los defensores de su atrevido lenguaje, como por los detractores acusándola de misógina, rancia y festival de la humillación. El único nexo de unión entre los dos frentes era Ana de Armas, que se entregaba en cuerpo y alma en la encarnación del mítico icono del siglo XX. Los biopics están siempre en el punto de mira para el triunfo en los Oscar y, habiendo la posibilidad de premiar a Elvis, Marilyn sería su mejor compañera de foto con la estatuilla. Pero sus posibilidades son nulas y la nominación, para Ana de Armas, ya es un triunfo, ya que es el primer y difícil trámite para avanzar hacia la segunda. Con la suerte, además, de haber sido por un rol codiciado que no tiene que ver con los papeles estándares de hispana que le darían. Se ha singularizado y ha hecho gala del talento que puede llegar a ofrecer.

 

La nominación a mejor actriz de Andrea Riseborough ya es materia de infamia o leyenda, dependiendo de la perspectiva. La veterana interpretó a una adicta que lucha por reconectarse con su hijo en To Leslie (Michael Morris), una película de presupuesto ajustado y pasando totalmente desapercibida en cines. Aunque los Independent Spirit Awards fueron los primeros en nominar a Riseborough en noviembre, la oleada de apoyo de otras actrices que surgió durante el período de votación en enero, incluida la propia Cate Blanchett y otros grandes nombres en Hollywood como Gwyneth Paltrow, Edward Norton, Kate Winslet y Charlize Theron, llevó a Riseborough a donde está. Al principio, la táctica instigada desde las redes sociales parecía una posibilidad remota, pero la inglesa entró por delante de Danielle Deadwyler en Till (Chinonye Chukwu), Viola Davis en La mujer rey (Gina Prince-Bythewood) o Emma Thompson en Buena suerte, Leo Grande (Sophie Hyde), irritando a las voces que claman por la diversidad porque su inclusión se saldó con la exclusión de dos actrices afroamericanas que gozaban, a priori, con mejores posiciones en la carrera. Este hito pone en evidencia la importancia de los círculos sociales para conseguir un hueco en los premios, por encima del respaldo de los estudios, lo cual despertó múltiples sospechas sobre la “limpieza” de la estrategia e incluso sugiriendo la descalificación de la actriz. La polémica es suficiente para alejarla del triunfo, pero si el poder de unos buenos amigos la llevaron a lo más difícil, que es la nominación, ahora que ha obtenido más visibilidad, ¿no podría dar la campanada? Porque, más allá de las conspiraciones, objetivamente la interpretación de Riseborough es magnífica, pasando por distintos estados sin caer en la peligrosa sobreactuación que puede emanar la encarnación de una alcohólica. Y, finalmente, conmueve.

Premios Oscar 2023: ¿Qué ha pasado con Michelle Yeoh? Polémica por un post  de la actriz en Instagram

Ganará: Michelle Yeoh - Todo a la vez en todas partes

Debería ganar: Cate Blanchett - TÁR

Echamos en falta: Mia Goth - Pearl

 

MEJOR PELÍCULA

 

Para entender con más conocimiento de causa el premio Oscar a mejor película debemos tener en cuenta dos factores, el método de voto y el mensaje que quiera mandar la Academia.

El ganador de mejor película se determina mediante una votación ponderada, mientras que las otras 22 categorías, se deciden mediante votación popular. Mientras que los votantes simplemente marcan a un nominado en esas otras contiendas, cuando se trata de mejor película se les pide que clasifiquen a todos los nominados. Si un contendiente obtiene más del 50% de los votos de primer lugar, gana. Sin embargo, si ningún nominado cruza ese umbral, la película con la menor cantidad de votos de primer lugar es eliminada y sus votos se reasignan a la elección del segundo lugar. Este proceso continúa hasta que un candidato alcanza el 50% más un voto. El objetivo, según la Academia, es otorgar el premio a la mejor película a una elección consensuada. Esto explica el triunfo de películas agradables que gustan a todo el mundo, CODA (Siân Heder, 2021) o Green Book (Peter Frarelly, 2018) ya que acaban siendo las segundas y terceras opciones de la gran mayoría, mientras que largometrajes que causan furor sólo en grupos concretos quedan descartadas.

Este año el grupo de candidatas es lo más variado posible, desde blockbusters hasta pequeñas películas de autor. La Academia puede decidir entregar el premio a uno de los largometrajes que ha tenido más éxito en la taquilla este año, a modo de agradecimiento por salvar al cine; o seguir una línea más conservadora y auto alabarse con una carta de amor al cine o enfatizar la individualidad del cine intimista o de autor; también podría intentar seguir los vientos más modernos e intentar complacer al público más joven y transgresor…  ¿Qué significaría el triunfo de cada película?

