CRÍTICA LIBROS DE CINE

Rodaje, de Manuel Gutiérrez Aragón.

Firmada por Nuria Vidal

Gutiérrez Aragón dirigió su última película en el 2008. Pero un narrador nato como él, no podía dejar de contar historias. Y así comenzó su carrera como escritor en el 2009 con la novela La vida después de marzo. Desde entonces, ha publicado tres novelas más, a las que suma este Rodaje que ya desde su titulo nos remite a sus dos amores: el cine y la literatura. Cuando empiezas a leer la novela, te das cuenta de que estás ante un texto inesperado: “¿Qué se necesita para hacer una película? Se necesitan unos actores, una cámara, dinero y cierto talento. Lo último no es absolutamente imprescindible.” A partir de aquí, Rodaje nos arrastra por un tiempo y una ciudad tan lejanos como el Oregón de Kelly, de la mano de un escritor que lo único que necesita es un personaje, un ordenador y mucho talento.

El tiempo es el de abril de 1963, la ciudad, un Madrid primaveral y oscuro. El personaje, un joven guionista en busca de un productor en un contexto político teñido de miedo y de humor negro, de tragedia y de ensueño. Toda la historia sucede los seis días en los que el mundo se movilizó para impedir la muerte de Julián Grimau, militante del Partido Comunista fusilado por Franco el 20 de abril de 1963. En esos días, nuestro guionista se mueve entre las reuniones del partido comunista en casa de Juan Bardem y el rodaje de El verdugo de Berlanga en los Estudios CEA, siempre intentado escapar de la policía mientras vive un amor no correspondido que le sume en la melancolía. La gracia de Rodaje es que todo está contado como un cuento. Más que de neorrealismo, que podría ser el caldo de estilo de una historia como ésta, Gutiérrez Aragón inventa una especie de neoirrealismo, fantásticamente fantasmagórico, especialmente en el capítulo del cine. Si tuviera que definir este libro diría que es un road city book por ese Madrid donde el pobre Pelayo carga con su guión inacabado durante seis días y seis noches, sin poder quedarse nunca en ningún sitio, al mismo tiempo que vive su particular película de amor con una Laura idealizada y se sumerge en submundos misteriosos, escondidos tras las fachadas de los cines.

No hay muchas novelas o películas que transcurran en  esos años en los que España empezaba a salir del agujero negro de la alargada posguerra de los cincuenta. Pelayo no es exactamente el autor, un joven santanderino que llegó a Madrid a mediados de los años sesenta, pero en cierta manera es él y muchos más, de antes e incluso de después. Rodaje me hizo recordar una frase de David Lynch que encontré en el estupendo libro Espacio para soñar. Lynch dice: “Yo creo que las cosas ocurren como se supone que tienen que ocurrir. Cuando te haces viejo te acuerdas de cuando te dedicabas a lo tuyo, lo comparas con lo de ahora y ni siquiera puedes explicarles a los jóvenes como eran entonces las cosas, porque les importa una mierda. La vida sigue. Un día, los tiempos de ahora serán sus recuerdos y ellos tampoco podrán contárselo a nadie. La vida es así”. Sí, la vida es así, pero está bien que alguien comparta la memoria personal y colectiva, aunque sea tamizada por la irrealidad.

Nota 1: A punto de cumplirse el centenario de Luis G. Berlanga, se reestrenan algunas de sus películas. En Flixolé se pueden ver casi todas y también las de Manuel Gutiérrez Aragón. Disfrútenlas.