CRÍTICA DE CINE

Nuestra hermana pequeña: La familia y una más

Hirokazu Koreeda es uno de los directores japoneses más importante de los últimos años. El estreno de sus películas se suele esperar con fervor por sus seguidores más acérrimos, sabedores de que es uno delos herederos directos de maestros de la cinematografía nipona de todos los tiempos como Yahuhiro Ozu, Kenji Mizoguchi o Miko Naruse.

Drama | 128 min. | Japón 2015

Título: Nuestra hermana pequeña. 
Título original: Umimachi Diary.
Director: Hirokazu Koreeda.
Guión: Hirokazu Koreeda.
Actores: Haruka Ayase, Masami Nagasawa, Suzu Hirose, Kaho.
Estreno en España: 23/03/2016 
Productora: GAGA, TV Man Union, Toho Company

Distribuidora: Golem Distribución.

 

 

Sinopsis

Sachi, Yoshino y Chika son tres hermanas que viven en Kamakura, Japón, en la casa de su abuela. Un día, recibirán la noticia de la muerte de su padre, que las abandonó cuando eran pequeñas. En el funeral conocerán a la hija que su padre tuvo 13 años atrás y pronto las cuatro hermanas empezarán a vivir juntas. 

Crítica

Hirokazu Koreeda es uno de los directores japoneses más importante de los últimos años. El estreno de sus películas se suele esperar con fervor por sus seguidores más acérrimos, sabedores de que es uno delos herederos directos de maestros de la cinematografía nipona de todos los tiempos como Yahuhiro Ozu, Kenji Mizoguchi o Miko Naruse.

El director de obras maestras como Nadie sabe (2005); Still Walking (2008) o De tal padre. Tal hijo (2013) ahonda, con acérrimo sentido de acritud ante su propia generación, en familias desestructuradas que han tenido que luchar por sí mismos para salir adelante. En más de una entrevista se ha mostrado muy crítico con sus coetáneos por edad, acusándolos de haber dinamitado de mala manera el sentido de familia como un todo que une. Sus películas están trufadas de hijos que atesoran un rencor incalculable hacia la mala praxis de sus progenitores, acusándoles de ser incapaces a la hora de proveer de estabilidad su infancia. 

Pero si bien en las primeras obras de Koreeda ese resquemor hacia la figura de los padres significaba enfrentamiento y malos modos poco a poco la violencia verbal se fue diluyendo y se fue asumiendo una realidad que debía considerarse tan sólo como un mal del pasado pero que no tenía que salpicar para nada el futuro. 

Las cuatro protagonistas son mujeres fuertes que han aprendido a sobrevivir sin el apoyo ascendiente inmediato.

Así en esta Nuestra hermana pequeña que ahora nos ocupa se abre con la figura de tres jóvenes hermanas que viven solas después de que sus padres se divorciaran y cada uno hiciera su vida. Cuando el padre muere y asisten al funeral conocen a otra medio hermana, fruto de la relación del finado con otra mujer, y no dudarán en adoptarla cuando se den cuenta de que tampoco es feliz junto a su antigua familia.

Las cuatro protagonistas son mujeres fuertes que han aprendido a sobrevivir sin el apoyo ascendiente inmediato. Cuando tengan que sacar a relucir su sabiduría sobre la vida siempre recurrirán a dichos y sentencias de sus abuelos (hay un par a lo largo de la película que son memorables, verdades como puños que se te quedan grabadas en la mente a sangre y fuego), y cuando se refieran al pasado lo harán como algo completamente asumido, que les marcó pero que a la vez les sirvió para ser más fuertes y capaces.

Las apariciones de los adultos son esporádicas, y en la mayoría de los casos sirven para denotar arrepentimiento y hastío.

La rabia ante la incomprensión muta en el director en una sentida esperanza hacia los más jóvenes y su nueva capacidad de conseguir inculcar y rehabilitar los viejos valores denostados.

Las apariciones de los adultos son esporádicas, y en la mayoría de los casos sirven para denotar el arrepentimiento y el hastío de unos hombres y mujeres que perdieron la brújula del cariño hace mucho tiempo. Personajes anclados en las tradiciones más arraigadas pero que no les encuentran el sentido que las nuevas generaciones si saben ver, el de la transmisión positiva.

Si por algo destaca esta propuesta es por su placidez visual y el sosiego que transmiten tanto sus imágenes como sus diálogos. Esto no significa que las frases no estén cargadas ni de intención ni de emoción, pero el tono siempre es de respeto y quietud hacia el de al lado. Es por ese motivo que a nosotros siempre nos sorprenden y nos gusta este tipo de cine diferente, acostumbrados como estamos al ruido y a la exaltación pasional que campan por estos lares. 

Aquí las protagonistas pueden pasar el tiempo recogiendo ciruelas para elaborar un licor; dar un plácido paseo por la playa o bajo los cerezos en flor; sentarse a la mesa a degustar platos con los que se te hace la boca agua...actividades relajantes que se traducen en dos horas de paz y armonía para el espectador. Para acentuar esa sensación de calma también ayuda la mínima injerencia de una cámara que parece llevar puesto un cartel de los de “no molestar” y la envolvente banda sonora compuesta por Yoko Kanno, quien parece que se haya especializado en componer música para películas protagonizadas por cuatro mujeres, tal y como ya había ocurrido con la desconocida Petal Dance (2013).

Por último vale la pena resaltar las estupendas interpretaciones del póker de féminas protagonistas, algunas con más oportunidad de lucimiento que otras, eso sí, pero todas dotadas de una química brutal entre ellas.

En definitiva, una obra mayor de un director que, aunque en sus últimos trabajos haya preferido abrazar el optimismo y la luz, antes que el pesimismo y la oscuridad, sigue demostrando con creces su dominio incuestionable a la hora de apelar a lo sensible y a la emoción melancólica.