CRÍTICA DE CINE

Blaze: El verdadero mundo interior de un artista

Biopic musical que dirige el también actor Ethan Hawke (Juliet, desnuda, El reverendo (First Reformed)), cuyo guión co-escribe junto a Sybil Rosen, a partir de sus propias memorias recogidas en el libro de Living in the Woods in a Trea. Protagonizan la película el actor y cantante Ben Dickey (Sin piedad) como Blaze Foley, además de Alia Shawkat (Arrested Development), Josh Hamilton (Por trece razones) y Kris Kristofferson (Texas Rising).

Drama| 127 min. | EEUU| 2018

Título: Blaze.
Título original: Blaze.
Director: Ethan Hawke.
Guión: Ethan Hawke, Sybil Rosen.
Actores: Ben Dickey, Alia Shawkat, Josh Hamilton, Kris Kristofferson.

Estreno en España: 07/06/2019 
Productora: Ansgar Media / Village Studios (II).

Distribuidora: Elamedia. 

 

Sinopsis

La dramática y emotiva vida, llena de altibajos, del cantante y compositor de country Blaze Foley (Ben Dickey). Un viaje desde su juventud rebelde, cuando decidió vivir en una casa en un árbol, junto a su novia Sybil Rosen (Alia Shawkat), hasta la llegada a uno de los grandes escenarios de Texas Outlaw en la década de los años 80. El impacto de sus canciones, la música y una gran historia de amor, con un trágico final.

Crítica 

Blaze, una historia sobre el cantante de country folk Blaze Foley, es el tercer largometraje como director de Ethan Hawke después de El estado más caliente (2006) y Chelsea Walls (2001). Además, Hawke dirigió un documental biográfico llamado La vida de Seymour sobre el profesor de piano octogenario Seymour Bernstein.

La apuesta narrativa de Ethan Hawe en Blaze es digna de elogio, deja atrás todos los complejos e inseguridades sobre la comercialización del producto. Se centra en la vida interior del cantante llamado realmente Michael David Fuller, que adopta el nombre artístico de Blaze Foley cogiendo prestado el apellido Foley en homenaje al cantante Red Foley.

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Blaze fue el encargado de romper, de alguna forma, su contrato con la discográfica para acabar tocando de nuevo en antros de mala muerte donde improvisaba con monólogos existenciales que ponían de los nervios al público.

El guión, escrito por el propio Ethan Hawke con la ayuda Sybil, la esposa de Blaze, penetra en las entrañas del artista. En el estado puro de un autor cuando compone, la inquietudes que tiene este para escribir letras no digeribles porque tienen como base el existencialismo sobre cualquiera de nuestras vivencias.

La forma de narrar que utilizada Hawke, utilizando técnicas como el flashback y el flashforward, permite centrar la atención en un punto central a través de las conversaciones con Townes Van Zandt (Charlie Sexton) y Zee (Josh Hamilton), ambos claves en la vida de Blaze, aunque el más importante era Townes Van Zandt. El testimonio de estos dos amigos y compañeros de profesión de Blaze lo recoge un narrador, el director Ethan Hawke.

La historia es fiel a la biografía de Blaze, de hecho cuentan alguna anécdota en las conversaciones con el narrador, en este caso el entrevistador, como el desentierro del cadáver de Blaze para coger el boleto de la compra de la guitarra por parte de su amigo Townes Van Zandt. Este detalle explica lo dicho anteriormente sobre la fidelidad del guión con la biografía, un hecho muy excéntrico comparable a los comportamientos de Blaze.

Respecto a las influencias del protagonista, encuentran la base en Red Foley aunque su sonido y forma de cantar se acercan al folk, fusionado con el country, mientras que Red Foley tocaba más géneros partiendo del country, pasando por el blues, western, gospel, rockabilly, boogie y rhythm and blues. Red Foley no es la máxima influencia en la música que componía Blaze, por ello Ethan Hawke se limita a nombrarlo desde la admiración que el protagonista sentía por este refutado cantante.

El filme, con mucho énfasis en el mundo interior de un artista atormentado por su infancia, muestra la parte más profunda de un artista que no servía para tener éxito y tampoco para tener una familia tradicional. Un personaje perdido en el mundo, distinto, que necesitaba plasmar inquietudes diferentes en sus canciones.

Vivía al límite de la inanición hasta que Sybil lo convenció para cambiar de aires con el objetivo de mostrar su talento en otras ciudades. Blaze llegó a tener un brote de éxito que empeora su carácter anti sistema. Durante su pequeña etapa de éxito no se sentía cómodo y su comportamiento era extremo cuando observaba cualquier tipo de injustica.

Blaze fue el encargado de romper, de alguna forma, su contrato con la discográfica para acabar tocando de nuevo en antros de mala muerte donde improvisaba con monólogos existenciales que ponían de los nervios al público.

Las interpretaciones están a la altura, sobre todo la encarnación de Blaze por parte del actor Ben Dickey: aunque no se parece mucho físicamente al personaje real, sí se acerca bastante a su mundo bipolar. También aparecen otros actores de renombre como Sam Rockwel, Kris Kristofferson —interpretando al padre de Blaze— o el director Richard Linklater. Y también destaca el personaje de Sybil, en una magnífica interpretación de Alia Shawkat.

Un biopic sobre un artista o grupo musical siempre te lleva a un pasado lleno de fracasos cinematográficos que intentan rentabilizar la inversión destinada a la promoción de la película ofreciendo una cara amable y fracasada de los protagonistas. A menudo nos encontramos con tópicos como sexo, drogas, éxito y fracaso, contado de la forma más frívola y superficial, sin indagar en la obra de los autores, el valor de sus composiciones y las influencias musicales de los mismos. El género está de enhorabuena con Blaze volviendo a coger el espíritu de otros biopics como Searching for Sugar Man (documental), sobre el cantante folk Rodríguez, o Love of Mercy, sobre Brian Wilson y los Beach Boys.

Blaze no es fácil de ver por su profundidad y acercamiento a un personaje muy especial, por ello cobra más valor el atrevimiento de Hawke para hacer realidad un proyecto que está reñido de antemano con cualquier tipo de rendimiento comercial. Ahí está la explicación de la poca distribución del filme en las salas españolas y he aquí la reflexión sobre biopics facilones como Bohemian Rhapsody, que sólo pretenden llenar las salas de cine y que lo consiguen agitando a los fans de la banda mostrando simplemente las miserias Freddie Mercury, así son las apuestas comerciales actuales.

La sensación que le queda al espectador en este drama que acaba en tragedia —una tragedia que a los propios fans del cantante de Texas pilló por sorpresa— es la de haber visto un drama real, profundo, espontáneo, hecho con mucho cariño. Escribe Marcos Sáez.