 

Aquel film que empezó proyectándose en el festival South by Southwest, aún sin certezas de distribución -por lo menos en España-, que fue ganando notoriedad a través de Twitter y otras redes sociales llega a la noche de los Oscar siendo la más nominada y con una ristra de premios a sus espaldas como el sindicato de productores (PGA), el Critics’ choice, el sindicato de directores (DGA), el premio al mejor reparto en el sindicato de actores (SAG) y un arrase en los premios Spirit del cine independiente. La película de los Daniels no es una propuesta fácil, pero ha logrado conectar con mucha gente por la originalidad de su historia, saber dar una vuelta de tuerca a las narrativas actuales, la mezcla de géneros exacerbada sin miedo al ridículo, e introducir un discurso de clase. Asimismo, es de las pocas que ha penetrado en la generación Z gracias a la inmediatez de su lenguaje, bien amarrada al contenido picado, rápido y estimulante de las redes sociales o Youtube, con lo cual serviría para lanzar un puente con ese público joven, muchos de los cuales no saben qué son los premios Oscar. Como vemos, motivos hay mil para hacer de ella una ganadora, pero existe la posibilidad que el sector más conservador la desmerezca por la transgresión, acusarla de ser más una sucesión de memes que una película en sí misma, o que ese acopio de estímulos acabe por saturar a muchos espectadores. Los Globos de Oro y los BAFTA, por ejemplo, apostaron por otras candidatas más convencionales.

 

Quién pasó la mano por la cara a Todo a la vez en todas partes en los Globos de Oro fue Almas en pena de Inisherin. Lejos de las filigranas narrativas de los Daniels, se trata de una tragicomedia pura, sin cinismo, sobre el dolor puro de que alguien querido se aleje de ti. Nunca esperamos que nuestros amigos nos dejen y, si pasa, eso rompe el corazón a cualquiera. Martin McDonagh filosofa sobre ello en clave existencialista, pero sin ningún tipo de pedantería, al contrario, bajando la teoría a la tierra, en la Irlanda más rural y aislada de 1923. Cuestionando esa masculinidad opresiva -también el año pasado con El poder del perro (Jane Campion, 2021)-, Almas en pena de Inisherin habla de la condición humana combinando el humor negro con el dolor, avivando su peripecia mundana con diálogos ricos defendidos por unos intérpretes en plenísimo estado de gracia. Desde Venecia ha tenido su hueco constantemente en los distintos premios, pero parece que su momentum de los Globos de Oro ha ido disminuyendo, encontrando una estocada en casa -donde no ganó el BAFTA a mejor película-. Los tintes oscuros del conjunto pueden no convencer a quien busque algo más reconfortante.

 

Steven Spielberg suma su decimotercera película nominada a mejor película con Los Fabelman, igualando el récord que tenía William Wyler hasta este año. No obstante, al de Cincinnati solamente le han otorgado el premio mayor en una ocasión, en 1993 por La lista de Schindler, un escollo que no ha conseguido sortear. Desde que se anunció este proyecto semiautobiográfico, en la línea de la autoficción que muchos autores han realizado estos últimos años, el sentir general era de esperar a Los Fabelman para volver a coronarlo de nuevo, ya que se preveía una obra magna como a las que nos tiene acostumbrados, pero con el añadido de contarse a sí mismo, ahondando en el terreno personal inédito de  una figura que ha tocado todos los palos casi siempre con excelencia. Los Fabelman es esa obra maestra prometida, de un espíritu clásico poco común hoy en día, de una transparencia en la narración que hace que la película vuele a través de las imágenes, en una conjunción de elementos que transpira magia por todos los lados. Cualquier cinéfilo queda cautivado ante ella, mientras que el público general puede acceder fácilmente a su mundo por, precisamente, su ejecución a la “antigua usanza”, pero con la dimensión y el empaque que Spielberg sabe darle, ya sea a través de la bellísima concepción visual o el tratamiento humanista del relato. Esto debería hacerle acumular un voto de consenso pero, sin embargo, la oda al clasicismo que es puede sentirse vieja para muchos votantes, dejar la impresión de que llega tarde, y preferir apostar por algo que más acorde con las narrativas actuales. El Festival de Toronto -buen indicativo para fijarse en serias candidatas a mejor película- la premió el septiembre pasado, un guante que recogieron los Globos de Oro. Desde entonces, no ha rascado nada más, teniendo un fuerte traspiés en los BAFTA -donde únicamente nominaron el guión de Spielberg y Tony Kusher-, desvaneciendo aún más sus posibilidades. Se ha ido apagando, pero las 7 nominaciones que ha obtenido son gasolina para una obra que, a todas luces, tiene toda la madera para ser una mejor película con todas las letras y, al mismo tiempo, sería un homenaje de madurez a uno de los mejores directores de la historia.

