CRÍTICA DE CINE

La memoria del agua: Un viaje de emociones

El quinto largometraje del chileno Matías Bize se desarrolla, como sus predecesores, a través de personajes atrapados en dolores amorosos de los que no pueden escapar y temáticas intimistas que separan su vida en un antes y un después.

Drama | 88 min. | España-Chile 2015

Título: La memoria del agua.
Título original: La memoria del agua.
Director: Matías Bizé.
Guión: Matías Bize, Julio Rojas.
Actores: Elena Anaya, Benjamín Vicuña, Néstor Cantillana, Sergio Hernández.
Estreno en España: 05/08/2016 
Productora: Ceneca Producciones.

Distribuidora: Syldavia Cinema.

 

Sinopsis

Una joven pareja, tras la muerte de su hijo, lucha por mantener su relación. Este inmenso dolor los ha fracturado como pareja y a pesar de lo mucho que se quieren, no pueden sobreponerse a la inmensa pérdida. Asistimos a la sutil construcción de sus nuevas vidas, y observamos sus movimientos por olvidar lo que fueron como pareja. Pero la posibilidad de un nuevo reencuentro aparece y ellos saben que esa decisión podrá cambiar el sentido de sus vidas para siempre. 

Crítica

La memoria del agua -2015- presenta una pareja que sufrió la pérdida de su hijo y encaran la situación de maneras completamente opuestas, intensificando el dolor, cada uno en el otro, tras situaciones que los llevan a recordar a Pedro. Saltando de un momento de dolor a otro, la elipsis temporal que elige el director muestra una secuencia interminable de momentos tristes, aspirando a la empatía y la lágrima fácil del espectador.

Las actuaciones de Vicuña y Anaya transmiten de forma completa el dolor de los personajes y se adaptan de forma realista a los diálogos. La gran cantidad de silencios en el texto y escenas sonorizadas únicamente con música cual videoclip, le dan un ritmo lento, quizá de más, que suman al tono afligido y fúnebre de la cinta.

Las actuaciones de Vicuña y Anaya transmiten de forma completa el dolor de los personajes

Desde el punto de vista técnico, es incomprensible el capricho del director con la cámara en mano y el incesante temblor de la imagen que en algunas escenas se torna molesto. La iluminación cambia entre cálida y fría más de una vez perdiéndose la continuidad de ciertas escenas, y por último, hay secuencias que no aportan a la trama, pero están directamente relacionadas con los auspiciantes de la película y se tornan en una muestra clara del interés económico por encima del objetivo artístico.

La memoria del agua no es una excepción si no un ejemplo clarificador de este tipo de cine intimista, evocador y emotivo. Premiada con el Colón de plata a la mejor dirección del Festival de Cine Iberoamericano, el galardón, se queda corto para una cinta que bien pudiera haberse alzado con el trofeo a la mejor película. Hay pulso en la dirección, hay una fotografía urbana preciosista, hay un guión de diálogos entrañables, con escasa acción pero mucho simbolismo y hay dos actores que se dejan la piel en sus papeles y que realizan un trabajo encomiable.

El mayor logro de la película esta en transmitir las reacciones lógicas de la pérdida de un hijo, que el protagonista vivió en carne propia y lo que probablemente haya aportado mucho al corte final. En una de las primeras tomas se muestra una pared en la que se va leyendo de abajo hacia arriba distintas marcas y edades que desaparecen luego de los cuatro años, y cuando la pared queda en blanco, aparece el título de la película. A partir de allí, el espectador entra en sintonía con los personajes para compartir este viaje a través de las emociones.

Así que junto a la ya mencionada En la cama y La vida de los peces, esta nueva introducción en el cine intimista de Matías Bize se salda con relativo éxito, dejando una historia con piel, narrada con lirismo y emoción, interpretada con una sensibilidad desbordante y dirigida en todos los planos con la maestría que este joven realizador chileno ya ha demostrado con anterioridad.

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