ENTREVISTA EN EXCLUSIVA A BLANCA CABAÑAS, AUTORA DE PERRO QUE NO LADRA

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Blanca Cabañas (Chiclana 1991) presenta Perro que no ladra, un thriller ubicado entre Sevilla y Chiclana, donde su protagonista, Lara Ortiz, una joven rota que ha pasado por varios oficios sin futuro, regresa a casa después de catorce años. Con algunas heridas a medio curar, Lara empieza a indagar en un hecho trágico de su pasado y descubre que nada es lo que parece.

Blanca Cabañas (Chiclana 1991) presenta Perro que no ladra, un thriller ubicado entre Sevilla y Chiclana, donde su protagonista, Lara Ortiz, una joven rota que ha pasado por varios oficios sin futuro, regresa a casa después de catorce años. Con algunas heridas a medio curar, Lara empieza a indagar en un hecho trágico de su pasado y descubre que nada es lo que parece.

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¿Cómo se han incorporado los paisajes de tu infancia a la novela?

Una de las primeras decisiones que tuve clara fue la ambientación de la novela. Pienso que localizar la historia en un lugar que conozco aporta verdad a aquello que cuento. He vivido en Chiclana casi toda mi vida. Eso me hace conocer como nadie los escenarios, la forma de vida de la gente, la forma de hablar, las distancias… Además, en los últimos años, he leído muchísimos autores españoles que ambientan sus novelas en sus tierras y en casi todas me han dado ganas de ir. Me siento orgullosa de dar a conocer Chiclana a través no del turismo, como suele ser conocida, sino usando como vehículo la cultura.

 

¿Cómo han tomado los vecinos de Chiclana una historia tan negra como esta en su ciudad?

Entonces no lo sabía, pero ahora que lo veo con perspectiva creo que fue un punto a favor. Indudablemente los primeros lectores fueron de la zona. Les llamó la atención que alguien hubiera escrito una historia de misterio y que, además, no resalta los puntos turísticos habituales, como lo son Sancti Petri y la playa de la Barrosa, sino que se centra en uno de los pinares del municipio, quizá uno de los más olvidados; el pinar del Hierro y la Espartosa.

 

¿Hay algún crimen real de la crónica negra de este país que hayas tenido en mente al escribir la novela?

Sí. Uno de las primeras tragedias que recuerdo y que marcó a toda mi generación fue la desaparición y el asesinato de Marta del Castillo. Por desgracia, todas crecemos con la cicatriz de uno de estos fatídicos desenlaces. La historia se repite una y otra vez, y aunque los nombres cambian, el dolor es el mismo. Y ese dolor, es el que intenté transmitir en la novela a través del personaje de Catalina, la madre de Emma e Isabel.

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¿Cómo ha influido tu formación como pedagoga en la novela?

Ha influido muchísimo. Está en los pequeños detalles: Emma trabaja en un centro de educación especial, Dani tiene síndrome de Down, Lara está obsesionada con la neuroeducación y Ángel, su psiquiatra, da voz a todo ese hilo de conocimientos. Cuando de la novela solo existían las ganas de escribirla, estaba estudiando un máster de Atención Temprana y Necesidades Educativas Especiales y leyendo uno de los libros que recomendaron del neurólogo Francisco Mora, conocí mucho más acerca de la neuroeducación, una neurociencia pionera en el estudio del cerebro en tiempo real a través de técnicas de neuroimagen como el TAC o la resonancia magnética.

 

Ahora todo se puede explicar con la neurociencia…

Gracias a ellas, hoy en día, conocemos síndromes que tiempo atrás no tenían explicación. Uno de ellos acaparó toda mi atención: el síndrome de Capgras. El paciente afectado por este síndrome, a causa de una lesión cerebral en el hipotálamo, está convencido de que una persona, que a priori debería conocer, no es quien dice ser y que, en su defecto, ha sido suplantada por un impostor, un doble idéntico. Investigué, leí todo lo que encontré acerca de este extraño síndrome del que apenas se conocen cien casos en el mundo y me pareció tan inverosímil que quise plasmarlo en la historia.

 

La protagonista, Lara, no es ni policía ni investigadora privada, ¿qué ventajas para la narración tiene recurrir a un investigador no profesional?

La principal ventaja que yo encuentro es que el lector puede conectar más fácilmente con la historia. En la novela contamos con la Guardia Civil. La teniente hace apariciones puntuales para esclarecer algún dato. Sin embargo, el gran peso de la investigación lo lleva sobre sus hombros la protagonista y si conseguimos que el lector empatice con ella, vivirá toda la historia de su mano, a través de sus ojos y aceptará el juego: al igual que ella, buscará la verdad acerca de la desaparición de Isabel, esa amiga de la preadolescencia cuyo paradero es desconocido.

 

¿Qué representan para ti los sótanos? ¿Le damos poco uso a los sótanos y a los cobertizos?

