jueves. 28.03.2024

Susana Rizo Gómez (Barcelona, 1972) es licenciada en Historia del Arte y en Biblioteconomía
y Documentación. Ha sido guía en museos de arte contemporáneo y precolombino, y desde hace
más de veinte años trabaja en la red de bibliotecas públicas de Barcelona. Forma parte del equipo
de colaboradores de la publicación literaria ZendaLibros. Ha ganado y sido finalista en diversos
concursos de literatura. Con su primera novela Las vidas que te prometí (Ed. Plataforma) obtuvo
el Premio FeelGood de la Obra Social La Caixa en 2018.

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¿Cuál es tu primer recuerdo que tiene que ver con el cine?

Pues yo creo que es el maravilloso cine Nic, con sus cartuchos que aún conservo, y el mundo mágico que se proyectaba sobre una pared al movimiento de la manivela del aparto. Después de vino Harold Lloyd. Tengo el recuerdo de que el máximo aliciente de los domingos era ver los cortos de este genio que ponían en televisión hacia el mediodía. Eran deliciosos, tronchantes. “El Hombre mosca” fue como una revelación. Ahí supe que la felicidad podía llegar a través de aquella diminuta caja roja de la que había que sacar dos antenitas para sintonizar los canales. Por un rato uno podía olvidarse de que al día siguiente era lunes. ¿Qué otro medio puede conseguir semejante efecto, a parte de un buen libro, o una buena canción?

El blanco y negro del cine formaba parte de mi infancia “egebeniana”. Recuerdo también que era fan de unos cortos de misterio que presentaba Hitchcock, un género que luego se convirtió en mi favorito. Entre mis primeros recuerdos está también “Caravana de mujeres” porque era la primera vez que las veía a ellas en el Oeste con el rifle en ristre y cabalgando a toda mecha. En ese tiempo también me quedé prendada del color del paisaje de “El hombre tranquilo”, “La cadena invisible”, y “Escuela de sirenas”. No obstante, la primera película que recuerdo haber visto en pantalla grande fue “Blancanieves”, y fue una experiencia terrorífica y muy desagradable: la película no se acababa nunca, la escena del cazador y el bosque, y especialmente la de la anciana perseguida hasta un precipicio se convirtió en un trauma, y yo no hacía más que decirles a los padres que la dejaran en paz…

No sé si es que me caía bien, si es que me había dormido en mitad de la película y solo había visto la anciana desvalida con la manzana, y no a la bruja que quiere deshacerse de la joven de mejillas pálidas… Quién me iba a decir a mí que Disney pasaría a convertirse con el tiempo en el cine que más he amado, mi más inseparable compañero, del que he visto todas sus películas en bucle, año tras año.

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¿Y tu mejor recuerdo?

Hay un antes y un después con Steven Spielberg, concretamente con “En busca del Arca Perdida”, desde la primera secuencia, cuando la montaña de Paramount se funde con la del paisaje de la selva peruana donde aguarda la famosa piedra esférica que persigue a Indiana. A medida que el film avanzaba y los que compartíamos fila nos trasladábamos a Tanis, todo te acababa envolviendo. La música de Williams, los escenarios, y el carisma de Harrison Ford… Ahora sé que todas las expresiones de lealtad y valentía, el ansia de salirse del mapa que tan seductora es, ya lo había visto antes en los clásicos.

Está en Liberty Wallace, en el Capitán Gregg, Atticus Finch, en el cine de Kurosawa…, pero en la entrada a la adolescencia fue como descubrirlo por primera vez. Esa película constituye el mejor y más sólido recuerdo, junto con la saga de “La guerra de las galaxias” de George Lucas, con ese inolvidable arranque en que la famosa leyenda piramidal de la Galaxia muy, muy lejana se solapa con el crucero imperial que ocupa toda la pantalla. Desde entonces algo cambió para siempre en mí. Hay personas a las que eso les sucede con la Odisea de 2001, de Kubrick. A mí me sucedió con estas dos sagas. Es posible que ambas sagas cambiaran mi vida, porque desde entones no he anhelado otra cosa que vivir permanentemente en la aventura.

