CRÍTICA DE CINE

El Vasco: Una afligida comedia de diáspora

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El vasco

Cartelera España 7 de octubre

Título original

El vasco
Año
Duración
100 min.
País
 España
Dirección

Jabi Elortegi

Guion

Arantxa Cuesta, Xabi Zabaleta

Música

Fernando Velázquez

Fotografía

Jon Sangroniz

Reparto

Joseba UsabiagaItziar AizpuruEduardo BlancoInés EfrónLaura OlivaAnalía JuanHernan Sevilla

Productora
Coproducción España-Argentina; 

Pausoka Entertainment, Prisma Cine, Oeste Films, Film Andes S.A, ETB, INCAA

Género
Comedia | Inmigración
Sinopsis
Mikel vive en Euskadi, está en el paro, su novia le ha dejado por otro y siente que su vida y todo lo que le rodea es una mierda. Por decirlo de otra manera, odia Euskadi. Por eso acepta la propuesta de un tío segundo (hijo de la hermana emigrada a Argentina de un abuelo), con el que sólo ha tenido contacto por Facebook, para irse a Argentina a trabajar en la empresa que está montando. Sin embargo, cuando Mikel llega a Argentina se encuentra con algo inesperado: ha llegado a una pequeña Euskadi habitada por argentinos que nunca han pisado la tierra de sus antepasados pero que la viven con pasión y de manera idealizada. Por supuesto, desde el momento en el que Mikel pisa la Euskal Etxea, se convierte en una especie de “súper vasco” para toda la colonia.
 
CRÍTICA

Argentina es un hermoso país siempre en crisis  poblado por italianos, españoles, polacos, algunos turcos y unos cuantos vascos de, al menos, tercera generación. 

«El vasco[1]», la película que inauguró la Sección Zinemira del 70 Festival de Cine de San Sebastián, recién clausurado, es una simpática y divertida comedia  rodada entre Bermeo y Mendoza, dirigida por el bilbaíno Jabi Elortegi (Zorion perfektua) y protagonizada por Joseba Usabiaga (Handia), Eduardo Blanco (El hijo de la novia, El mismo amor, la misma lluvia), Itziar Aizpuru (Loreak), Inés Efrón (Amorosa soledad) y Laura Oliva (Apasionados), junto a un coro –en todos los sentidos, incluso el literal- de jubilados descendientes de la diáspora vasca de los primeros años del siglo veinte.

El vasco de esta historia es Mikel, un treintañero sin trabajo al que acaba de dejar su novia. El cúmulo de situaciones desagradables, a las que se suma la lluvia que le tiene harto, le llevan a decidir cambiar de aires y emigrar a un pueblo perdido en el mapa de Argentina donde un hermano de su abuelo, con el que únicamente ha intercambiado algunos correos por Internet, le promete un trabajo y una casa provisional. 

Para su sorpresa, el pueblo en cuestión es una Euskadi ficticia donde también llueve, poblada por descendientes de vascos, mayoritariamente de una edad considerable, que leen las novelas de Bernardo Atxaga. Nunca han pisado la tierra de sus ancestros pero su vida gira en torno a las actividades que organizan en una Euskal Etxea, las partidas de mus y el juego en un frontón, y unos robles que riegan amorosamente, convencidos de que son retoños del famosísimo árbol de Gernika.

Además, su pariente (magnífico el argentino Eduardo Blanco, con un lauburu en el cuello y el himno del Athletic en el móvil) es un soñador con deudas de juego que no puede ofrecerle ningún trabajo, ni tampoco un techo y una cama, y que le coloca en la casa de una tía abuela que lleva años en estado vegetativo y de pronto despierta, confundiendo al chico con su hermano, el abuelo de Mikel. 

Cuajada de situaciones divertidas, «El vasco» huye deliberadamente del exceso de dramatismo para ser una historia con la que resulta fácil identificarse, «una cinta que atrapa el espíritu de ese cine sudamericano que transcurre en un paisaje rural detenido en el tiempo» (elcorreo.com)