EN SEVILLA DEL 5 AL 13 DE NOVIEMBRE

SEFF 2021 - DÍA SIETE

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Alcanzando casi el final del certamen ya empiezan a aparecer sus peores propuestas. Aunque siempre hay espacio para el asombro.

Comienza un nuevo día en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, cada vez más cerca de finalizar y con la sensación de que la sección oficial ya nos ha entregado sus títulos más potentes y pocas sorpresas quedan ya. Sensación que se nos hace certera cuando nuestra primera película del día es la Checoslovaca Saving One Who Was Dead de  Václav Kadrnka, que en ediciones anteriores trajo al festival Little Crusader y que con esta culmina una trilogía sobre la ausencia de un ser querido con la historia de una madre y su hijo que pasan las horas al lado del esposo y padre tras un derrame cerebral de este.

Václav los encierra en un formato cuadrado, casi de pantalla móvil intentando expresar algo así como el enclaustramiento en el hospital pero consiguiendo más bien que todo sea tedioso para el espectador, mucho más si recurre a unas metáforas que podrían venir de un niño de primaria. Así su hora y media de película parecen ser el doble en un metraje en el que no ocurre prácticamente nada más que ver a ambos personajes vagando por el hospital o postrados al lado del enfermo en la cama.

Mucho más interesante nos parece nuestra siguiente propuesta para hoy, la italiana Il Buco de Michaelangelo Frammartino que intentar recrear la expedición espeleológica que en los años sesenta se adentró en el Abismo del Bifurto, una de las cuevas más profundas con unos 630 metros bajo el niv del suelo.

El director comienza fuerte su propuesta enseñando un video antiguo de la subida aún rascacielos haciéndonos entender que la misma proeza es ascender como descender para luego centrarnos primero en la vida de un viejo aldeano, auténtico guardián del lugar cuyo llamado resuena en todas partes como si formase parte de la propia naturaleza y más adelante en esa expedición en busca de conocimiento.

Pero el saber, nos hace ver el director, también tiene sus consecuencias y estas serán que se creará una especie de vínculo invisible entre la vida de este anciano y los avances de la investigación hacia lo insondable de la cueva (fascinantes las similitudes que se muestran entre el rostro del anciano y la propia orografía de la cueva). Así, cuanto más abajo, peor será su salud hasta formar parte de la misma historia del lugar y su canto, cual eco fantasma, no deje de retumbar en las montañas.

Frammartino acierta también en la reconstrucción del ambiente espeleológico de la época, con sus instrumentos rudimentarios y esa hoja en blanco que irá dibujando el contorno de lo conocido mostrando una gran documentación para culminar el proceso.

La tarde prosigue con Babi Yar. Context, de Sergei Loznitsa, que nos sigue demostrando que lo suyo es el cine documental y no tanto la ficción (Donbass nos pareció una de las peores películas de su año) y que con este pretende dar a conocer la masacre de 33.000 judíos en el monte de Babi Yar en Ucrania durante dos días en septiembre de 1941 a manos del ejército nazi y ante la complacencia del pueblo ucraniano.

Loznitsa, haciendo uno de todo tipo de recursos cinematográficos ya sea imágenes de archivo, textos de la época, fotografías, nos va mostrando como se fue gestando ese momento de horror en la historia ucraniana, como en esa entrada triunfal de los nazis a la ciudad con sus ciudadanos vitoreando y aplaudiendo a los soldados hasta llegar al momento de la masacre, que como si el tiempo se parase o fuese más lento el director lo muestra mediante unas fotografías estáticas o con un pequeño toque de movimiento, como ese último aliento de vida que le quedaban a esas víctimas de la barbarie. Imágenes muy duras, que se quedan grabadas en la mente porque precisamente la labor final del cineasta es esa. Mostrar el horror para que no podamos olvidarlo y por lo tanto recordarlo siempre para que no se vuelva a repetir.

La jornada de hoy acaba con The Story of Looking, que tal y como nos confesaba su director, Mark Cousins, en una pequeña presentación a vistas de un pequeño coloquio al acabar el filme, no era tanto una historia de la mirada como una historia sobre el envejecimiento.

Y llevaba mucha razón. En su película, más bien un estudio o análisis fílmico, Cousins se desnuda literal y metafóricamente hablando para, a través de una operación de cataratas que tienen que hacerle en un ojo y en la que podría perder la vista, ir recordando todas aquellas cosas que ha ido mirando a lo largo de su vida, desde su infancia y la mirada del descubrimiento y el juego del ojo-cámara, a adolescencia con esa mirada voyeur y mítica hasta un pequeño juego ficcional con el espectador al final.

Cómo pasa siempre con Cousins, uno de los grandes historiadores del cine en la actualidad, hay mucha lucidez en sus palabras pero también mucha cursileria mediante el uso de canciones o algunos pasajes que podrían entenderse con cierta pedantería.