Pasé del cine clásico de la infancia, al épico de aventuras de los ochenta. Ahora que soy mayor, sigo apreciando ambos géneros por igual y he dirigido todos mis pasos posteriores en la vida en encontrar lo más parecido a lo que sentí en aquel momento.

 

¿Te fijaste en alguna(s) película(s) para ambientar tu nueva novela?

Me costó mucho encontrar material para construir la novela “La memoria del hielo” (Ed. Desnivel, 2021). No había ninguna película ambientada en la ciudad siberiana donde transcurre la historia, Norilsk, salvo una que se asemeja más a un documental: “The hope factory”, de Natalia Meshchaninova, el cual me ayudó a conocer las dificultades con las que los jóvenes de esa inhóspita ciudad encaran el futuro y así poder empezar a dar los primeros trazos sobre mis personajes.

Pero este drama social no era mi enfoque, como tampoco lo era hacer una novela sobre desastres nucleares, ni gulags, ni mafias, o grandes epopeyas, así que quedaban descartadas películas del estilo de “Chernobyl”, “El paso Dyatlov”, “Promesas del Este”, “Zuleija abre los ojos” o “Doctor Zhivago”. No quería hacer, de hecho, nada parecido a lo que se hubiera hecho con anterioridad. El nacimiento de esta novela es algo muy especial, porque todo parte de una sola fotografía de un reportaje de National Geographic sobre esta ciudad, que sí que me ha influido, y ha sido determinante para elaborar toda la novela. Fueron otro tipo de películas las que me apetecía ver para asentar la historia e ir componiendo la personalidad de mis personajes: “La excavación”, “El paciente inglés”, “La lista de Schindler”, “De óxido y hueso”, “Retrato de Jennie”, “Dersu Uzala” o el documental de “The girl behind the name”.

Seguía intuiciones según me guiaba la propia enigmática historia. Además, estudié muchísimos documentales sobre Siberia, la ciudad de Norilsk, y el lejano norte de la península del Taimyr y el Yamal.

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¿Cuáles son tus géneros y títulos favoritos? ¿Y los que no soportas?

Me gustan todos los géneros siempre que haya calidad. Quizá entre mis favoritos esté el cine de animación Disney-Pixar, el de Miyazaki, y el de Tomm More, y me fascinan las películas del Hollywood clásico de Joseph Mankiewicz, William Wyler, Leo McCarey, Vincente Minnelli, George Sidney y Michael Curtiz. Hay pocas cosas mejores que ver a Esther Williams cruzando a nado el Canal de la Mancha, a Gene Kelly bailando con los pilluelos de París, a los soldados de White Christmas cantar para su general o escuchar a una arrebatadora Bette Davis interpretando a la orgullosa y genial Margo Channing.

Realmente no acabaría con la lista. Para mí no se ha vuelto a hacer, salvo excepciones, un cine como ése. Tengo debilidad también por el cine de Clint Eastwood de los últimos años, que no sé a qué género pertenecería salvo al del cine bien hecho. También el género de aventuras y fantasía de Steven Spielberg, Alfonso Cuarón, o James Cameron. Le siguen las románticas, los dramas y comedias, y en último lugar las de terror, aunque antaño este género ocupara los primeros puestos, ahora no sería capaz de ver películas como “Al final de la escalera”, al menos de noche. Me sientan mal, o a no ser que se cree distancia porque la fantasía supere el parecido con la realidad, como me sucede con el cine del magnífico Guillermo del Toro.

Cada vez valoro más la pausa, como ocurre por ejemplo con el reciente film protagonizado por Tom Hanks “Noticias del gran mundo”. No lo he mencionado, pero también me encantan las películas de los tres Bonds, Sean Connery, Roger Moore, y Daniel Craig. En el otro lado de la balanza, no soporto las películas del estilo de “Funny Games”, con esa violencia extrema, gratuita y desconcertante. En el cine me sucede como con el arte, prefiero el clásico al contemporáneo, así que por lo general suelo rechazar algunas películas de autor actuales de las que se habla con reverencia, como “La pianista” (ya se ve que no soy fan de Haneke), con excepciones, como las obras de Thomas Vinterberg, que encuentro muy interesantes y de excepcional calidad.

