CRÍTICA DE CINE

Aline: Ordinario placer que late

aline

Aline

Próximos estrenos España 13 de abril  

Título original

Alineaka 
Año
Duración
128 min.
País
 Canadá
Dirección

Valerie Lemercier

Guion

Valerie Lemercier, Brigitte Buc

Fotografía

Laurent Dailland

Reparto

Valerie LemercierSylvain MarcelRoc LafortuneCarole WeyersVéronique BaylaucqDylan RaffinMartine FontaineMargeaux LampleyFlorian FrinCaroline RabaliattiDanielle FichaudAntoine VézinaPascale Desrochers, ver 10 más

Productora
Coproducción Canadá-Francia; 

Rectangle Productions, Gaumont, TF1 Films Production

Género
Drama | BiográficoMúsica
Sinopsis
Quebec, finales de la década de los años 60. Sylvette y Anglomard dan la bienvenida a su decimocuarto hijo: Aline. En la familia Dieu, la música reina y cuando Aline crece descubren que tiene una voz prodigiosa. Cuando escucha esa voz, el productor musical Guy-Claude solo tiene una cosa en mente: hacer de Aline la mejor cantante del mundo. Biopic musical inspirado en la vida de la cantante canadiense Cèline Dion.
 
CRÍTICA

El descomunal éxito de Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, 2018) o la buena acogida crítica de Rocketman (Dexter Fletcher, 2019) evidencian el gusto actual de la audiencia por estos repasos biográficos en formato jukebox de las estrellas del pop y el rock más populares de la historia, imponiéndose a las figuras del jazz, el blues y la chanson que siempre han dominado el subgénero. Habiendo comprobado la demanda de este tipo de películas, es sumamente hábil que se repita la fórmula desde el mercado francófono con un icono mundial como Céline Dion, con lo cual se matan dos pájaros de un tiro al narrar una historia universal de auge a la fama manteniendo una cierta idiosincrasia canadiense.

No obstante, a diferencia de los ejemplos recientes citados, Aline no es una obra que haya contado con la colaboración de las personas reales retratadas, conllevando que, al no contar con la autorización expresa, se trate de una historia libremente inspirada en la cantante quebequesa. Este lastre, por otro lado, ha permitido a Valérie Lemercier, capitana absoluta del proyecto que abandona su registro cómico habitual, darle la licencia para ficcionalizar o interpretar a su manera algunas situaciones, haciendo que Aline coquetee también con el reivindicado estilo del fan-fiction, germen de muchísimos productos culturales de gran impacto.

Sin el apoyo de la familia, pero con la aprobación del mánager, lo que podría haber sido un desastre en materia de biopics no-autorizados como Stardust (Gabriel Range, 2020), sobre la primera gira americana de David Bowie, o telefilmes de serie B como Por siempre Britney! (Leslie Libman, 2017), pero Aline sortea el punto débil de las mencionadas al conseguir los derechos musicales de un puñado de temas de Dion –entre ellos My heart will go on, All by myself o I’m alive-, evitando dejar sin la música que el espectador anhela escuchar en una película centrada sobre una persona y su reconocible obra, pese a no ser propiamente una cinta oficial.

A una escala más modesta que las superproducciones de Elton John o Freddie Mercury, Aline opera competentemente –el apartado musical está bien resuelto-, pero sin los ápices de originalidad en la puesta en escena puntuales de Bohemian Rhapsody o, más constantes, de Rocketman, en una dirección que a veces bordea el telefilm, bien facturado, pero poco imaginativo. En su defensa, Lemercier es consciente de las limitaciones de su obra y, acertadamente, le da una vuelta en varias secuencias y la entrega a un disfrutable camp ligero que no desafina en su conjunto, especialmente en las escenas adolescentes o las familiares (véase el momento El Vaticano).

Incluso ese camp toma un cariz meta, a colación de la no autorización, en algunos guiños dispuestos a lo largo del metraje, ganándose la simpatía de un espectador que, si bien no asistirá a un modélico drama biográfico, por lo menos podrá encontrar un ligero gozo en el divertimento. Porque Aline tiene muchos defectos, pero para nada tiene problemas de ritmo, cantando en plena forma durante sus dos horas de duración. La letra ya es otro asunto.

El mayor problema del film es el mismo del que adolecen otras muestras del género, que no es otro que la superficialidad con la que se abordan los temas al querer abarcar demasiados años de una vida. Y aunque Aline por lo menos no se distrae en múltiples subtramas y hechos como sí lo hacía la fallida Respect (Liesl Tommy, 2021), existe un desequilibrio entre una fluida primera parte y una segunda mitad que avanza más a trompicones entre hito e hito, culminando en un desenlace algo atropellado. La parte personal de (Cé)Aline marca más que la artística el curso de la trama, afortunadamente centrándose en pocas líneas como es la aceptación del amor hacia su mánager por parte de su familia, su relación con René Angélil (aquí bautizado como Guy-Claude Kamar) o el deseo de la maternidad y la conciliación.

Evidentemente, Lemercier narra todo desde el respeto de una fan y aboca el contenido en el lado de la hagiografía y la idealización en lugar del cinismo, pero sin caer en grandes proclamas o dogmas. En su formulaica ejecución, Aline no es sutil y subraya a la hora de contar, ya sea con una niña en la cama pidiendo literalmente a su madre que quiere convertirse en una estrella o con ese número conclusivo reivindicándose como ser humano y cantante para el público que es Ordinaire, siguiendo la tradición de intérprete en pie con mirada desafiante a cámara en la misma estela que Barbra Streisand en Funny girl (William Wyler, 1968) o Lady Gaga en Ha nacido una estrella (Bradley Cooper, 2018).

Y como Streisand o Gaga, Lemercier está completamente entregada a la causa, dando credibilidad a Aline y esquivando la mala parodia que podría ser. Sin embargo, resulta criminal la apuesta por asumir la cobertura de todo el arco vital del personaje, interpretándola desde su infancia a los 50 años. La decisión técnica de insertar la cara madura de Lemercier en el cuerpo de una niña de 12 años es distractiva y aún más incontable el repelús que provoca.

En definitiva, lo que se le criticó a El Irlandés de Scorsese en 2019 pero mucho más pasado de rosca, componiendo una imagen más inquietante que la Baby Annette de la Annette de Leos Carax. Pasando por alto este aspecto y aun admitiendo el buen trabajo actoral de Lemercier (y la voz de Victoria Sio en la interpretación de los temas), sería injusto no reconocer a un adecuado reparto formado por quebequeses que aporta más verosimilitud al entorno, destacando especialmente Danielle Fichaud como la matriarca de la familia Dieu.

Edulcorada y liviana, Aline es una amable aproximación a la figura de Dion, resignificada como Aline Dieu, que satisfará a los fans y a cualquier espectador casual que no busque grandes pretensiones en este placer culpable en forma de película de diva. En sus fortunas y errores, no deja indiferente.