CRÍTICA DE CINE

Miss Kiet’s Children: Oda a la pedagogía

Este largometraje está dirigido por Peter Lataster y Petra Lataster-Czisch, que ya han dirigido juntos documentales como De Nood Aan Dansen (2014) o Not Without You(2010).

Documental | 115 min. | Holanda | 2016

Título: Miss Kiet's Children.
Título original: Miss Kiet's Children.
Directores: Petra Lataster-Czisch, Peter Lataster.
Guión: Petra Lataster-Czisch.

Intérpretes: 

Estreno en España: 22/06/2018 
Productora: Lataster, Films / KRO-NCRV

Distribuidora: Pack Magic. 

 

Sinopsis

Miss Kiet es profesora de niños pequeños, en una clase en la que hay niños refugiados de diversas edades que conviven con niños holandeses. Aunque para los niños refugiados todo es nuevo y confuso, Miss Kiet, con cariño y paciencia infinita, les enseña a resolver problemas juntos y a respetarse los unos a los otros, para que poco a poco consigan tener confianza en sí mismos y en los demás. Porque sólo considerando iguales a unos niños que a otros es posible enseñar y conseguir que se adapten.

Crítica

Este riguroso documental hará las delicias de todo aquél que se quiera sumergir en las minucias del proceso de la enseñanza en niños en edad de preescolar. Dirigido por los cineastes holandeses Peter Lataster y Petra Lataster-Czisch (quienes en 2007 ya habían realizado el multipremiado film If we knew sobre pedriatas en un aunidad de cuidados intensivos para recién nacidos) se nos cuenta las tiernas aventuras escolares de un puñado de niños refugiados traumatizados que intentan coexistir con sus compañeros de escuela holandeses. El minucioso trabajo que nos ocupa está interesado sobre todo en las experiencias pedagógicas más triviales, su cámara encuentra un más que suficiente drama en la forma en que un niño agarra el borrador sin preguntar, o en los cambios sutiles en la cara de otro compañero en el momento en que la vergüenza se convierte en orgullo, la esperanza se vuelve desesperación, y el vacío de no saber se convierte en el júbilo de aprender a deletrear la palabra "luna".

Hay algo en esta configuración que nos hará recordar otro maravilloso documento sobre la enseñanza. Nos referimos a Ser y tener, de Nicolas Philibert.

Hay algo en esta configuración que nos hará recordar otro maravilloso documento sobre la enseñanza. Nos referimos a Ser y tener, de Nicolas Philibert, sobre un maestro de escuela en la región de Auvernia de Francia y su relación con sus jóvenes estudiantes. Pero a diferencia de aquél los adultos en esta película rara vez son más que una voz recurrente, ya que el marco tiende a cortar la mitad superior del cuerpo de la maestra de escuela, la muy profesional Miss Kiet que da nombre al título. A diferencia de Georges Lopez, el instructor en el centro de la película de Philibert, la señorita Kiet parece no obtener placer en el poder que posee. En cambio, ella pasa su tiempo tratando de distribuir ese poder de manera uniforme entre sus alumnos, enseñándoles a ser responsables de sus acciones. 

La cámara y la educadora son siempre justos y no se recrean en la dignidad de los niños. Es difícil decir quién es la verdadera estrella de la película; como las intervenciones de la señorita Kiet son tan calmadas, consideradas y efectivas, es imposible no admirar completamente su dominio. La cámara se va moviendo pausadamente de las particularidades de un niño a otro. Lo único que permanece constante es la dulce autoafirmación de la señorita Kiet. Se nos pide que respetemos las caras de los niños y sus cambios minuciosos mientras dibujan, juegan con una pizarra digital, ensayan un musical, relatan un sueño o escuchan los sonidos de una pelota en el recreo. Tampoco en ningún momento se nos intenta vender la imagen del niño angelical. La infancia en la película es el terreno de la contradicción y la ambigüedad. Al mismo tiempo que los niños quieren pegar, también quieren abrazar; quieren que sus amigos sean sus enemigos y que sus enemigos vuelvan a ser sus amigos. Es difícil pensar en muchas películas que se hayan acercado a la infancia con tanto respeto y con tanta integridad.

Quien ha sido maestro de escuela sabe que se trata de un oficio de riesgo donde nunca sabes lo que puede llegar a pasar. Desde unos pantalones embarrados que llevarán a las lágrimas más sinceras hasta auténticos actos de sabotaje para no tener que hacer la tarea diaria. Ella no se detiene en el problema, no regaña y nunca levanta la voz. Ella escucha, responde y sigue. En su clase, siempre se escucha y se ve a un niño, pero también se le obliga a enfrentar la verdad. La cuestión del lenguaje y, en última instancia, la ventaja injusta que los adultos tienden a tener en relación con ella, se ve exacerbada en el contexto de la película porque muchos de los niños hablan árabe pero no holandés muy bien. Y sin embargo, es en holandés que se les pide que se expresen. A veces, esto significa que los niños sufren en silencio por no ser capaces de articular lo que sucede a su alrededor.

Ojo a algunas conversaciones entre alumnos y profesora que te pondrán la piel de gallina, y es que las penosas realidades vividas por los niños son de todo menos amables.