 

Durante el tradicional almuerzo de nominados, fue el mismo Spielberg quien se acercó a Tom Cruise para felicitarlo entusiasmadamente por “haber salvado la exhibición cinematográfica” con el estreno de Top Gun: Maverick. Cruise, firme defensor de las salas de cine, forzó a retrasar su distribución en plataformas más allá de los 45 días que se querían imponer, dándole un mayor recorrido en cines que, desde mayo, se ha extendido hasta el día de hoy, convirtiéndose en la quinta película más taquillera de la historia en Estados Unidos, y la duodécima a nivel mundial. Pocos duros se daban por ella una vez se anunció el proyecto, pero la secuela del film dirigido en 1986 por Tony Scott ha sabido superar al original sin traicionarlo, a través de una historia con un poso maduro y crepuscular que pone a los personajes en el lugar que les toca. Maverick adopta un rol paternal con sus pupilos mientras trata de purgar su pasado, en un blockbuster con una acción magníficamente coreografiada -a diferencia la tendencia de hoy en día en avasallar al espectador con impactos constantes sin ningún tipo de orden-. Esa conexión con una audiencia que parecía haber huido de las salas podría ser coartada suficiente para entregarle el premio gordo, ya sea por la voluntad de volver a la popularidad de los premios de un modo orgánico -no como los patochadas del año pasado del #OscarFanFavorite-, así como una muestra de respeto por haber recuperado el público en las salas y poner los puntos sobre las íes al trastocado modelo de ventanas de exhibición, que favorece con creces a las plataformas. Más allá de los números y lo que ha supuesto en términos de industria, Top Gun: Maverick se puede disfrutar, pero su convencionalidad argumental y lo conservador de su mensaje le restan bastantes puntos frente a otras candidatas mucho más estimulantes en su discurso y formas.

 

Con similares razonamientos se podría defender Avatar: el sentido del agua, que ha dinamizado la taquilla al atraer masivamente al público en las salas -situándose como la tercera película más taquillera de la historia-, desmontando las críticas escépticas que cuestionaban si 13 años después de la primera parte generaría el mismo interés o no, así como resucitando el uso del 3D, que fue una moda pasajera a inicios de los 2010s matada por la avaricia de los estudios. Esta segunda entrega sigue en la línea espectacular de su predecesora, experimentando con nuevas tecnologías para concebir mundos de ensueño y experiencias más envolventes para el espectador, cuyo medio natural óptimo es una sala de proyección enorme. La recepción eufórica de la audiencia -lo que quieren recuperar los Oscar- es lo que podría animar a votar por ella, así como haber sido de las últimas en estrenarse y gozar aún de momento, pero Avatar: el sentido del agua palidece al lado de su rival mainstream directa. Si decíamos que Top Gun: Maverick había superado a su antecesora, Avatar: el sentido del agua no llega al nivel de la película madre, estirando demasiado una narración devota de la aventura, pero con poco corazón hacia sus personajes. La sensación de piloto automático y desencanto se ha traducido en una menor acumulación de nominaciones, pasando de 9 a 4, todas ellas técnicas ineludibles salvo mejor película, apartando a James Cameron del premio a mejor dirección. Así pues, se antoja como una nominada de refilón, que gusta a todo el mundo pero no despierta tantas pasiones como las otras candidatas. Además, Top Gun: Maverick se estrenó primero y fue la que empezó a llamar a la gente al cine, mientras que la taquilla de Avatar: el sentido del agua se ha propulsado debido a esta vuelta iniciada meses antes. Si sumamos a ello que Cameron todavía tiene 3 capítulos más para lanzar, no dispara para nada la alarma de reconocer por todo lo alto a la saga, de modo que sinceramente dudamos que tenga algo que hacer aquí.