¿Títulos favoritos? ¡Uf, difícil! por decirte algunos, además de las sagas que te menciono en ésta y en la primer pregunta están, por supuesto, “Tiburón”, “Los puentes de Madison”, “Alien”, “Un americano en París”, “Master and commander”, “El fantasma y la señorita Muir”, “Cenicienta”… ¡Te diría cientos de títulos!

 

¿De qué actores y actrices no te pierdes una? ¿Y directores?

De las actrices como Saoirse Ronan, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Elisabeth Moss, Cate Blanchett, Kate Winslet, Judi Dench, Maribel Verdú, … de actores como Tom Hanks, Gary Oldman, Madds Mikkelsen, Ralph Fiennes, Eduard Fernández, Matthias Schoenaerts, Karra Ejalde… Respecto a los directores, jamás me pierdo una de Woody Allen, Clint Eastwood, Ridely Scott, Peter Weir, Barbara Streisand, Steven Spielberg, Alejandro Amenábar, James Cameron, Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro, Tim Burton… Tengo bastante debilidad por los actores y actrices británicos.

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¿Qué es para ti el cine?

La puerta de todos los sueños, decadencias, dramas, absurdos, glorias, y pérdidas. El tablero donde juegan todos los sentimientos de las vidas que hemos tenido, las que nos hubiera gustado tener, y las que jamás tendremos. El cine somos nosotros pintando los primeros rinocerontes en Altamira, soñando con cazarlos, con darles un poder superior, mágico y primario para la subsistencia. Es la evolución de aquella primera ilusión y ficción, que trató de parecerse a lo que veíamos. El cine regala vidas paralelas durante un tiempo, y a veces, para siempre.

Es otra expresión, como lo es la pintura, la literatura, o la música de lo más básico que poseemos y anhelamos, con la ventaja de aquello que quizá ha sido el motor de nuestro progreso: la búsqueda de la eternidad. Y si me permites, te voy a poner una cita de “La tempestad” de Shakespeare que, aunque no se refiera al cine, me parece una excelente definición:

Nuestra fiesta ha terminado. Los actores, como ya te dije, eran espíritus y se han disuelto en el aire. En el aire leve. Y, cual la obra sin cimientos de esta fantasía, las torres en sus nobles, los regios palacios, los templos solemnes, el inmenso mundo y cuando lo hereden, todo se disipará. E, igual que se ha disipado mi etérea función, no quedará ni polvo. Somos de la misma sustancia que los sueños y nuestra breve vida culminará en un dormir.  

¿Eres más de salas de cine o de plataformas? ¿Crees que el cine en salas sobrevivirá a la pandemia?

De salas de cine, sin duda. Ir al cine es abandonarse, y desaparecer, es fluir. Para mí, la felicidad es una sala a oscuras, el sonido de los anuncios que anticipan la película, las tenues luces azules de los pasillos. Las plataformas me han parecido, y siguen pareciendo, muy buenas, especialmente en estos tiempos de pandemia, con series memorables y bien hechas como la pausada “The Crown”, “El inquietante cuento de la criada”, o la entrañable “Ana de las Tejas Verdes”, pero no hay nada comparado con todo el proceso ritual que es ir a ver una película.

Se disfruta como se gozan los viajes, en la preparación, en el durante, y en el después, cuando lo cuentas. Y sí, creo que el cine sí sobrevivirá a la pandemia, o al menos eso espero. En cuanto esta maldita sexta ola se marche, si no aparece ninguna variante vírica más, volveremos a las salas…

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¿Te gustaría ver tus novelas adaptadas al cine o a la televisión?       

