CRÍTICA DE TEATRO

Pundonor

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PUNDONOR

Andrea Garrote

Dirección: Rafael Spregelburd y Andrea Garrote
Producción: Carolina Stegmayer
Duración aproximada: 70 min

CRÍTICA

Cuatrocientos años atrás, de pie, junto con un centenar de espectadores, disfrutando de los devaneos de Segismundo y Rosaura, comentando la nueva pieza teatral de Calderón de la Barca mientras tu caballo descansa fuera. Debe imponer salir a unas tablas con tanta historia detrás, exponerse a un público que como el de hace cuatro siglos sigue esperando que le cuenten una historia.

Se respira teatro en el corral de Comedias de Alcalá de Henares cuya universidad tuvo alumnos tan ilustres como Lope de Vega, Quevedo o San Juan de la Cruz.

Andrea Garrote, después de llenar en sus escasos días en el teatro de la Abadía, continúa su minigira con su espectáculo “Pundonor”, del cual es autora.

La escenografía parece sacada de la clase de mi colegio. El borrador, las tizas, la pizarra, el pupitre, los tubos fluorescentes… Estamos en una clase de la Universidad de Buenos Aires. Claudia Pérez, profesora de sociología, retorna a las aulas después de haber estado retirada durante unos meses. En esta, su primera clase después de la excedencia explica a los alumnos, es decir, los espectadores, la teoría del poder de Focault.  

Claudia, la profesora, anima a los estudiantes a abandonar su clase, a estudiar otras materias. Como nadie abandona el aula/patio de butacas, comienza su disertación sobre el filósofo francés y sus teorías poniéndose de ejemplo a ella misma.

Como cuando habla de que las prácticas sociales definen algo por su opuesto, tomando el ejemplo del placer que le causa llegar a casa y quitarse los zapatos de tacón que utiliza para todo tipo de eventos desde los 16 años. O cuando cuestiona el discurso de la psiquiatría hablando de lo anormal. ¿es normal salir de casa sin falda?

Lo cómico se torna trágico al poner en evidencia el comportamiento humano en estas situaciones de vulnerabilidad emocional, en el que solo una estudiante es capaz de avisar al rectorado del inusual proceder de su profesora, convertida en meme en tiempos de redes sociales. Claudia anima a los estudiantes a sacar el teléfono móvil y grabarla, concediendo la medalla de oro al pionero, al primero que cuelgue el vídeo que se hará viral ridiculizando su conducta.

Y a partir de ese momento nos hacemos conscientes de la fragilidad de la profesora, en tiempos donde se están visibilizando los problemas de salud mental de una población que en el caso de España se traduce en una media de más de diez suicidios al día, además de ser el primer país en consumo de ansiolíticos.

Andrea Garrote se erige en una actriz chamana, con una increíble cantidad de registros, tanto gestuales como emocionales. Maneja al público a su antojo, nos compadecemos de ella, reímos y nos emocionamos con la caída a los infiernos que le provoca una mente traicionera.

“No os conozco, pero siempre os he amado” nos dice a los alumnos en un presente que utiliza en todo el texto, compartiendo esas intimidades que algunos profesores o profesoras han logrado crear en nuestra educación.

El montaje termina dejando a la platea ojiplática, asombrada y con la certeza de haber asistido a un artefacto teatral impresionante.

Después de la función hubo un encuentro del público con el equipo artístico y allí se encontraba Ignatius Farray que se interesó, como todos los allí presentes, en descubrir los arcanos de un monólogo tan mágico como el que presenciamos en la tarde del viernes.

Espero la vuelta de Andrea Garrote con “Inferno”, su nueva colaboración con Rafael Espregelburd, para seguir disfrutando de una actriz en estado de gracia.