Los sótanos y los cobertizos en la novela representan los miedos. Lara, la protagonista, vuelve a Chiclana después de catorce años sin tener apenas noticias de su familia. Una de las incógnitas que el lector deberá descubrir es el porqué de esa ausencia. Y como toda herida, solo puede sanarse volviendo al epicentro. Por ello, como se dice entre sus páginas, vuelve a la tormenta, a la cicatriz, y vuelve para irremediablemente hacer frente a los fantasmas del pasado y resolver ese conflicto interior que la hace ser su propia antagonista. Bajar al sótano y prender la luz es una metáfora de su vida. Supone aceptarse, pasar página y mirar al terror a los ojos. Y al margen del significado, este tipo de clichés, si están bien construidos siempre ayudan a que la ambientación sea más inquietante y el lector visualice con exactitud la escena.

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En la novela aparecen dos perros:Chaqui y, en menor medida, Coque, ¿nuestra manera de comportarnos con los animales qué dice de nosotros?

Habla mucho de nuestra calidad humana. Chaqui es para Lara mucho más que un perro: es su compañero, su confidente, su mejor amigo. Y por supuesto, va con ella en este viaje a Chiclana que la traslada al pasado y a uno de los sucesos más duros de su infancia. Cómo nos comportemos con animales que están en desventaja y que son vulnerables, nos define como personas.

 

Los perros también están presentes en el título, ¿a quién se le ocurrió el título?

A mí. Fue una decisión arriesgada porque es un título muy literal y del que poco se puede hablar sin hacer ningún spoiler. Simplemente diré que en el momento en el que descubrí que esta práctica existía y que era legal en algunos países, supe que iba a tener gran peso en mi historia. Es uno de los enigmas de la novela que se resuelve casi al final. Es la última pieza del rompecabezas. 

 

¿Para qué le sirve a Lara Ortiz la escritura, y para qué te sirve a ti?

Lara es una chica que se acerca a los treinta y está perdida. Va de trabajo en trabajo y no encuentra nada que le apasione hasta que decide que usando las palabras va a contar su propia historia. Eso tenemos en común. Yo cuento historias desde el misterio que se nutren de alguna fuente de conocimiento. En este caso, Perro que no ladra, parte de la neuroeducación. Y esta misma línea pretendo seguir en las novelas que vengan, dando a conocer otros mundos, de manera que el lector no solo lea un thriller, sino que aprenda algo interesante.

 

En tu novela abordas distintas caras de la maternidad, ¿es posible una maternidad sana en este mundo extraño en el vivimos?

Quiero pensar que sí. Es cierto que la maternidad está presente en la novela y que la relación de Herminia y Lara, como madre e hija, marca indiscutiblemente toda la trama. Al fin y al cabo, de lo que se habla es del amor, pero del amor como algo nocivo, mal entendido, enfermizo y de cómo, este, puede hacer saltar por los aires las vidas de unos cuantos con muy mala suerte.

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Igualmente, también hablas de relaciones poco saludables entre hermanas. En este caso, ¿las amigas aparecen como un contrapeso necesario?

 

Estamos acostumbrados a ver familias perfectas en series, películas, publicidad, libros…, pero esta es una realidad sesgada. Las familias perfectas no existen. Y la de Lara, es una de esas que conviene tener lejos. En contrapeso, están sus amigas que, a pesar del tiempo y la distancia, siguen ahí, como esas conexiones que no matan los años. Ni el libro de familia ni el ADN significan algo si los hechos dicen lo contrario. 

 

Últimamente se ha hablado mucho de las lesiones entre adolescentes, pero tú llevas el tema un poco más allá.

Perro que no ladra está contada desde dos líneas temporales: una presente que nos lleva de regreso junto a Lara a Chiclana y otra pasada que nos ayuda a entender el por qué de tanto. Lo que ocurre en el pasado nos hace ser quienes somos y también nos arrebata lo que pudiéramos haber sido. El cometido de Lara es aceptarlo, pero no puede evitar atribuirse la responsabilidad de buscar a su amiga desaparecida porque, con ello, pretende rehacerse.

 

¿Ante un problema, magia blanca o profesional de la psicología?

Si tengo que responder a título personal lo tengo claro: profesional de la psicología. Sin embargo, se me ocurre algún que otro personaje en la novela que discreparía conmigo. El ocultismo, la brujería, las creencias supersticiosas siempre han llamado mi atención y conozco de primera mano personas que llevan a la práctica distintos actos ritualistas con el fin de sentirse protegidos. A mí me parece fascinante, aunque no lo comparta.

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Si algún día te propusieran rodar una versión cinematográfica de esta novela, ¿a qué actriz propondrías para el papel de Herminia?

La idea de una adaptación cinematográfica sería un sueño hecho realidad. Cualquier actriz con talento conocida o aún por descubrir podría interpretar al personaje, pero si tengo que decir un nombre, veo a Blanca Portillo vestida impoluta, con el recogido plateado perfectamente estirado y dejando a su paso ese característico olor a laca de pelo. 

 

Coincido en que Blanca es una excelente elección. ¿Cuál es la última película que has visto en el cine? ¿Nos la recomiendas?

La maniobra de la tortuga, adaptación cinematográfica del thriller del gaditano Benito Olmo. Por supuesto que la recomiendo.