 

Empezó siendo la clásica y aburrida propuesta de Alemania para los Oscar, se fue ganando una plaza fija en las categorías de premios de la crítica a mejor película internacional y ha acabado siendo la película de habla no inglesa nominada este año, amasando 9 nominaciones. Sin novedad en el frente ha sido la gran tapada de la carrera hasta que empezó a quitarse la ropa con las 14 nominaciones a los BAFTA, de la que salió máxima victoriosa con 7 premios, incluyendo mejor película y director. Netflix, observando como sus a priori serias candidatas como Blonde (Andrew Dominik) o Bardo (Alejandro González Iñárritu) no cuajaban ni en crítica ni en público, ha metido su empeño en la cinta de Edward Berger y triunfalmente ha salvado los muebles esta temporada. Sería injusto reducir todo a la estrategia de una plataforma, cuando Sin novedad en el frente por méritos propios es una obra notable.  Hace unos años Dunkerque (Christopher Nolan, 2017) y 1917 (Sam Mendes, 2019) impresionaron, ya que mostraban la perspectiva del soldado de un modo muy inmersivo. Siguiendo esta estela, la versión alemana del libro de Erich Maria Remarque, que ya tuvo una primera adaptación en 1930 por Lewis Milestone galardonada con el Oscar a mejor película, brilla técnicamente y acarrea un mensaje antibelicista de gran relevancia en el contexto actual en Ucrania, que ha vuelto a despertar conciencias entre la población y los votantes por su cercanía al ubicarse en Occidente. El poderoso eslógan a favor de la paz que sería el honor máximo tiene números para convencer a unos cuantos académicos -ya en Reino Unido ha sido así-, convirtiéndose en una seria alternativa para Todo a la vez en todas partes. No obstante, está por ver si el furor de los BAFTA es un espejismo, así como la sensación de pereza de premiar un remake de un título ya histórico en los Oscar y en el imaginario americano, al lado de una locura tan única como la de los Daniels.

 

La cuota europea también se cubre este año con El triángulo de la tristeza que, pese al runrún que había con ella desde los Globos de Oro, no dejó de resultar una grata sorpresa verla incluida entre las 10 nominadas. Avalada por la Palma de Oro del Festival de Cannes, con quien los Oscar han estrechado lazos tras el triunfo de Parásitos (Bong Joon-ho, 2019) en materia de cine no estadounidense y crítica social de clases, aunque la cinta de Ruben Östlund resulta más divisiva, ya que deja de lado los paralelismos y es todo menos sútil. El triángulo de la tristeza se trata de la propuesta más macarra de la selección, con momentos disparatados e incluso con humor escatologico, regocijándose en una despiadada sátira al privilegio, la frivolidad de la sociedad y conservación del poder en cualquier escenario. También da algunas ideas al principio sobre la fragilidad masculina, aunque no las recupera hasta el tercer acto. Dividida en 3 escenarios, algunas escenas en el lujoso yate son una gran fuente de risa, pero se alargan demasiado en extensión y pueden dar una sensación global irregular y anticlimática. La narrativa no va más allá de la incómoda caricatura por lo que, aunque nos alegramos de que haya sido nominada semejante burla a los ricos, los influencers y los oligarcas rusos, no creemos que sea la ganadora dado su carácter polarizante. Se ama o se odia.

 

De Cannes, aunque fuera de competición, también está Elvis, biopic del Rey del Rock con el filtro delirante y recargado de un revolucionario, como Presley, del cine musical: Baz Lurhmann. Los biopics siempre obtienen representación en la categoría, muchas veces acusados de facturados para ganar Oscars, pero en Elvis se puede palpar en cada uno de los segundos el carácter propio de su responsable, en un film visualmente estimulante que, al mismo tiempo, tiene en mente el disfrute del espectador casual. A diferencia de otros títulos como Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, 2018), recordados por la figura que presentan, aquí la propuesta estará siempre asociada a su director cada vez que se mencione porque Luhrmann es, para consuelo de muchos y mal de otros, un autor inconfundible. Y aquí sigue presente, en un modo más comedido que, seguramente, le permitirá ganar más adeptos. Puesta en duda desde que se estrenó a principios de verano a causa de la fuerte competencia que se avecinaba, la cinta ha sobrevivido a la carrera por méritos propios, sin faltar a las citas importantes -salvo el DGA- y aún tiene energía para más. Predecida ganadora de algunos técnicos, la fortaleza superior de otras candidatas no hacen esperar que vaya a dar la campanada, con el añadido de que los biopics de celebridades hace ya algunos años que no se llevan el premio gordo.