Me encantaría. Todo cuanto escribo trato que sea lo más visual posible. De hecho, yo visualizo con absoluta nitidez las escenas antes de escribirlas, por eso puedo describirlas de una forma precisa −según me dicen los lectores−. Ellos me han comentado que las dos novelas que llevo escritas podrían ser, de hecho, guiones cinematográficos. Quiero que quien me lea perciba las mismas cosas que yo he notado y sentido, pues en ello he puesto el máximo empeño. Con “Las vidas que te prometí” (Ed. Plataforma, 2018) hubiera sido estupendo que alguien hubiese adaptado la novela al cine, porque el tema es muy bonito, entrañable, no podría ser más actual con lo que ha sucedido con nuestros mayores durante la pandemia, y porque nadie, que yo sepa, lo ha hecho antes.

Naomi Kawase lo habría hecho bien, o también Cesc Gay, Isabel Coixet, o Hugo Gélin. Todo transcurre en una residencia que comparte una guardería de niños (me inspiré en una de Seatle, llamada The Mount), donde presento la vida de sus residentes, y en particular la relación entre una anciana, Ingrid, y un niño, Max. La obra requería sensibilidad sin excesos, para recrear la amistad, pura, sencilla y sin recovecos en el encuentro entre dos generaciones. En cuanto a “La memoria del hielo”, cuando la escribía pensaba en lo interesante que sería ver todo el universo recreado en la gran pantalla, en un escenario tan extremo como es la ciudad de Norilsk, donde supongo que estaría prohibido filmar, pero el cine haría su magia para recrearlo.

Además de en esta ciudad, la historia transcurre en otros lugares, así que se necesita una pequeña cabaña en medio de la tundra (eso es fácil de encontrar), y para la recreación del Yamal, Dinamarca, Moscú y San Petesburgo, solo hace falta imaginación y algo de presupuesto. Hay especialmente misterio en mi novela, también historia, peligros, miedo, redenciones, y una atmósfera que oscila de la penumbra a la luz. Mi protagonista femenina, Elena Ivanova, una mujer de carácter en el límite, con problemas de alcoholismo, fuerte y vulnerable a la vez, tiene el rostro de Emma Stone, y el arrojo de Jennifer Lawrence. Mi protagonista masculino, el músico y arquitecto Serguéi Bogdánov, posee el carisma de Gary Oldman y la elegancia de Ralph Fiennes.

El joven y peligroso pretendiente de Elena, Nikoláy, es Matthias Schoenaerts. Los camaradas de las minas de Nornickel se parecen a los grandes secundarios de todas las películas. Alguien que comprendiera bien todas las teclas que he tocado al escribir llegaría donde yo no he llegado. Hacer una película usando el argumento de esta novela tiene el aliciente de que quien lo hiciera sería el primero en recrear una historia (que posee muchos ingredientes) en Norilsk. Amenábar, Bayona, Simon Stone…, por favor, hagan algo. Y un matiz importante, si lo hicieran que no fuera la típica película rara como lo es “Los amantes del círculo polar”, pues la novela no tiene nada que ver con ese estilo.

 

Por último: recomiéndanos algunas adaptaciones literarias que hayan sido llevadas a la gran pantalla.

Me gustan mucho todas las adaptaciones de “Mujercitas”, las sagas de “El señor de los anillos” y “Juego de Tronos”, las de “Harry Potter” −por esta última reconozco tener verdadera debilidad−, la adaptación sublime de “Tiburón” que en mi opinión supera la novela de Peter Benchley, cosa que para mi gusto también sucede con “Los puentes de Madison”. Fantásticas también son las adaptaciones de “El príncipe de las mareas”, “Memorias de una geisha”, “Matar a un ruiseñor”, “La cadena perpetua”, “Alicia en el país de las maravillas”, “El resplandor”, “Rebeca”, “El jardinero fiel”, “Mucho ruido y pocas nueces”, “La lista de Schindler”, etc., no terminaría…

ENTREVISTAMOS EN EXCLUSIVA A SUSANA RIZO, AUTORA DE LA MEMORIA DEL HIELO