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La madre terrible en el cine de terror (de Javier Parra): Mamá cumple cien años

En plena pandemia, ha aparecido en las librerías españolas este curioso ejemplar que recorre el cine de terror centrándose en una figura entrañable: la madre.

Javier Parra es experto en el cine de terror, afición con la que ha dejado huella en distintas publicaciones en papel (el libro Terror en serie) y también digitales (eCartelera, Los replicantes), amén de colaborar con distintos festivales.

Una afición que conjuga con sus conocimientos sobre distintas culturas o, maticemos, cómo el personaje de la Madre ha sido clave en casi todas las culturas.

Pero clave no significa intocable.

Como apuntan en el prólogo las Bloody Girls (es decir, Aida Méndez y Elena A. Lombao): «La idea de la maternidad se ha ensalzado hasta la saciedad. Ser madre se considera el summum de la felicidad para toda mujer».

Bonito, pero tópico.

Un punto de partida ideal para una revista femenina, pero muy aburrido para analizar una amplia selección de películas de terror, cuya particular lista Parra comienza en 1932 con Vampyr (sí, el clásico de Carl T. Dreyer) y finaliza con la nueva versión de La llorona (apadrinada por James Wan, pero firmada por Michael Chaves).

Y como las madres suelen necesitar de sus retoños para que acaben con ellas, continúen su labor o se conviertan en sus presas favoritas, para el autor nadie mejor que Jung para hacer el viaje juntos.

Carl Jung aporta los modelos, la estructura que da «cartas de nobleza» al trabajo del autor, proponiendo la definición y los arquetipos de la madre terrible, sintetizadas en tres figuras clave:

«La Lamia, como imagen primordial de la Madre en Tinieblas; la Esfinge, como plasmación de la pulsión sexual provocada por el incesto, y el Tifón, como máximo exponente de la madre destructora».

Pertrechado tras la «literatura oficial», Javier Parra se lanza a su particular estudio de films clave en el análisis de estos tres tipos de madrazas, aunque para ello acota temporalmente el análisis a los últimos 60 años.

No podía elegir mejor fecha para comenzar, porque 1960 es el año de Psicosis, de Hitchcock.

Ejemplo perfecto de madre que domina a su tierno retoño incluso después de la muerte, Norma Bates (madre de Norman Bates: mayor sintonía, imposible) es el ejemplo perfecto del segundo modelo de madre terrible: la Esfinge.

Esa madre castradora de la voluntad de su hijo, que se ve obligado a cometer los asesinatos que le dicta una imagen disecada de la anfitriona, tendría en el cine muchas caras después de Hitchcock: desde Viernes 13, 2ª parte (recordemos, en la primera es la propia madre la asesina; en el resto de episodios su hijo es el alma caritativa que mantiene encendido el recuerdo —y la cabeza— de su progenitora) hasta esa Angustia, de Bigas Luna, que juega con una película dentro de otra y coquetea con los ojos de sus protagonistas —incluso lanzándolos como si fueran pelotas—.

Su visión del cine terrorífico resulta novedosa por esta triple división del papel la madre.

Hasta entonces, en el cine apenas se había visto la femme fatale, con todas sus luces y sombras (en el cine negro y en el terror), como ejemplifica La mujer pantera (Jacques Tourneur, 1942), un título perfecto para ilustrar cómo la virginidad produce asesinas en potencia… aunque las panteras negras también pueden ser una leyenda, una maldición o incluso una simple alucinación.

Un modelo más presente en el cine que, además de las sugerencias de Tourneur, ha dado pie a madres inolvidables, aunque vayan disfrazadas de tía —¿Quién mató a tía Roo?, de Curtis Harrington (1972)—, o sólo existan en la imaginación de una hija enferma —Dos hermanas, de Jee Woom Kim (1973)— o, finalmente, sean el ejemplo perfecto de la madre capaz de matar a su propia hija para evitar que, con la llegada de la regla, ésta tenga relaciones con los chicos… y lo que es peor, que llegue a gustarle —Carrie, de Brian de Palma (1976)—.

Sí, la señora White, la madre de Carrie, también es una madre de armas tomar.

Apoyándose en los dioses egipcios, su adaptación por parte de los griegos y la fotocopia que aplican los romanos a su amplio catálogo, Parra recorre deidades y estudia su plasmación en el cine…

A veces recorre tanto camino por la Historia que se olvida del Cine y sólo tras encajar todos los lazos familiares —algo que no es fácil de seguir en este libro, lo confieso—, nos obsequia con el estudio de algunos títulos significativos.

Por las páginas desfilan también títulos tan «familiares» como El caso de Lucy Harbin (William Castle, 1963), La residencia (Narciso Ibáñez Serrador, 1969), El día de la madre (Charles Kaufman, 1980), El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) o Babadook (Jennifer Kent, 2014).

Y es precisamente este último título australiano el que sirve para hablar del tercer tipo de madre terrible: el Tifón, al que el autor rebautiza como dragón ballena, siguiendo la clasificación de Jung.

«Babadook es la perfecta plasmación del “dragón-ballena” de Jung, gracias a que aquí se cumple toda la simbología que el psicoanalista utiliza para desarrollar su teoría en torno a la madre terrible, incluida la representación destructiva del Tifón».

Una madre viuda que aterroriza a su propio hijo, primero mediante un libro —probablemente creado por ella misma, que es escritora— y luego mediante la materialización de ese Babadook que protagoniza las páginas… en definitiva, que en esta película el verdadero monstruo es la propia madre.

Teorías psicoanalíticas que hay que saborear con calma.

El libro de Parra se puede leer casi de un tirón, pero conviene luego pararse a releer quienes fueron Isis, Osiris, Seth, Zeus y tantos otros que no se pueden hojear de pasada.

Pero no todo acaba con un somero análisis de raíces junguianas.

Con un afán encomiable, el autor saca a pasear su espíritu didáctico —en algo se tenía que notar su formación en la Universidad de Barcelona y en la Pompeu Fabra— y nos regala unas conclusiones aclaratorias, en las que cataloga a esas madres protagonistas de los films que ha ido citando a lo largo del libro:

«Las señoras Bates, Harbin, Fourneau, Forrest, White, Reston, Pressman, Amelia, Eun-joo, Constance o las pertenecientes a la saga familiar de las Leigh, ya sea bajo el patrón simbólico de Tifón, de Lamia o Esfinge, son motu proprio paradigma de madres terribles junguianas. (…) Todas beben también del legado arquetípico al que Jung define como el inconsciente colectivo».

Un acercamiento distinto al cine de terror, obviando en muchos casos al protagonista directo (el psicópata, por ejemplo) para centrarnos en sus progenitoras.

Madres que inspiraron a Darío Argento una trilogía poco conocida, pero que hoy habría que revisar a la luz de esta clasificación junguiana y del libro de Parra:

«Inspiraría al director Darío Argento para llevar a cabo su Trilogía de las Madres, donde representaría, a su manera, a la Mater Suspiriorum en Suspiria (1977), a la Mater Tenebrarum en Inferno (1980) y a la Mater Lachrimarum en La madre del mal (2007)».

Un libro ideal para regalar el Día de la Madre.

Y para reubicar nuestra percepción de las madres cinematográficas.

Perfecto como lectura de cabecera para revisar las madres del cine de Hitchcock.

Escribe Mr. Kaplan  

La madre terrible en el cine | Javier Parra | Editorial Hermenaute | Barcelona, marzo 2020 | ISBN: 978-84-120819-3-0 Revista Encadenados