 

Otra mirada bien distinta al mundo de la música, esta vez clásica, es TÁR. La película del recuperado Todd Field -que ha estado siempre presente en las nominaciones por cada una de sus películas- es un fascinante y absorbente estudio de personaje llevado a cabo por una magistral Cate Blanchett, en una de las cimas de su sobrado talento. Aupada por la crítica, probablemente junto a Todo a la vez en todas partes sea la cinta más sintomática de nuestros tiempos, abriendo debates sobre asuntos de enorme relevancia como el abuso de poder, la cultura de la cancelación, el feminismo o la separación del autor y de su obra. Maravillosamente escrita e intensa dentro de su cocción lenta, por derecho propio cinematográficamente es una de los films más redondos de los presentes, lo cual le aporta motivos y derechos suficientes para ganar. Habiendo estado presente en todos los precursores ineludibles, sin embargo, la atmósfera gris y malsana -la que más de todas las candidatas- puede echar para atrás e impedir que muchos académicos entren en su propuesta. Tampoco ha materializado triunfos aparte de una Cate Blanchett que está siendo adelantada por Michelle Yeoh por la Todo a la vez en todas partes, la película independiente que ha comido prácticamente todo el terreno que TÁR tenía donde correr.

 

Finalmente, está la que ha acabado siendo otra sorpresa tras un camino lleno de altibajos. A priori una de las máximas favoritas de la temporada por su temática y condición de “película de actores”, reforzada por el segundo premio del público en el Festival de Toronto, el film de Sarah Polley se iba desinflando tras las ausencias en mejor película en los Globos de Oro o los ninguneos absolutos del sindicato de productores o los BAFTA, llegando a quedar descartada frente a otros films posibles, así como olvidos a su elenco o a la banda sonora de Hildur Guðnadóttir. Pero con 10 nominadas no se debe dar por muerta una película producida por Frances McDormand y Dede Gardner -responsable de 12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2012) y Moonlight (Barry Jenkins, 2016)-, que se ha mantenido relevante con solo dos nominaciones, pero en categorías mayores. La cinta de Sarah Polley, admirada por su sensibilidad a la hora de contar historias, es el más claro alegato feminista de las propuestas, dispuesto en un largo debate de mujeres hartas de los abusos de los hombres de la comunidad donde viven. En un acto de empoderamiento, deben decidir si quedarse y no hacer nada, permanecer y luchar, o partir. Como bien se apuntaba, es una película que da protagonismo a la palabra, pronunciada por un reparto de actrices excelente que enlaza con las problemáticas machistas aún vigentes hoy en día. Votar por ella conlleva, entonces, un grito a favor de la igualdad efectiva y la libertad de las mujeres en cualquier parte del mundo. Ha llegado a la meta, pero en un estado más débil que las otras.

Todo a la vez en todas partes | Fecha de estreno en España

Ganará: Todo a la vez en todas partes

Debería ganar: Los Fabelman

Echamos en falta: Babylon

 

En una carrera bastante abierta, todo apunta a que Todo a la vez en todas partes será la gran ganadora de la noche, mientras que Los Fabelman o Almas en pena de Inisherin podrían irse a casa con las manos vacías. El mismo camino podría seguir TÁR, salvo que Cate Blanchett gane el duelo final contra Michelle Yeoh. Elvis podría llevarse el premio al Mejor Actor para Austin Butler, junto a alguna categoría técnica. Se espera que Sin novedad en el frente se lleve la mejor película internacional y quizás mejor fotografía o mejor banda sonora, pero el mejor guión adaptado podría ser para Sarah Polley por Ellas hablan. ¿Alguna otra película además de Todo a la vez en todas partes ganará más de dos trofeos? Dependerá del amor técnico hacía Elvis o Sin novedad en el frente, pero a estas alturas ya nadie pone en duda el dominio de los Daniels de la noche.

 

Recuento de ganadores:

 

Todo a la vez en todas partes - 6 (Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actriz Protagonista, Mejor Actor de Reparto, Mejor Guion Original, Mejor Montaje)

Sin novedad en el frente - 3 (Mejor Película Internacional, Mejor Fotografía, Mejor Música Original)

Elvis - 3 (Mejor Actor Protagonista, Mejor Vestuario, Mejor Maquillaje y Peluquería)

Almas en pena de Inisherin - 1 (Mejor Actriz de Reparto)

Ellas hablan - 1 (Mejor Guion Adaptado)

Top Gun: Maverick - 1 (Mejor Sonido)

Avatar: el sentido del agua - 1 (Mejores Efectos Visuales)

Babylon - 1 (Mejor Diseño de Producción)

RRR - 1 (Mejor Canción Original)

Pinocho de Guillermo del Toro - 1 (Mejor Película de Animación)

Navalny - 1 (Mejor Película Documental)

El niño, el topo, el zorro y el caballo - 1 (Mejor Cortometraje de Animación)

Stranger at the Gate - 1 (Mejor Cortometraje Documental)

An Irish Goodbye - 1 (Mejor Cortometraje de Ficción)

 

 

NUESTRA PORRA DE LOS OSCARS 2023 PARTE III