CRÍTICA DE CINE

El Año Que Dejamos De Jugar: El conejo que quedó atrás

El año que dejamos de jugar

Próximos estrenos España 13 de noviembre

Título original

Als Hitler das rosa Kaninchen stahl aka 
Año
Duración
119 min.
País
 Alemania
Dirección

Caroline Link

Guion

Anna Brüggemann, Caroline Link (Novela: Judith Kerr)

Música

Volker Bertelmann

Fotografía

Bella Halben

Reparto

Riva KrymalowskiOliver MasucciCarla JuriJustus von DohnanyiMarinus HohmannUrsula WernerRahel HubacherPeter BantliHannah KampichlerAnne BennentLuisa-Céline GaffronAndré SzymanskiAnne SchäferBenjamin SadlerMichele CuciuffoRaban BielingIngo OspeltHans-Caspar GattikerAndreas MattiKatharina SchlothauerNils Wolf

Productora

Coproducción Alemania-Suiza; Warner Bros. Film Productions Germany, Sommerhaus Filmproduktionen, Mia Film

Género
Drama | NazismoInfanciaCine familiarAños 30
Sinopsis
Anna tiene nueve años y vive felizmente en el Berlín de los años 30 como cualquier otra niña de su edad. Pero el inminente ascenso de Hitler al poder está a punto de cambiarlo todo para ella y su familia, de origen judío y deciden que lo mejor es abandonar el país. Anna y su familia huyen a Suiza.
Distribuidora: A Contracorriente Films
 
CRÍTICA

No nos extraña para nada que la adaptación de una insigne novela juvenil de la literatura alemana como Cuando Hitler robó el conejo rosa –aquí insulsamente rebautizada como El año que dejamos de jugar- corra a cargo de Caroline Link, cineasta que ha puesto siempre una especial atención en la infancia y su proceso de maduración a raíz de las situaciones vitales complejas a las que son sometidas sus protagonistas.

Entre su filmografía es inevitable observar similitudes con su obra más reconocida internacionalmente, En un lugar de África (2001), al comprenderse también en el exilio de una familia judía en pleno auge del nazismo, en esta ocasión cambiando la estepa africana por los Alpes suizos y la encantadora París. Igual de melancólica, aunque con un poso más optimista y luminoso, El año que dejamos de jugar nos habla de avanzar y dejar el pasado atrás con el fin de tener un futuro que poder llegar a contar, como hizo en su día Judith Kerr, la autora del libro. En estas circunstancias traumáticas, la infancia funciona como un espacio reconfortante donde sobrellevar la angustia gracias a la posibilidad de la imaginación, la candidez del juego o el aprendizaje; mientras que al mismo tiempo paulatinamente se va comprendiendo el porqué de la coyuntura.

Fiel a su estilo devoto de la narración, la directora filma un preliminar coming-of-age de forma luminosa, donde brilla ante la cámara Riva Krymalowski como Anna, el alter ego infantil de Kerr, cargando con el mayor peso dramático. El retrato de la infancia es amable, pero no menos convincente, demostrando otra vez más la gran mano de Link con los críos, pero el hecho de focalizar tanto en Anna descuida el trabajo de otros secundarios que podrían añadir algo más de oscuridad al conjunto. Porque la alemana se entrega sin tapujos a un film para todos los públicos, donde el mal (los nazis) es sugerido, con lo que acierta alejándose del peligro de caer en caricaturas maniqueístas de brocha gorda.

Sin deparar ninguna sorpresa para cualquier espectador testimonio de otras películas del conflicto y un tanto encorsetada por la fidelidad al material de partida, El año que dejamos de jugar no deja de ser una agradable película sostenida por la importancia de una de esas múltiples vivencias en arduos tiempos dignas de ser contadas, y aún más de ser escuchadas para no perder la perspectiva en el presente, ni tampoco dejar más conejos rosas por el camino vilmente.