CRÍTICA DE CINE

Tamara y la Catarina: La soledad del silencio

Cruda y realista visión de la marginalidad de los barrios más humildes de México bajo la mirada esperanzadora de dos mujeres en una lucha constante por sobrevivir. 


Drama | 108 min. | México-España 2016

Título: Tamara y la Catarina.
Título original: Tamara y la Catarina.
Director: Lucía Carreras.
Guión: Lucía Carreras.
Actores: Ángeles Cruz, Angelina Peláez, Mercedes Pascual, Harold Torres.

Estreno en España: 18/11/2016 
Productora: Underdog / Eficine 226 / FOPROCINE / Alsea 

Distribuidora: Cada Films.

 

Sinopsis

Narra la travesía de dos mujeres que se desdibujan en su soledad e invisibilidad y que tendrán que convivir más allá de lo que esperaban, y encontrar una en la otra un espacio donde no son parias, donde son necesitadas. Es una historia en la que los personajes irán descubriendo, en sus errores y su condición, una forma de existir entre ellas.

Crítica

El tercer largometraje de Lucía Carreras, que ya asombró al público del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva con su anterior película, La Casa Más Grande del Mundo, que además se llevó el Premio del Jurado, es una apuesta por mostrar las zonas más pobres de México, esas que no salen en las películas ni series de gran presupuesto, dando dignidad y visibilidad a todos sus personajes.

Cuando Tamara, una joven disminuida mental abandonada por su hermano, se lleva a su casa a un bebe que encuentra solo cerca del lugar donde trabaja, se verá envuelta en una odisea por la ciudad junto a Doña Meche, una anciana que vende quesadillas en el barrio, con la que llegará a formar una peculiar familia.

El filme es además una historia de soledades dentro de una gran ciudad como México DF, que se cruzan para acompañarse en los peores momentos en una sociedad dominada por hombres y a las que ellas deben enfrentarse día a día. El plano gran plano general del comienzo de la película es muy significativo en este sentido, con esas casas de baja calidad, una cercana a la otra, que crean el barrio que casi podría ser un pueblo, con su propio ecosistema de normas y leyes creadas. Un lugar dónde la protagonista y su deficiencia así como la anciana son como seres invisibles para el resto de personas por su condición pero que son reconocidas por las propias gentes de su clase.  

Rodada con mimo y detalle en cada plano, con  unas texturas hiperrealistas que muestran el mal vivir de las personas de estos barrios y los problemas que estos encuentran en una policía corrupta, la delincuencia o la droga y que la asemejan a las primeras películas de Pedro Costa por esa mirada casi documental (hay tomas incluso rodadas con cámara oculta que resaltan aún más ese carácter) que hace de la zona y el cariño que demuestra hacia sus personajes, a los cuales dignifica con la humildad de sus acciones, mucho más bondadosas que personas con clases más altas. 

Algo que no sería posible sin la gran labor actoral de las actrices Ángeles Cruz como Tamara, la cual se mimetiza por completo con su personaje con una serie de movimientos y tics que refuerzan la deficiencia del personaje y Angelina Pérez como la anciana que comenzará a ayudarla con el bebe y crear unas relaciones que sin este habrían sido imposibles.

Se agradece que el drama esté bien medido, sin llegar a sobrecargar al espectador ni llevarlo a la lágrima fácil, cosa que era sencilla de conseguir gracias al material con el que se trabajaba. En lugar de eso, prefiere jugar la baza de la sencillez y el realismo, apostando por situaciones cotidianas y que podrían llegar a sucederle a cualquiera de ese mismo barrio.